Por Javier Bravo

(Delegación de Medios de Comunicación Social)

 

Estrenamos a partir de hoy un nuevo espacio en esta sección de opinión de la web del obispado. En ella nos encontraremos una vez al mes, y pretende ser un medio de interlocución para nuestras comunidades en el ámbito de las llamadas “redes sociales”, cómo las usamos –si es que las usamos- o cómo podemos usarlas más y mejor para nuestra pastoral.

Me gustaría dedicar esta primera oportunidad para dar una visión general de cómo podemos evangelizar en las llamadas “redes sociales“.

Lo cierto es que no encontramos muchas diferencias si lo comparamos con nuestra forma de actuar en nuestro entorno físico. El ser humano por naturaleza, el un ser sociable y por tanto necesita relacionarse con la sociedad. Es precisamente en el entorno físico pero también en el virtual, donde encontramos las oportunidades, más cerca de lo que podamos pensar, a la hora de llevar a cabo nuestra evangelización.

Lo que ocurre es que, muchos de nosotros, pensamos o creemos que esa actitud evangelizadora puede crearnos problemas con nuestros familiares  y amigos. De ahí ese miedo que a veces nos da manifestar en público nuestra fe y preferimos vivirla más íntimamente y personal.

La llamada cultura de “la tolerancia” nos lleva muchas veces a sentirnos mal o extraños cuando comunicamos nuestra fe en grupo. Y es que para la sociedad parece que esta tarea de la evangelización es algo molesto, que hacemos mal llevándola a cabo, y es ahí donde estamos fomentando,  en definitiva, lo que la sociedad de hoy en día quiere, reducir la fe al espacio personal e íntimo.

¿Qué hacer pues? ¿Cómo comenzar?  De eso irá este espacio, de ver las posibilidades que disponemos a la hora de evangelizar y de cómo usar esas redes en nuestra pastoral diocesana. Permitidme un primer consejo: lo primero, como en la vida misma, asumir el compromiso de intentar ser los más transparentes posibles. Es decir, dejar que sea Cristo el que se manifieste a través de nosotros. 

 

Por Jesús Montejano

(Delegación de Piedad Popular)

 

El próximo día 15 de octubre tendrá lugar en Guadalajara el Jubileo de la Delegación Diocesana de Piedad Popular, Cofradías y Hermandades.

Con motivo del Año Santo de la Misericordia se convoca a todas las asociaciones de Piedad Popular de la diócesis a participar en este encuentro festivo, que tiene como objetivos el vivir la fe, celebrarla, y expresarla. Por otro lado es una ocasión para confraternizar y conocernos, expresando la comunión de todos en torno al Obispo Diocesano.

Con nuestra diócesis queremos profundizar en el tercer capítulo del Plan Pastoral Diocesano Misión que es amor. El trabajo, a veces callado y anónimo, que se realiza en tantas asociaciones, cofradías y hermandades, tiene como origen y como expresión el amor al Señor, a la Virgen y a los Santos, y se expresa en la caridad para con los demás.

A lo largo de la Jornada queremos profundizar en ello con la peregrinación-marcha desde el Palacio del Infantado hasta la Concatedral de Santa María, en donde pasaremos por la Puerta Santa o del Perdón y celebraremos la Eucaristía. Posteriormente, en el Centro Municipal Eduardo Guitián tendremos unos momentos de reflexión e información. Por la tarde tendrá lugar en el Palacio del Infantado un Via crucis, para posteriormente marchar procesionalmente hasta la Concatedral de Santa María con los estandartes, insignias e imágenes.

Momento de convivencia será también la comida fraterna en la Parroquia del Salvador y el refresco al final de la jornada en la Plaza de Santa María. Para ello se pide la colaboración económica de 5 €

            El horario propuesto es el siguiente:

  • 10’30: Acogida en el Palacio del Infantado y entrega de Acreditaciones a las asociaciones participantes.
  • 11’00: Marcha Peregrinación hacia la Concatedral de Santa María.
  • 11’30: Acogida por el Sr. Obispo, Paso por la Puerta Santa y Celebración de la Eucaristía.
  • 13’00: Acto en el Centro Eduardo Guitián.
  • 14’00: Comida.
  • 17’30: Viacrucis en el Palacio del Infantado y Procesión a la Concatedral de Santa María.
  • Refresco final.

