Laura y María Lara Martínez

(Profesoras titulares de Universidad)

 

 

 

Las campanas, portavoces del mundo rural

Mientras cruzo Madrid y Castilla y León en tren desde Castilla-La Mancha para dar clase mañana en Salamanca me hago eco de que mañana, 31 de marzo, Día Europeo para la Lucha contra la Despoblación Rural, las campanas repicarán a las 13 h por la España Vaciada. Laura Lara Martínez y yo como docentes explicamos en nuestras asignaturas las raíces históricas de esta realidad.

El concepto "España Vaciada" designa las zonas de España que sufrieron emigraciones masivas durante el denominado éxodo rural de los años 50 y 60 del siglo XX y en las décadas posteriores ante la mecanización del campo y la creación de fábricas en las ciudades. Del campo sobraba mano de obra y en la ciudad era solicitada.

Las campanas ejercen de portavoces de los cristianos católicos ante la situación de despoblación, envejecimiento y pérdida de servicios que afecta a buena parte de las provincias de España.
Los pueblos son garantes de valores, de solidaridad, de paisanaje y de las formas de vida acorde al ritmo humano de la naturaleza.

Los recuerdos de nuestros dos pueblos de la Alcarria de Cuenca, hermana de la Alcarria de Guadalajara -Villaconejos de Trabaque y Albendea-, en frontera con la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara, nos acompañan a diario. De ambos municipios fuimos nombradas Hijas Adoptivas por unanimidad del pleno del Ayuntamiento. Las imágenes son de la iglesia de San Juan Bautista y de la ermita de la Purísima Concepción de Villaconejos de Trabaque, y de la iglesia de la Asunción y de la ermita de la Virgen de la Vega. Teniendo Laura y yo 25 años, a punto de irnos como investigadoras a París, fue cuando se produjo la feliz noticia de nuestro primer nombramiento de Hijas Adoptivas de Villaconejos de Trabaque. Después vino el nombramiento por el Gobierno Regional de Castilla-La Mancha de Hijas Predilectas de Castilla-La Mancha y hace 2 veranos el nombramiento de Hijas Adoptivas de Albendea.

En Salamanca la patrona es la Virgen de la Vega y cada mañana, cuando María pasa por la plaza del Mercado de San Juan de camino a dar clase o cuando pasa Laura por los jardines del Palacio de Aranjuez en ruta a sus aulas universitarias vienen a nuestra memoria los pueblos de nuestras raíces familiares cuyas campanas hoy dialogarán con el viento, haciendo resonar conciencias.

Cuando en este último día de marzo las campanas alcen su vuelo estarán pidiendo visibilizar las necesidades de los pueblos pequeños, sobre todo en aquellas provincias que eligen menos de 5 diputados al Congreso que son las circunscripciones que, en teoría, integran la España Vaciada. Cuando el 30 de noviembre de 1833 se instauró la actual división provincial, según la reordenación de Javier de Burgos (afrancesado, traductor y comentarista del poeta latino Horacio) todas las regiones eran más o menos homogéneas en cuanto a demografía, recursos...

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Esta semana, concluimos la publicación integra el Vía Crucis por las Vocaciones Sacerdotales preparado para el Día del Seminario, en torno a la fiesta de San José

 

 

 

El rezo del Vía Crucis comienza con el saludo litúrgico habitual en este tipo de celebración. Se enuncia cada una de las estaciones y se aclama, a continuación “Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos, porque con tu cruz redimiste al mundo”. Sigue la reflexión, en el modo que corresponda al hilo de cada estación y su contenido e interpelaciones.

Cada estación concluye con una jaculatoria (en este Vía Crucis vocacional es esta: “Señor, danos muchos y santos sacerdotes”) y el rezo del Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Tras la última estación, se reza esta oración final: “Señor Jesucristo, Buen Pastor y Cordero inmaculado que quitas el pecado del mundo, haz que tu cruz sea nuestro camino cotidiano hacia la gloria de la resurrección y, de igual forma que tú has salvado al mundo por la cruz, nosotros queremos ayudarte a salvarlo a él”.

