Por Comunidad de la Madre de Dios

(Monasterio de Buenafuente del Sistal)

 

 

Muy queridos hermanos, ¡qué alegría reencontrarnos! La vida es el gran milagro, vivimos inmersos en él y no somos conscientes. De nuestro corazón brota un gran agradecimiento al Señor, al pensar las veces,  a lo largo del día, que hacemos o decimos cosas que nos separan de los hermanos y en consecuencia, del Señor. Y también las omisiones, todo lo que dejamos de hacer o decir. Y la vida continúa, Dios Padre no nos fulmina, ni toma una determinación definitiva sobre nosotros; más bien al contrario: nos vuelve a llamar, esperando siempre una respuesta misericordiosa de nuestra parte. Y esta, es también, la llamada fundamental del Santo Padre a toda la Iglesia, a cada uno de nosotros, en este año jubilar, Año de la Misericordia; llamada a ser “Misericordiosos como el Padre” (Lc 6, 36), lema de este año que incluye la bula de convocatoria “Misericordiae Vultus”. 

Ser misericordiosos como Dios Padre lo es con nosotros, a todos nos gustaría, lo deseamos; es más, sabemos que es un don que el Señor nos concederá, pero hemos de tener presente que no nos lo impondrá. El Papa Francisco justifica así la convocatoria de este jubileo extraordinario: “Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre.” (MV 3). El Papa en este punto nos está invitando a hacer todo lo que esté de nuestra parte para mantener nuestra mirada en Dios. En esta lucha nos encontramos la Comunidad, que nos sentimos interpeladas de forma particular, igual que todos los que formamos hoy la realidad de Buenafuente del Sistal, al tener el privilegio de la Puerta Santa. Para algo y por algo el Señor nos ha concedido este regalo. 

Ahora, ya en las puertas del verano, aproximadamente en el ecuador del año jubilar y recibiendo la visita de grupos que se acercan a nuestro “trocito de cielo” en busca del encuentro con Dios, queremos poner nuestro granito de arena, abonar el terreno de nuestro corazón para recibir de Dios Padre las gracias necesarias para llevar adelante esta misión a la que nos llama cada día: que toda la humanidad se acerque al corazón misericordioso de Dios. Y esta misión se concreta en nuestra Comunidad, con todos los que viven en El Sistal y con todas las personas que os acercáis hasta aquí.  Con la garantía de que el Señor llevará a término la obra comenzada, escuchamos -como san Pablo- al Señor que nos dice: “Te basta mi gracia, que mi fuerza se realiza en la debilidad” (2ª Co 12, 9).

 

¡Qué el Señor nos conceda por su gracia participar de Su Corazón misericordioso! Un fraternal abrazo, unidos en la oración y en la misión

Vuestras hermanas de Buenafuente del Sistal

Por Jesús Montejano

(Delegación de Piedad Popular)

 

Esta devoción al Corazón del Salvador ha sido, y sigue siendo, una de las expresiones más difundidas y amadas de la piedad eclesial.

Esta devoción de la piedad de los cristianos tiene un sólido fundamento en la Sagrada Escritura (Cf. Jn 10,30; Mt 11,29; Jn 19,37, Jn 20,20.27).

En la Edad Media esta devoción estuvo presente en personajes como San Bernardo (+1153), San Buenaventura (+1274), Santa Lutgarda (+1246), Santa Matilde de Magdeburgo (+1282), Santa Matilde (+1299), Santa Gertrudis (+1302), Santa Catalina de siena (+1380).

En la época moderna esta devoción, que intenta suscitar el amor y la confianza en la infinita misericordia de Jesús, destacan San Francisco de Sales (+1622), Santa Margarita Mª de Alacoque (+1690), San Juan Eudes (+1680), que promovió su culto litúrgico, San Claudio de la Colombierre (+1682) y San Juan Bossco (+1888).

Como formas de devoción aprobadas y recomendadas por la Iglesia podemos destacar las siguientes:

  1. La Consagración personal.
  2. La consagración de la familia.
  3. Las letanías del Sagrado Corazón de Jesús, aprobadas en 1891.
  4. El acto de reparación.
  5. La práctica de los nueve primeros viernes de mes. Favoreció la frecuencia de los sacramentos de la penitencia y de la Eucaristía.

Esta devoción es una clara expresión histórica de la piedad de la Iglesia hacia Jesucristo, su esposo y Señor; y requiere del cristiano que la profesa un verdadero espíritu de conversión y de reparación, de amor y gratitud sinceros.

En este año Jubilar dela Misericordia, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús es una clara invitación a adentrarnos en lo más profundo de nuestra fe, a buscar lo verdaderamente importante, a compartir los sentimientos del Señor para, como Él, poder ser en nuestro mundo, rostro de la misericordia del Padre.