Esta jornada es un encuentro para compartir la fe, celebrándola y expresándola, recibir la gracia jubilar de la Misericordia y caminar juntos como hermanos.

Se pueden realizar las inscripciones en la dirección cofradíEsta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Por Juan José Plaza

(Delegación de Misiones)

 

 

El mes de Octubre es el mes misionero por excelencia.

El Domund 2016 está llamando a nuestras puertas. Mejor, está llamando a nuestros corazones y vidas cristianas. La Jornada o Domingo Mundial de las Misiones lo primero que pretende es recordarnos que” la Iglesia peregrina (cuantos la formamos en la Tierra) es misionera por naturaleza” (Ad Gentes, 2). O como se nos dice en otro lugar: “La Iglesia existe para evangelizar” (E.N. 14).

Hace unos meses la Conferencia Episcopal Española sacó a la luz un documento titulado: “Jesucristo Salvador del hombre y esperanza del mundo”. En  él salía al paso de ciertas corrientes  y opiniones teológicas que sostienen que la salvación Dios la puede ofrecer libremente a los hombres a través de distintos caminos, de distintas religiones  y de sus fundadores (Buda, Mahoma, etc.). Jesucristo y la religión cristiana sería un camino más de salvación. Esto obviamente para un cristiano es inaceptable, porque Jesucristo, Hijo de Dios, fue enviado por el Padre como Salvador de todos los hombres. Efectivamente, así se nos recuerda en los Hechos de los apóstoles: “No se nos ha dado otro nombre (que el de Jesucristo) bajo el cielo en el que podamos salvarnos” (Hech. 4,12).

Sostener las ideas, antes mencionadas, respecto de la salvación del hombre  es un torpedo contra la línea de flotación no sólo del Domund, sino de la misma naturaleza misionera de la Iglesia.

El Domund de este año y su lema: “Sal de tu tierra” (coincidente con la “Iglesia en salida” que no se cansa de repetir  el papa Francisco) viene a confirmarnos, una vez más, la vocación misionera de la Iglesia y de todos los cristianos; viene a recordarnos

a/  que tenemos que salir de la tierra de nuestras dudas y de esas ideas equivocadas sobre  la salvación del hombre, pues sólo Jesucristo el Salvador.

b/ que tenemos que salir de la tierra de nuestras idolatrías y tibiezas, que nos llenan de flojera para llevar adelante nuestra misión evangelizadora y mostrar  a los hombres la luz, la esperanza, la paz, la justicia,  el amor …,es decir, a Cristo.

c/  que tenemos que salir de la tierra del individualismo y del pasotismo, de la desgana, de la falta de compromiso y  de  interés por el bien y la salvación de los demás y reavivar en nosotros el afán apostólico,  al que nos urge el mandato de Cristo de amarnos como Él nos ha amado.

d/ que tenemos que salir de la tierra de nuestros miedos, cobardías, comodidad  y del qué dirán y dar testimonio y hablar de Jesucristo a nuestros hermanos, aunque nos desprecien y tengamos que sufrir por ello,  como los apóstoles, que incluso  estaban contentos por haber tenido que padecer por el nombre Cristo.

El primer misionero, Jesucristo, para traernos la salvación, también tuvo que salir: en primer lugar del cielo y venir a la tierra y luego salir de su tierra, de su hogar de Nazaret para  predicar  la  Buena Nueva  de la salvación por todo Palestina e Israel.

Los apóstoles también tuvieron que salir de su tierra, dejar sus casas y familias para continuar la misión del Señor y darlo a conocer, hasta los confines del mundo. Lo mismo hicieron sus sucesores y siguen haciendo los misioneros, hasta nuestros días.

¿Nosotros, cristianos del siglo XXI, qué haremos? ¿Seguir encerrados en nuestras tierras de dudas, idolatrías,  tibieza, pasotismo, individualismo, cobardías,  miedos, indiferencias y  del qué dirán, etc. o tendremos la valen tía de salir  de ellas, apoyados en la gracia y el poder del Espíritu, para dar testimonio de Cristo y del Evangelio, como tan insistentemente nos pide el papa Francisco y los últimos pontífices?

