Por Santiago Moranchel

(Delegación de Enseñanza)

 

Para terminar el repaso por las estadísticas quisiera fijarme ahora en otro hecho llamativo (ver las anteriores colaboraciones): la bajada que se ha iniciado en Infantil y Primaria. ¡Es muy preocupante!  Si ya de pequeños los papás no eligen la clase de Religión, menos lo harán por si solos cuando sean mayores.

Y es curioso observar como las parroquias, llegadas el mes de mayo y junio, se llenan de Comuniones, de trajes, de invitados... Pero los niños, algunos, ya no van a clase de Religión, porque así se ha decidido, pero la fiesta de la Primera Comunión, sí.

Siendo un poco honestos, solo un poco, al menos seamos coherentes, otro poco. Y reflexionemos por qué la presencia de la Religión en la Escuela y por qué la elección de mi hijo/a en favor de la clase de Religión. Las reflexiones van dirigidas a los padres, pero nos pueden servir a todos:

Os transmito algunas razones claras y sencillas, a la vez que graves y decisivas, para que apuntéis a vuestros hijos a la clase de Religión. Las podéis recordar fácilmente.

 

Primera razón. Es, como sabéis muy bien, vuestro derecho y vuestro deber educar a vuestros hijos de forma integral. Educarlos en todas sus dimensiones y posibilidades. También en la dimensión espiritual y religiosa. Por cierto, la más decisiva en la vida de una persona. La Religión educa a vuestros hijos en esa dimensión decisiva. No os conforméis sólo con que les enseñen Matemáticas de calidad o Inglés de calidad.

 

Segunda razón. La Religión, queridos padres, forma y educa a vuestros hijos para sepan reconocer e interpretar nuestra historia y nuestra cultura, la memoria que nos configura. Una historia, una cultura y una memoria, como sabéis, marcadamente religiosa y cristiana. Ved nuestros calendarios y sus fiestas; contemplad muchísimos de nuestros edificios y sus obras de arte; repasad nuestros mismos nombres y los de nuestros familiares y amigos. Ved, ved, que somos hijos de una gran tradición cultural marcadamente religiosa, marcadamente cristiana.

 

Tercera razón. Ahí, en la clase de Religión, como también sabéis de sobra, se educa a los niños en valores, en los mejores valores de la persona. Se educa en la mejor de las ciudadanías. Se educa para la paz y la convivencia, para aprender a vivir solidariamente y en respeto, para ser buenos hijos y buenos ciudadanos, para amar y respetar a las personas y para amar a Dios con todo el corazón. No es posible que un padre, en condiciones normales, niegue a su hijo esta educación; no es posible...

 

Cuarta razón. Sí, la clase de Religión pertenece también a nuestro ordenamiento legal. No es privilegio o concesión del gobierno de turno, más o menos benévolo o favorable a la asignatura. La clase de Religión no es privilegio ni como derecho natural de los padres ni como expresión de nuestra legislación actual. Es, hoy por hoy, un derecho reconocido y abalado por un Acuerdo Internacional, entre la Santa Sede y el Gobierno de España, apoyado, a la vez, en nuestra misma Constitución y reconocido expresamente en la actual Ley de Educación. Estáis, queridos padres, en vuestro derecho más elemental de pedir y exigir, con la mayor normalidad y con la ley en la mano, la clase de Religión para vuestros hijos.

 

Quinta razón. Y, por favor, no cedáis tan fácilmente a lo que el hijo quiera, a que quiera o no quiera matricularse en Religión. El hijo y alumno de hoy, que no es de otra pasta que los alumnos de ayer o los de mañana, no siempre elige lo mejor, si se le deja; el hijo y alumno elige siempre lo más fácil y cómodo. Si pudiera, seguro que tampoco elegiría Matemáticas, ni Historia, ni Filosofía, ni Legua. Si pudiera elegiría más vacaciones, más recreo, más diversión... ¿O no fue siempre así? ¿O esperáis los padres, en otros asuntos, a dar las cosas buenas a vuestros hijos a que os las pidan, por ejemplo, a darles oportunamente la medicina necesaria aunque lloren un poco? Haced lo mismo con la clase de Religión; no esperéis a que ellos la pidan, ni cedáis a que lloren un poco

Por Luciano Matilla y Esperanza Torres

(Delegación Pastoral de Familia y Vida)

 

 

Ya está a disposición de las diversas conferencias episcopales del mundo la LINEAMENTA, que no es otra cosa que el documento emitido por el Sínodo extraordinario de los Obispos sobre la familia, y que servirá  para la preparación de la XIV asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, que se desarrollara el próximo mes de Octubre de 2015.

En el citado documento, después de un prefacio, se incluye la Relatio Synodi de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre "Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización", celebrada en octubre de 2014.

Posteriormente se incluye un apartado con 46 preguntas para conocer la acogida de la Relatio Synodi y para "estimular la profundización del trabajo iniciado en el curso de la Asamblea Extraordinaria".

En cada país serán las Conferencias Episcopales las que elegirán las modalidades adecuadas para esta finalidad, "implicando a todos los componentes de las iglesias particulares e instituciones académicas, organizaciones, agrupaciones laicas y otras instancias eclesiales".