 

Décima estación: Jesús es despojado de sus vestiduras

Lectura del evangelio según san Mateo (27,33-36): “Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo”.

Plegaria para la meditación: “En tu desnudez, Cristo crucificado, abrazas la vergüenza del pecado que despoja al hombre de lo humano, que lo hiere y lo ultraja en su intimidad, en su fecundidad, en su dignidad. Has venido a salvarnos de todo eso. Pero tu desnudez también nos permite verte como el esposo que se entrega por entero a su esposa, la Iglesia. La vida célibe de tus sacerdotes es signo en medio de tu Iglesia que hace presente tu amor de Esposo. Que sepamos valorar el don que haces a tu Iglesia con la vida consagrada de tus sacerdotes. Y a ellos, dales la gracia para vivir su consagración como expresión de amor pleno, libre y fecundo; un amor que se nutra en la relación contigo: cotidiana, afectuosa, enamorada. Que la vida célibe y gozosa de tus sacerdotes sea testimonio verdadero de que solo tú, Jesucristo, cumples los anhelos más profundos de nuestro corazón”.

 

Undécima estación: Jesús es crucificado

Lectura del evangelio según san Mateo (7,37-42): “Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Este es Jesús, el Rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban, lo injuriaban y decían meneando la cabeza: «Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz». Los sumos sacerdotes con los letrados y los senadores se burlaban también diciendo: «A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz y le creeremos»”.

Plegaria para la oración: Ahora contemplamos tus manos y pies taladrados por los clavos que te unen al madero, después, pronto, contemplaremos esas llagas revestidas de gloria en la resurrección y esperamos, un día, en el cielo, poder tocar y besar estas santísimas heridas que nos han curado. Tus heridas nos recuerdan que hay esperanza para las nuestras, que tú eres capaz de transformar nuestras heridas en canal de gracia y salvación para otros, que, en tu misericordia, nuestras heridas son sanadas y que las cicatrices del corazón se convierten en prueba de lo que has hecho en nosotros. Señor, que tus sacerdotes porten el aceite del consuelo y el vino de la esperanza a los heridos de corazón; vida y esperanza que nos llega a través de los sacramentos. Dales a tus sacerdotes un corazón que vibre contigo cada vez que celebran los sacramentos y que encuentren su plenitud y descanso en cada eucaristía, en la que se unen a tu sacrificio en el altar de cruz, cuerpo entregado y sangre derramada por la vida del mundo”.

 

Duodécima estación: Jesús muere en la cruz

La estación, como las demás, comienza y acaba tal y como se indicó al comienzo. La lectura bíblica del evangelio según san Juan (19,28-30): “Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed». Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu”.

Y la plegaria-meditación reza así: “Hasta el extremo, Jesús, nos has amado hasta el extremo. He aquí el centro del universo y el eje de nuestra existencia: tu cruz, tu vida entregada por nosotros en la cruz. Que contemplarte así nunca deje de conmovernos hasta lo más pro fundo, con una conmoción que sea movimiento de conversión. Tú dijiste que cuando fueses elevado atraerías a todos hacia ti. La cruz es tu púlpito más elevado y tu muerte, el grito del pastor que llama a su rebaño. Jesús, te pedimos que muchos jóvenes se dejen con mover por el grito de tu amor en la cruz, y, atraídos por ti, puedan preguntarte qué quieres de ellos. Te pedimos por aquellos a los hoy estás llamando al ministerio sacerdotal, para que puedan oír tu voz y no tengan miedo a decir que sí a su vocación; que cuenten con sacerdotes que les ayuden a discernir tu llamada y a vivir su formación con alegre responsabilidad. Te pedimos por los seminaristas, por su fidelidad y perseverancia. Y te pedimos por aquellos a los que has encomendado la delicada tarea de su formación, para que, dóciles a tu Espíritu, sean instrumentos para la santidad de tus seminaristas”.

 

 

Decimotercera estación: El descendimiento de Jesús en los brazos de María

Lectura del evangelio según san Lucas (1,46-50): “María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación».