¡Ojalá que  como en  San Pablo, el más eminente de los apóstoles, corra por nuestras entrañas aquel arrebato misionero que le llevó a  decir: “Ay de mí si no evangelizare”, que,  en este Domund del 2016,  nosotros podríamos  traducimos por : ¡ Ay de mí, si no salgo de mi tierra a dar testimonio de que Cristo es el único  Salvador de  los hombres”!

 Que en la celebración del Domund, además de reavivar nuestra vocación misionera, ofrezcamos por los misioneros nuestras oraciones y nuestra generosa aportación económica.

 

Apertura de la fase diocesana del proceso de canonización del Siervo de Dios Jesús Pla Gandía, obispo de Sigüenza-Guadalajara

 

Por Alfonso Olmos

(Sacerdote y periodista)

 

 

El 17 de septiembre la catedral de Valencia acogió el acto solemne de apertura, de la fase diocesana del proceso de canonización del que fue obispo de Sigüenza-Guadalajara, Jesús Pla Gandía. Dicha celebración estuvo presidida por el cardenal Antonio Cañizares, arzobispo metropolitano de Valencia, a quien acompañó nuestro obispo diocesano, Atilano Rodríguez, y un nutrido grupo de prelados, entre ellos el seguntino Juan José Asenjo, arzobispo de Sevilla.

Por causa de canonización la Iglesia denomina el minucioso proceso para obtener averiguaciones sobre la santidad de una persona. Ese proceso comienza con la apertura de la fase diocesana de investigación, y concluye con el reconocimiento oficial de santidad en la canonización, con los pasos previos de la declaración de Venerable, y la beatificación. Es entonces cuando se autoriza el culto público del, hasta entonces, Siervo de Dios. El proceso se incoa en la diócesis en la que tuvo lugar la muerte de la persona sobre la que se inicia ese proceso, y es el obispo diocesano la autoridad competente para iniciar la causa.

Durante el proceso el tribunal diocesano nombrado al efecto realiza la fase instructora, en la que se procede a la adquisición de datos objetivos, que luego se envían a Roma, para que la Congregación de la Causa de los Santos los estudie, y pueda emitir un dictamen, sobre el grado heroico en la vivencia y práctica de las virtudes cristianas por parte del Siervo de Dios. Esta Congregación también estudia la autenticidad de un posible milagro obrado por su intercesión. Tras este proceso, si el dictamen es positivo, la causa se presenta al papa a quien corresponde declarar finalmente si debe procederse a su beatificación o canonización.

Retazos de su vida

Todo este proceso es el que ahora comienza a vivirse para examinar la vida y virtudes del que fue obispo de esta diócesis, Jesús Pla Gandía, durante una década. Monseñor Pla nació en Agullent, provincia de Valencia, en la Nochebuena de 1915. Nació en un pueblo religioso y en una familia muy cristiana, que le animó en su decisión de ir al seminario para ser sacerdote.

Fue ordenado sacerdote el día 5 de julio de 1942, recibiendo de inmediato el encargo de la parroquia de Genovés, donde se le recuerda con gratitud por la ilusión con que trabajó por el bien de todos los genovesinos en plena juventud. Tras cinco años de director espiritual en el seminario diocesano don Jesús llegó a la parroquia de San Jaime de Moncada donde se afanó en distintos trabajos evangelizadores y misioneros, haciendo hincapié en la promoción de la educación, de la cultura y el deporte, en los medios de comunicación y, de forma paralela, en la atención al clero. Así hasta ser nombrado vicario general de la diócesis de Valencia en 1967, paso previo a su designación como obispo de la misma, y titular de Bareta, el 31 de marzo de 1971. Ese mismo día fue nombrado también obispo auxiliar de la diócesis valenciana José Gea Escolano, y ambos fueron consagrados obispos el día de la Virgen de los Desamparados, patrona de Valencia, el 8 de mayo del mismo año, por el hoy venerable José María García Lahiguera, arzobispo de la ciudad del Turia. Don Jesús destacó en este ministerio por su bondad y por su fidelidad y llevó a cabo multitud de iniciativas, siendo el encargado de poner en marcha en Valencia las nuevas normativas emanadas del Concilio Vaticano II.