Por Jesús de las Heras

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

El miércoles 8 de junio, a las 12:30 horas, la catedral de Sigüenza abre la exposición «aTempora», un recorrido por la sociedad, la cultura y el arte sacro del Siglo de Oro al hilo del cuarto centenario de las muertes de los grandes escritores —dos de los más eximios de toda la historia de la literatura universal— Miguel de Cervantes Saavedra y William Shapespeare.

Organizan, en iniciativa conjunta, el Obispado de Sigüenza-Guadalajara, el Cabildo de la Catedral de Sigüenza, la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y el Organismo Estatal del IV Centenario de Cervantes. En principio, la exposición permanecerá abierta hasta el 16 de octubre.

Será la principal de las exposiciones artísticas en España del cuarto centenario cervantino. Más de trescientas obras artísticas y culturales, a lo largo cuatro mil metros cuadrados, integran la exposición, cuyo comisario es Alfonso Caballero Klin, exdirector del Museo de la Santa Cruz de Toledo. Medio centenar de las obras expuestas han sido especialmente restauradas para la exposición.

 

Lo qué es y lo qué tiene 

La elección del tema en torno al que girará esta exposición, está en directa relación con la conmemoración de esos centenarios literarios, y se justifica por la existencia entre los fondos de la catedral de Sigüenza de una bandera arrebatada al pirata inglés Francis Drake durante su incursión a España y Portugal en 1589, y donada a la catedral por Sancho Bravo y Arce de Laguna, sobrino-nieto del llamado Doncel de Sigüenza, Martín Vázquez de Arce.

La muestra, multidisciplinar y variada, se centra en retratar la época en la que vivieron Cervantes (1547-1616) y Shakespeare (1562-1616). Esta segunda mitad del siglo XVI y primeros lustros del XVII es una etapa histórica que facilita la configuración de la muestra, prestando atención, por consiguiente, a los últimos años del reinado de Carlos I, el reinado completo de Felipe II y gran parte del reinado de Felipe III.

Así, el total de la exposición, que se desarrolla por diferentes espacios de la catedral,  esta articulado en torno a 14 apartados o capítulo: El poder y su imagen, Negro sobre blanco, La botica de San Mateo, Tapicerías, Doménikos, Cervantes, soldado del rey de España, La vida cotidiana en la España de Cervantes, El gabinete del escritor, In principio creavit Deus caelum et terram, Fieles a San Eloy, En olor de santidad, Intercesores, Memento y Gloria. Los ocho primeros se hallan en el claustro (en tres de sus cuatro pandas) y los seis segundos, en la catedral.

El proyecto museográfico de la exposición se articula, en efecto, en dos grandes partes: política, sociedad y cultura del siglo de oro, en el claustro; y el arte sacro de la época, en el interior de la catedral, con un recorrido de la historia de la Salvación, desde el Antiguo Testamento hasta la Pascua.

 

¿Y por qué ahora una exposición así en la catedral?

A esta pregunta, bien se le podría responder: “¿Y por qué no?”. ¿No era este o similar el sueño y el deseo de centenares  de seguntinos, máxime después de haber visitado las exposiciones de Las Edades del Hombre?  ¿Y, si  otras ciudades, más o menos similares a Sigüenza –Burgo de Osma, Arévalo, Ciudad Rodrigo, ahora Toro- han sido capaces de albergar exposiciones de esta envergadura, por qué Sigüenza no iba a poder acoger una muestra de estas características? Sigüenza es el segundo destino turístico de Castilla-La Mancha, su catedral figura, sin duda, entre las diez mejores de España,  Sigüenza –y con toda la entera provincia y diócesis- bien merecía una exposición.

Dos son las misiones principales de las catedrales. La primera es el culto divino. Toda catedral es el templo propio del obispo, su sede, su cátedra (de ahí, el nombre de catedral). Las catedrales acogen las principales celebraciones litúrgicas de  sus diócesis. Cada catedral y toda catedral son el ámbito y el emblema de la triple misión del ministerio ordenado en la Iglesia (ministerio cuyo culmen es el del obispo): enseñar, santificar y pastorear o regir.

Junto al culto, la cultura es el segundo eje y misión de una catedral, máxime si estamos hablando de una catedral de la belleza artística y cultural como la de Sigüenza. A lo largo de los siglos, las catedrales han sido motores de la vida de sus ciudades y comarcas. Y ahora lo siguen siendo. De este modo, además, la Iglesia puede realizar mejor su labor evangelizadora, tanto explícita a través de la enseñanza y catequesis de lo que el arte de sus catedrales encierra y significa, como esa otra dimensión evangelizadora que es la del diálogo, la del encuentro, la de ser foro y ámbito para que la vía de la belleza abra caminos al descubrimiento de la Belleza con mayúsculas.