Esta es la plegaria-meditación: “María, madre de los sacerdotes, al contemplarte al pie de la cruz con tu hijo muerto en brazos, te pedimos por todos los sacerdotes del mundo, sostenlos en tus brazos de madre, custodia su vida y su fidelidad y ayúdales siempre a mirar a tu Hijo Jesús. Te pedimos, Virgen María, por los sacerdotes mayores, quizá solos o enfermos, que se preparan para el día más importante de su vida, el de encontrarse cara a cara con tu Hijo. Te pedimos por los sacerdotes difuntos, en especial por los que han sido instrumento de la gracia de Dios en nuestra vida: el sacerdote que nos bautizó, el que nos dio el Cuerpo de tu Hijo por primera vez, el que nos acompañó el día de nuestra boda y en el entierro de nuestros seres queridos, el que nos confortó con el sacramento de la unción y que nos escuchó paciente en la confesión. Virgen María, madre de los sacerdotes, te pedimos por todos ellos”.


 

Decimocuarta estación: Jesús es sepultado

Lectura del evangelio según san Mateo (27,59-61): “José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro”.

Y proseguimos orando con esta propuesta de meditación: “«Dadme su cuerpo». José de Arimatea fue a reclamar el cuerpo de Jesús, pidiendo autorización a Pilato para bajarlo de la cruz y darle sepultura. Reclamó el tesoro más valioso de la historia que no son joyas ni oro: tu cuerpo, Jesús. Hoy tu Iglesia también pide, «dadme su cuerpo», porque sin ti no vive. Y tú no dejas de entregarnos tu Cuerpo como alimento de vida a través del ministerio de tus sacerdotes. Que no falten nunca a tu Iglesia suficientes sacerdotes para que podamos recibirte a ti a través de los sacramentos y de la Palabra. Sacerdotes, sembradores de esperanza, de la única y verdadera esperanza, la que viene de ti. Sembradores de esperanza en los sepulcros. Sembradores de esperanza en los que la vida parece haber terminado, sembradores de esperanza en medio de la experiencia de la muerte. Sacerdotes sembradores de esperanza que delante, en medio y detrás de tu rebaño, sean peregrinos de esperanza junto con tu grey, hasta la plenitud de tu reino. Amén. V Señor, danos muchos y santos sacerdotes”.

 

Publicado en Nueva Alcarria el 28 de marzo de 2025

Juan Pablo Mañueco

(Escritor y periodista)

 

 

 

DESPUÉS QUE PASES, LUEGO QUE TE HAYAS IDO,
Entonces, cuando el mundo ni conozca siquiera
Sino que ya no eres, porque tu efímera carrera
Por las sendas caminó que conducen silenciosas al olvido…

 

Una presencia brillará en lo alto y lo hará de tal manera
En que no haya nación que no siga analizando el sonido
Sosegado de su son sonoro, y del mensaje en él sumido,
Que perdura cuando todo ya ha pasado, cayendo afuera.

 

Un hombre es que pervive vivo -más que nadie- y ha reunido
En torno a sí mayores controversias y esperanzas a su vera.
Padre de la confianza, agua para la gente en viaje -aún romera-
A la que da fortaleza, coraje y brío en un futuro a Él asido.

 

Su nombre es Jesús, el Cristo, y la misericordia es la escalera
En la que nos alza e iza y enarbola al mundo por él esclarecido…
Será Él quien perdure y siga, después que pases, ya dormido,
LUEGO QUE TE HAYAS IDO a gozar en otro lugar de su pradera,

 

hayan sido tus hazañas u escritos o esfuerzos, en este mundo… cualesquiera.

 

 

Juan Pablo Mañueco

Los versos del cardenal, 2017. Libro de poemas que se supone entregado por el cardenal Bergoglio a su asistente personal en el cónclave de 2013, en el momento de ser elegido Papa Francisco, para que los vaya publicado en ocasiones y medios que su asistente considere adecuados.