Obispo en nuestra diócesis

El 5 de mayo de 1981 se hizo público su nombramiento como obispo de Sigüenza-Guadalajara, haciendo su entrada en la ciudad del Doncel, para tomar posesión, el día 24 del mismo mes. Durante una década pastoreó esta diócesis haciendo vida a cada instante su lema episcopal: “la verdad os hará libres”.

Durante estos años se empeñó en que se llevara a cabo una buena formación permanente del clero, se interesó por las vocaciones masculinas y femeninas, abriendo incluso un seminario para el discernimiento vocacional de chicas jóvenes, y puso interés en las reparaciones de las viviendas de los sacerdotes. Impulsó la pastoral diocesana y la implantación del nuevo Código de Derecho Canónico, así como la reestructuración del organigrama de los órganos de gobierno y de pastoral en la diócesis, especialmente de las vicarías, los arciprestazgos y las delegaciones diocesanas. Si hubo algo que a don Jesús le gustaba sobre todo eran las visitas pastorales, el encuentro con la gente y con los sacerdotes. Comenzó en la primavera de 1982 en Sienes y concluyó en el verano de 1988 en Huertapelayo.

Don Jesús presentó su renuncia al gobierno de la diócesis en diciembre de 1990, al cumplir los setenta y cinco años, como pide el Código de Derecho Canónico. La renuncia le fue aceptada en septiembre de 1991, nombrándose a su sucesor, monseñor José Sánchez, que tomó posesión en noviembre de ese mismo año, fecha en la que el obispo emérito marchó de nuevo a su tierra de origen, donde vivió, con su fiel hermana María, hasta que falleció el 8 de noviembre de 2000. Tres días después se celebraron sus exequias en la catedral de Sigüenza y su cuerpo fue sepultado en la capilla de la Inmaculada, junto al obispo mártir Eustaquio Nieto.

Las virtudes de don Jesús

Don Jesús destacó por su austeridad de vida; por su firmeza doctrinal; por la rigurosidad en los asuntos administrativos; por el interés en el cuidado del patrimonio; por la lucidez en el gobierno de la diócesis; por el amor a su pueblo, por su trato paternal con los sacerdotes y por su espiritualidad profunda.

Estas son, sin duda, las virtudes que vivió de forma eminente don Jesús y que ahora hacen que la Iglesia quiera presentarlas al pueblo cristiano como ejemplo de buen pastor, por lo que hace poco más de un año se redactó el supplex libellus que es la petición oficial al Arzobispo de Valencia para que realizara todos los trámites necesarios para incoar la causa. En ese documento se hace un resumen de la biografía del prelado que rigió nuestra diócesis durante una década, se exponen las razones por las cuales se hace la solicitud de iniciación de la causa de beatificación y canonización, y se aporta la documentación recogida hasta ahora y los posibles testigos. Tras ser acogida la petición es la diócesis de Valencia, en íntima colaboración con de Sigüenza-Guadalajara, la que irá dando los pasos necesarios para avanzar en este proceso que ahora se inicia.

Por Jesús de las Heras

(sacerdote y periodista)

 

 


La cita anual en el calendario litúrgico de la Iglesia en torno a la fiesta de San Francisco de Asís, el 4 de octubre,  es una convocatoria siempre gozosa y festiva, siempre fresca y lozana, rejuvenecedora e interpeladora. Evocar y celebrar a Francisco es sumergirse en el manantial de la gracia de Dios, en las fuentes del verdadero y apasionado seguimiento de Jesucristo. Francisco de Asís siempre llega a la comunidad cristiana y a tantas y tantas otras personas como una bocanada de aire puro, fresco, fragante y renovador. El 4 de octubre es San Francisco de Asís, el santo que no pasa de moda, el cristiano que más se ha parecido a Cristo.

Decir Francisco es decir Evangelio, evangelio sin glosa, evangelio vivo, vivido y transmitido. Es decir radicalidad, idealismo, fraternidad, pobreza, paz, humildad, minoridad, conversión, cruz, gracia. Es decir, Dios, "mi Dios y mi todo". Es decir el Dios que es "todo Bien, sumo Bien, Dios vivo y verdadero".