La Iglesia está para evangelizar, sí, y sabe que el servicio y la disposición a la colaboración, sin banderías, con las distintas instancias públicas y privadas son también misión propia y camino evangelizador, máxime en tiempos de increencias y secularismos.

La Iglesia de puertas abiertas que el Evangelio demanda y que el Papa Francisco no cesa de reclamarnos a todos se inserta también entre las razones y los objetivos que humildemente desea prestar nuestra catedral con esta exposición.

 

Otras informaciones prácticas

El culto catedralicio permanecerá durante todo el tiempo de la exposición —y ya hasta junio de 2017— en la  capilla catedralicia del templo parroquial de San Pedro.

La exposición permanece abierta de martes a domingos de 10 a 14 horas y de 17 a 20 horas. El teléfono habilitado para concertar visitas guiadas es el 648 224 530.

 Por Juan José Plaza

(Delegación de Misiones)

 

El papa Francisco nos propone vivir este año con mayor profundidad las obras de misericordia. “Enseñar al que no sabe” es la primera de las obras de misericordia espirituales.

El hombre, a diferencia de los animales, guía o debiera guiar su vida no por el instinto, sino por su razón o entendimiento  y éste iluminado por la fe; pues nuestra razón quedó  debilitada  e inclinada al error a consecuencia del pecado original.

Efectivamente, no basta conocer la realidad o las cosas con nuestras facultades o potencias humanas, sino verlas a la luz de Dios y esto muy especialmente respecto a cuanto cae dentro del campo de la  ética y la moral, pues, de ello depende que obremos según el bien y la verdad o según el error y el mal.

Para sacarnos de la incapacidad de descubrir sólo con nuestras propias fuerzas la verdad y el bien de las cosas, envió Dios a su Hijo Unigénito, al Verbo, a la Sabiduría divina, que nos dice en el evangelio a los hombres: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, (Jn. 14, 6). Y también: “ Yo soy la luz del mundo el que me sigue no camina en la tiniebla, sino que tendrá la luz de la vida” ( Jn 8,12).

En ese mismo sentido de ayudarnos a descubrir la verdad y el bien y  a vivirlos hay que entender el mandato del Jesús a sus apóstoles: ”Id, pues,  enseñad a todas las gentes , bautizándolas en el nombre de Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándolas  a observar todo cuanto yo os he mandado”( Mat 28, 19-20).

En nuestro peregrinar por la tierra el “padre de la mentira” (Jn 8,44), como hiciera con Adán y Eva”, nos estará acechando constantemente  para apartarnos del camino de la verdad y llevarnos por sus caminos, caminos de   perdición. Ejemplo preclaro de ello tenemos en el hijo pródigo de la parábola evangélica (Luc. 15, 11-32).

Pero Dios Padre,  que siempre se muestra “rico en Misericordia” (Efesios 2, 4), nos ha brindado y nos seguirá brindando hasta el fin de los tiempos su luz  para poder evitar el error y el mal o  su misericordia, para salir de él y llevarnos, de nuevo, al camino de la verdad y del bien.

Hoy, como siempre y más que nunca, el hombre está expuesto  a la tentación de dejarse guiar por caminos equivocados…; sobre todo, porque “el enemigo” utiliza  los poderosísimos instrumentos de la propaganda (como antaño  hiciese con la famosa manzana), que se nos ofrece a través de  los  medios de comunicación…;  en la actualidad, casi totalmente,  en sus garras y  puestos a su servicio.

Es urgente sacar al hombre de esa contaminación gnosológica, moral y espiritual, que se ha extendido a toda la humanidad y tiene confundidas las mentes y las conciencias del hombre actual y le ha hecho caer en la dictadura del relativismo y del nihilismo…

La  evangelización  tiene como fin poner en práctica el mandato que Cristo  ha dado a la Iglesia y a todos los Cristianos de predicar el evangelio, de predicar la verdad que Cristo nos ha revelado sobre el hombre, y que magistralmente recoge el Vat. II con estas palabras:” En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor.  Cristo,  pues, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” (GS 22).

En el laberinto vital y mental, en la confusión moral y espiritual  en que hoy está sumergida  la humanidad es urgente practicar, más que ninguna otra, la obra de misericordia: “Enseñar al que no sabe”; es decir, ser misioneros de la Verdad con mayúsculas.

El papa Benedicto XVI, con la proverbial sabiduría que le caracteriza, ha dicho: “Es importante recordar que la mayor obra de caridad (de misericordia podríamos decir aquí) es la Evangelización, es decir, el servicio de la palabra. Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio, introduciéndole en la relación con Dios. Evangelizar  es la promoción más alta e integral de la persona humana”. (Mensaje para la Cuaresma de 2013).

En este Año de la Misericordia abrámonos todos al Espíritu Santo y, ungidos por El, colaboremos los cristianos en llevar  a nuestra humanidad hasta la verdad plena (Jn 16, 1-15).

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