 

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Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Segunda entrega del Vía Crucis por las Vocaciones Sacerdotales preparado para el Día del Seminario, que se celebra el domingo 16 o el domingo 23 de marzo

 

 

 

Bien el pasado domingo, día 16, bien este próximo, pasado mañana, día 23, y siempre en torno al 19 de marzo, fiesta de San José, es el día del Seminario.  Al compás del Año Jubilar 2025, dedicado a la esperanza, “Sembradores de esperanza” es el lema de este año para el Día del Seminario, una veterana jornada eclesial (sus albores datan de 1922 en Plasencia, por iniciativa del sacerdote Pedro Ruiz de los Paños, y su institucionalización de 1935), destinada a apoyar a nuestros seminaristas y rezar por ellos, poner en valor la vocación sacerdotal y fomentar la pastoral vocacional.

Promueve el Día del Seminario la Subcomisión de la Conferencia Episcopal Española para los Seminarios. Entre los materiales para la animación del Día del Seminario 2025 se ha incluido un Vía Crucis. La pasada semana publicamos la introducción y las primeras cuatro estaciones y hoy ofrecemos cinco estaciones más del Vía Crucis, cuya entrega se completará la próxima semana.

 

 

Sentido y origen del Vía Crucis

El Vía Crucis es una de las devociones o prácticas de oración más extendidas entre los católicos. ​ Se realiza el Viernes Santo y los viernes de la Cuaresma y refiere los diferentes momentos vividos por Jesús de Nazaret desde su prendimiento hasta su crucifixión, sepultura y posterior resurrección.

Aunque ya venía rezándose antes de su formalización, fue en la primera mitad del siglo XV cuando el Vía Crucis, tal como lo conocemos hoy, tomó carta de ciudadanía en la Iglesia.

 Las catorce estaciones de este Vía Crucis son el Vía Crucis tradicional. Desde 1991, hay un segundo Vía Crucis: el creado por el Papa Juan Pablo II, con quince estaciones, basadas todas ellas en momentos del Nuevo Testamento. El Vía Crucis tradicional incluye alguna estación no bíblica en sentido estricto, sino procedente de la tradición cristiana.

 

Invocación y jaculatorias y oración final en cada estación

El rezo del Vía Crucis comienza con el saludo litúrgico habitual en este tipo de celebración. Se enuncia cada una de las estaciones y se aclama, a continuación “Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos, porque con tu cruz redimiste al mundo”. Sigue la reflexión, en el modo que corresponda al hilo de cada estación y su contenido e interpelaciones.

Y cada estación concluye con una jaculatoria (en este Vía Crucis vocacional es esta: “Señor, danos muchos y santos sacerdotes”) y el rezo del Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

 

Quinta estación: El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz

Del evangelio según san Mateo (27,32; 16,24): “Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. Jesús había dicho a sus discípulos: «El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga»”.

Tras la proclamación de este pasaje evangélico, el Vía Crucis vocacional ofrece esta oración-meditación: “Señor, tus sacerdotes te siguen, abrazando la cruz cada día y con su ministerio pastoral ayudan a muchos con el peso de sus cruces; llevan tu esperanza en medio de los sufrimientos y dificultades de la vida y nos recuerdan, todas las veces que sea necesario, que tú eres fiel y que podemos confiar en ti. Pero ellos también necesitan ayuda. Señor, que podamos estar atentos a las necesidades de nuestros sacerdotes y a ellos dales un corazón humilde que sepa pedir ayuda y dejarse ayudar; que no olviden que tu Iglesia pide sacerdotes santos, pero no superhéroes. En la diversidad de carismas y ministerios, recuérdanos que todos somos cireneos de nuestro prójimo y así cireneos para ti también”.

 

Sexta estación: La Verónica enjuga el rostro del Señor

Del libro del profeta Isaías (53, 2-3): “No tenía figura ni belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros; despreciado y desestimado”.