Con razón el pobrecillo de Asís -"il Poverello"-, el "mínimo y dulce Francisco" -en hermosa y acertada frase del poeta Rubén Darío- ha sido considerado como el cristiano que más se ha parecido a Jesucristo y como el principal o, al menos, uno de los principales personajes de todo el segundo milenio de la era cristiana. Francisco es amado no solo por la gran familia franciscana y por los miembros de la Iglesia, sino por tantas otras personas, cristianas o no, creyentes o no creyentes.

Llegar al corazón de todos, de tantos

Y es que Francisco ha llegado y llega al corazón de pobres y de ricos, de intelectuales y de iletrados, de laicos y de consagrados, de sacerdotes y de vocacionados, de nobles y de plebeyos. Prueba de ello es la fecundidad casi inagotable de su carisma, traducido a Órdenes e Institutos consagrados y laicales masculinos y femeninos, a movimientos, patronazgos, asociaciones...

¿Cuántas personas integran la gran familia franciscana? Se habla de más de setecientos mil seglares afiliados formalmente a ella. Los religiosos son en torno a cincuenta mil entre menores, conventuales, capuchinos, franciscanos de la TOR, franciscanos de la Cruz Blanca, franciscanos de María... Todas estas Instituciones tienen, a su vez, rama femenina, bien poblada y frondosa. Asimismo, a partir del siglo XIX, al autorizarse la vida consagrada activa para las mujeres, surgieron numerosas congregaciones de matriz franciscana, que sumaban y suman muchos miles de consagradas. ¿Hasta un millón de católicos están jurídicamente relacionados con San Francisco? ¿Y cuántos más lo están -lo estamos- en el corazón?

San Francisco de Asís es patrono de los ecologistas, de los agentes forestales, de parroquias, de ciudades -como San Francisco, en USA, una de las principales metrópolis del país-, de los veterinarios, de los escultistas, de los pacifistas, de los belenistas... Como escribía el sacerdote y poeta catalán del siglo XIX -uno de los referentes de la literatura catalana- Jacinto Verdaguer, terciario franciscano, "quien por fraile, quien por hermano, todo el mundo es franciscano".

De todas las ramas franciscanas, han florecido en santidad 571 santos y beatos, al menos. Ninguna otra familia religiosa tiene tantos. Y algunos, como Santa Clara de Asís, San Pedro de Alcántara, San Maximiliano María Kolbe, San Pío de Pietrelcina o el beato fray Leopoldo de Alpandeire, de un nivel tan elevado y tan próximo al mismo Francisco.

El clamor de la historia y de la humanidad

Otro ejemplo de este clamor de la historia y del presente lo podemos encontrar en la riqueza y vitalidad de la iconografía franciscana. ¿Quién no ha oído hablar de la Tau, del cordón franciscano, del sayal, de los estigmas o del Cristo de San Damián?

Pero mayor clamor aún lo encontramos en la repercusión y huella de Francisco en la historia de la cultura. Giotto, Velázquez, Murillo, Zurbarán, El Greco, Gozzoli, Ghirlandaio, Caravaggio,... lo pintaron con primor y, en estela de estos grandísimos de la pintura, José Segrelles y hasta el mismo Joan Miró plasmaron más contemporáneamente a Francisco en sus creaciones. Al menos media docena de películas de gran metraje se han hecho sobre él: desde "Il Poverello d'Assisi", ya en 1911, en los mismos albores del cine, hasta "Francesco", de Liliana Cavani, en 1989, o la película que más ha influido en el fervor popular por Francisco "Hermano sol, hermana luna" de Franco Zeffirelli, en 1972, o "Francisco, juglar de Dios", de Roberto Rosellini, en 1959.

Hasta el extinto grupo musical "Mecano" le dedicó hace dos décadas una hermosa canción, "Hermano sol, hermana luna". E incluso el dramaturgo agnóstico y a veces irreverente Darío Fo, italiano como Francisco y premio Nobel de literatura, hizo y representó una bella obra teatral sobre él. Las páginas de los musicales de las tres últimas décadas contienen asimismo memorables escenificaciones y recreaciones como la juvenil obra "Forza, venite gente", con admirables canciones como "Luna", "Laudato si, mi Signore", cuajadas de belleza y de contenidos e invitaciones pastorales.

