El domingo 15 se celebra la solemnidad de la Santísima Trinidad, la fiesta de Dios uno y trino, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La celebración de la Santísima Trinidad constituye el eje de la fe cristiana, su síntesis, compendio y canon: el Creo en Dios Padre, creador, misericordioso y providente; el Creo en Dios Hijo, hermano, redentor, camino, verdad y vida; y el Creo en Dios Espíritu Santo, fuerza, motor y dador de vida. Un solo Dios, tres personas distintas: la Santísima Trinidad. 

En el día de la Santísima Trinidad, la Iglesia católica en España celebra, además, la jornada pastoral de la Vida Contemplativa, el Día Pro Orantibus, una veterana jornada eclesial dedicada a los monjes y monjas de clausura, para dar gracias y para rezar y colaborar por y con ellos y con y por ellas.

Orar con fe, vivir con esperanza” es la frase elegida como lema para este Día Pro Orantibus. En toda España, hay en torno a 7.664 monjes y monjas, en unos 710 monasterios. De ellos, cerca de un millar son monjes y cerca de 7.000, monjas. Los datos, aunque levemente, va decreciendo cada año.

En nuestra diócesis, hay unas siete decenas de contemplativas y nueve monasterios contemplativos. Hay Benedictinas en Valfermoso de las Monjas; Clarisas en Sigüenza; Carmelitas Descalzas, en Iriépal y en Guadalajara; Cistercienses, en Buenafuente del Sistal; Ursulinas, en Sigüenza; Concepcionistas Franciscanas, en Guadalajara y Pastrana; y Jerónimas, en Yunquera de Henares.

Las Concepcionistas de Pastrana y las Concepcionistas de Guadalajara son los dos monasterios diocesanos con menor número de monjas. El monasterio más antiguo es el de las Benedictinas de Valfermoso de las Monjas, fundado en 1186. El monasterio de San Juan Bautista de Valfermoso de las Monjas es también el más numeroso, seguido de las Carmelitas de Guadalajara y las Clarisas de Sigüenza

 

La agenda pastoral diocesana de la semana está marcada por las evaluaciones del curso que concluye y el adelanto de la programación del curso entrante. En este sentido, habrá dos encuentros de trabajo entre los miembros de la cúpula diocesana y varias entidades con especial relevancia en la pastoral.

Así, en la tarde del miércoles 11 de junio será la evaluación con el laicado, que presidirá el vicario general. Y el jueves 12, entre las 6:30 y las 18:30, el obispo y sus vicarios trabajarán con los arciprestes y delegados pastorales la revisión del curso 2024-2025, en una primera parte, y después cada delegación presentará el calendario de acciones para el curso que viene. La coordinación de las reuniones depende de Agustín Bugeda, vicario general.

 

 

 

 

 

 

 

 

15 de JUNIO - SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

 

 

 

Texto bíblico

 

Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará” (Jn 16, 12-15).

 

Reflexión

 

El calendario litúrgico invita a bendecir, alabar, adorar, a signarnos e invocar al Dios revelado, un solo Dios y tres personas distintas: Toda celebración litúrgica comienza: “En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”, y concluye: “Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo”.

 

El icono de Rublev de la Santa Trinidad contiene unas figuras geométricas que revelan el amor infinito de Dios (el círculo), una relación trinitaria (el triángulo), una donación suprema (la copa sobre la mesa).

 

Hoy también se nos invita a orar por quienes lo hacen de continuo por nosotros, los contemplativos. Que el Señor provea de vocaciones a la vida monástica. El lema de la Jornada es: “Orar con fe, vivir con esperanza”.

 

Propuesta

 

Estamos señalados con el sello de Dios

 
 
 

Recibid el Espíritu Santo

 

 

Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.

“Esta es la hora en que rompe el Espíritu el techo de la tierra y una lengua de fuego innumerable purifica, renueva, enciende, alegra las entrañas del mundo”. Así rezamos en un himno litúrgico.

La solemnidad de Pentecostés nos invita a reconocer y agradecer la presencia y el protagonismo del Espíritu Santo en la vida y en la misión de la Iglesia.

Jesús había anunciado: “Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí” (Jn 15,26). Y también: “Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena” (Jn 16,13).

Al anochecer del primer día de la semana, Jesucristo resucitado sopló sobre sus discípulos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20,22). Así queda de manifiesto que es preciso “recibir” el Espíritu Santo. No se trata de una conquista, ni de la consecuencia de un esfuerzo, sino de un don, una gracia.

Entre las últimas instrucciones de Jesús a sus discípulos antes de la Ascensión está: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra” (Hch 1,8).

En la narración de Pentecostés, ante la dificultad de expresar adecuadamente lo sucedido, san Lucas utiliza en dos ocasiones el término “como”: “De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos” (Hch 2,2-3).

Las palabras no logran expresar adecuadamente la magnitud del acontecimiento. La consecuencia es decisiva: “Se llenaron todos de Espíritu Santo” (Hch 2,4).

El Espíritu Santo que, viniendo del cielo, llenó invisiblemente el corazón de los apóstoles, sigue llenando por dentro a los creyentes, acrecienta su fe e inflama sus corazones.

El Espíritu Santo impulsa la vitalidad misionera de la Iglesia, cualifica a los cristianos para ser testigos. Su presencia no es superficial, ni momentánea, ni siquiera intermitente. Él da consistencia al universo.

El Espíritu Santo habita en nosotros, vivifica nuestros cuerpos mortales, viene en ayuda de nuestra debilidad, intercede por nosotros con gemidos inefables, derrama abundantemente sus dones. Hemos de esforzarnos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz.

“Nadie puede decir: "¡Jesús es Señor!", sino por el Espíritu Santo” (1 Cor 12,3). Quienes se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios.

Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

 

+ Julián Ruiz Martorell

Obispo de Sigüenza-Guadalajara

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