A esta mujer valiente que tuvo un gesto de misericordia contigo le regalas la imagen de tu rostro, el del más bello de los hombres, el rostro que recibe las heridas del pecado, que deforma al hombre, para devolvernos nuestra verdadera imagen. Señor, haz de tus sacerdotes imagen viva de tu belleza, imprime en ellos la belleza de tu rostro, la hermosa sencillez de tu presencia; que su vida, sus gestos, su presencia, su rostro, todo en ellos, hable de ti. Configura a tus sacerdotes con tu verdadera imagen.

 

 

Séptima estación: Jesús con la cruz a cuestas cae por segunda vez

Del libro de las Lamentaciones (3,1-2.9.16): “Yo soy el hombre que ha visto la miseria bajo el látigo de su furor. Él me ha llevado y me ha hecho caminar en tinieblas y sin luz. Ha cercado mis caminos con piedras sillares, ha torcido mis senderos. Ha quebrado mis dientes con guijarro, me ha revolcado en la ceniza”.

Y contemplamos y oramos esta séptima estación del Vía Crucis de este modo: “Te contemplamos en tierra por segunda vez. Tu caída nos habla de que has abrazado verdaderamente nuestra humanidad, débil y frágil. La cruz te pesa de verdad, los sufrimientos de la pasión te duelen de verdad. Tú, Jesús, asumes el plan de salvación hasta las últimas con secuencias para que no dudemos de que tu amor y el amor del Padre por cada uno de nosotros es un amor verdadero. Señor, que no falten a tu Iglesia sacerdotes que sean testigos de este amor, cercanos a los sufrimientos de los hombres; que sean sembradores de esperanza para los que pasan la noche del dolor”.

 

Octava estación: Jesús con la cruz a cuestas cae por segunda vez

Del evangelio según san Lucas (23,28-31): “Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: “Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces empezarán a decirles a los montes: “Desplomaos sobre nosotros”; y a las colinas: “Sepultadnos”; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?»”

El texto para la oración de esta octava estación es este: “Tú no quieres consuelos superficiales ni los aspavientos de indignación que tanto gustan al mundo. Con la cruz camino del Calvario, nos invitas a considerar la gravedad del mal, la realidad de tantas estructuras de pecado que hacen de la humanidad leño seco que arderá fácilmente. Pero el fuego que tú has venido a encender es fuego purificador, es fuego que revela la verdad del amor. Danos, Señor, sacerdotes con palabras de fuego, con corazones de fuego, que, sin calcular cansancios ni obstáculos, se entreguen para poner tu Palabra, tu verdadera esperanza, en donde el mundo solo ofrece pequeños consuelos y vías de escape que alienan y adormecen el corazón. Sacerdotes que lloren contigo por la salvación de todos”.

 

Novena estación: Jesús con la cruz a cuestas cae por tercera vez

Del libro de las Lamentaciones (3,27-32): Bueno es para el hombre soportar el yugo desde su juventud. Que se sienta solitario y silencioso, cuando el Señor se lo impone; que ponga su boca en el polvo: quizá haya esperanza; que tienda la mejilla a quien lo hiere, que se harte de oprobios. Porque el Señor no desecha para siempre a los humanos: si llega a afligir, se apiada luego según su inmenso amor”.

Y proseguimos la meditación de esta nueva estación con esta plegaria: “Tus sacerdotes, Señor, también caen. Su camino de santidad no está libre de tentaciones y de tropiezos. El enemigo busca herir al pastor para dispensar al rebaño escandalizado por la caída de aquellos en los que confiaba. Señor, te pedimos por los sacerdotes que viven momentos de tentación y de prueba, sostenlos, que acojan la gracia de salvación y misericordia que nunca dejas de ofrecerles; que tus sacerdotes se dejen acompañar y sigan creciendo en santidad y en gracia que les ayude a renovar cada día su sí, alegre y confiado, sencillo y valiente, su sí herido, pero fiel, a la llamada que un día recibieron de ti. Y a nosotros ayúdanos a ser misericordiosos con los hombres que has llamado a la santidad sacerdotal”.

 

Publicado en Nueva Alcarria el 21 de marzo de 2025

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