La primera pregunta es genérica y va encaminada a conocer si la realidad que presenta la iglesia sobre la familia se ajusta a la situación actual y qué aspectos no se han contemplado.

A continuación, se van desgranando una serie de cuestiones que van encaminadas a conocer si la pastoral familiar está siendo sentida como próxima por la familia cristiana, y si la realidad presente y futura del modelo familiar cristiano es conocida por la iglesia.

Este documento servirá de base de trabajo para la preparación y posterior desarrollo del futuro sínodo ordinario de los obispos.

Los cristianos debemos acercarnos a la lineamenta para conocerla y participar activamente.

No debemos dejar pasar esta oportunidad de formar parte del crecimiento de la pastoral familiar y su implantación en el mundo.

No debemos pensar que está destinado a expertos, todo lo contrario, todos somos importantes en esta construcción, como cualquier ladrillo de un edificio, a pesar de la humildad del ladrillo sin su participación, el edificio no sería posible.

Además, debemos unirnos en la oración con la Iglesia Universal para que el Espíritu ilumine a todos para llevar a buen puerto esta iniciativa del Papa Francisco.

Por Jesús Francisco Andrés

(Delegación de Pastoral de la Salud)

 

 

Como cada mes de febrero nos encontramos ante la Jornada Mundial del Enfermo que celebramos el día 11 -festividad de la Virgen de Lourdes-.

 

Este año, el Papa Francisco nos ofrece un mensaje cargado de sensibilidad y al tiempo nos ofrece unas pautas de lo que supone el servir a los enfermos y nos ayuda a descubrir cómo realizamos esta tarea que tenemos enconmendada.

 

El Papa toma un pequeño texto del libro de Job “Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies” -Job 29,15- y nos invita a meditarlo desde la sabiduría del corazón.

 

  • Sabiduría del corazón es servir al hermano. Muchos lo hacen desde el silencio en las casas, residencias, hospitales... sin hacer ruído. Servir sin prisas y por el tiempo que haga falta -sin cuentagotas-.

 

  • Sabiduría del corazón es estar con el hermano que sufre sabiendo que el tiempo que se pasa con él es un tiempo santo.

 

  • Sabiduría del corazón es salir de sí hacia el hermano. A veces se nos olvida que estar con el enfermo es estar con el Señor (Mt. 25, 40), y mira que hemos leído y escuchado veces este texto evangélico.

 

  • Sabiduría del corazón es ser solidarios con el hermano sin juzgarlo, es estar con él, aunque sea en silencio porque el silencio también sana.

 

Desde estas letras os quiero desear a todos los que tengáis algún enfermo en la familia que el Señor les conceda la salud y a todos vosotros la fortaleza necesaria para acompañarles como se merecen sin olvidar que el rostro dolorido de Cristo lo tenéis delante de vosotros.

Por Sandra Pajares

(Maestra)

 

Cada vez que escucho una canción me gustaría inventar una nueva palabra que definiera la música, una sola palabra que resumiera lo que ella despierta en mí, o el nombre de un nuevo color que determine lo que me hace sentir. Quizá sea imposible expresar con palabras lo que es la música y lo que representa en nuestras vidas. Se defina como se defina, la música nos lleva, nos trae, nos acerca, nos distingue, nos identifica…

La música, unas veces es terapia, otras antídoto y en ocasiones calmante. Es estímulo para bebés y niños, confidente para jóvenes y adolescente y buena compañera de camino para los adultos.

Muchos artistas y cantantes han dedicado canciones o pequeñas obras a la música y la han llegado a comparar, puede ser que en un intento de explicarla, de definirla, con mujeres, con divinidades o con las mejores sensaciones o sentimientos, hasta con la misma palabra “Amor”. Es posible que ellos sean conscientes del poder de la música para hacer tales comparaciones.

Ese poder que posee, es capaz de ponernos la carne de gallina cuando oímos ciertas melodías, de hacernos llorar y de hacernos sonreír. La música nos transporta a lugares sin movernos y nos sitúa cerca de personas que no podemos tener al lado. ¿Cómo es posible que al oír  una canción me pueda acordar de ti, de aquel día, y que pueda tener hasta la misma sensación que me inundaba mientras miraba al sol? ¿Y por qué cuando suena otra canción puedo sentir un olor ficticio en mi nariz o un calor intenso en mis manos?

La siento como mi segunda piel, me acompaña siempre, esté donde esté y haga lo que haga. Vive conmigo y me ayuda a vivir con mayor intensidad los buenos momentos, y casi siempre consigue hacerme olvidar los malos. Me acompaña al caminar y me enseña a rezar.

Me gusta ver las misas llenas de sonidos, misas alegres donde la gente participa cantando. Las canciones nos hablan del Evangelio, nos cuentan los pasos que Jesús dio, nos ayudar a tomar ejemplo y a aprender a confiar y a vivir con Fe. Desde aquí el más  sincero agradecimiento a los jóvenes y niños que “nos enseñan” a los mayores que cantar es rezar dos veces. Son sus voces en los coros parroquiales los que alegran el corazón de la comunidad y nos ayudan a entender mejor la misa de cada domingo.

Cada día le agradezco a Dios tener la posibilidad de escuchar la música, de sentirla, de vivirla, de enseñarla, de transmitirla y de disfrutarla.

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