Literatos tan extraordinarios como Dante, Todi, Tasso, Chesterston, Rubén Darío, Valle Inclán, Julien Green, Kazantzakis, escribieron espléndidas páginas de la mejor literatura en memoria y honor del "Poverello". El mismo Miguel Cervantes, que fue terciario franciscano, pudo inspirarse en él para reflejar alguno de los rasgos de su inmoral Don Quijote de la Mancha. Y los mismísimos y poco próximos a lo religioso y eclesial José Saramago y Álvaro Pombo lo han hecho y lo han hecho bien y con respeto. Diríase que todos ellos y tantos otros han querido rendir un homenaje al autor del "Cántico a las criaturas" y de "Las Florecillas". Diríase que, desde sus situaciones personales de creencia o de increencia, se han acercado reverencialmente, respetuosamente, admirativamente, a este creyente, a este cristiano por antonomasia, sobre quien han escrito también extraordinarias biografías autores religiosos tan relevantes como Ignacio Larrañaga, Eloi Leclerc, Carlo Carreto,...

Y para colmo hasta el Papa

Sí, por si todo lo anterior era todavía poco e insuficiente, desde hace tres años y medio, el sucesor de san Pedro, el vicario de Cristo en la tierra, el pastoral supremo de la Iglesia universal, también se llama Francisco, mejor, ha querido llamarse Francisco.

Y lo hizo y lo sigue haciendo como todo un símbolo y una interpelación: la Iglesia necesita continuamente seguir siendo reparada, los pobres, los preteridos y los últimos han de ser siempre los primeros y los valores de las bienaventuranzas, de la paz y la fraternidad universales son el alma y el corazón del Evangelio de Jesucristo, que Francisco de Asís supo encarnar en primera persona de modo admirable.

Francisco, el Papa jesuita de sayal y corazón franciscano, no solo ha visitado ahora ya tres veces Asís, sino que hasta ha querido inspirarse en san Francisco para una de sus encíclicas, bien emblemática por cierto, y hasta la ha titulado con palabras de Francisco: Laudato si`.

Pero, ¿cuál es el secreto de Francisco?

Sí, todo esto es verdad. Pero ¿cómo es posible? ¿Cuál es la razón, la clave, el misterio de Francisco? ¿Cómo es posible que ocho siglos después siga de moda, vivo, fresco, atrayente, interpelador? ¿Cuál es su secreto? La respuesta es sencilla: su condición de enamorado y apasionado de Jesucristo, su Dios y su todo. Francisco no es una "marca" de moda, una referencia sólo humanamente atractiva. Sí, lo es, pero lo es desde su radicalidad en la imitación de Jesucristo pobre y crucificado. Lo es desde su itinerario de permanente conversión, desde su búsqueda de la santidad, desde su seguimiento fiel y fecundo del Evangelio "sin glosa". Cercano ya al final de su vida, Francisco recibió en el monte Alverna los estigmas de la cruz. Pero antes, mucho antes, el corazón y el alma de Francisco habían sido ya "heridos" y transfigurados por las llagas del Señor.

La historia de Francisco es la historia de la gracia y de la conversión. Es la historia de la respuesta fiel, generosa y abnegada de quien se siente irresistiblemente atraído por Jesús. Es la historia de un hombre para los demás, que y porque fue un hombre para Dios y de Dios, sin Quien el mundo y el hombre pierden su fundamento y su dirección de marcha. Francisco es testimonio elocuente y grandioso de que Dios es, de que Dios existe, de que Dios es amor, de que no podemos vivir sin este amor, sin este Dios. Francisco es anhelo y realización, desde este Dios del Amor, de las aspiraciones más profundas y más nobles del corazón del hombre. Francisco expresa y ejemplariza además las dos tendencias y tensiones del creyente en busca del equilibrio y de la propia vocación: la ascética y la mística, la misión y la contemplación, la oración y la caridad.

Y lo demás -que en su vida fue tanto y tan grande- a él se le dio y a nosotros se nos dará y vendrá por añadidura: la paz, la fraternidad, la pobreza, la humildad, la caridad, el respeto y la promoción de la naturaleza. Y todo porque Francisco descubrió, siguió, amó y transmitió al Cristo total: al Amor Encarnado, al Amor Crucificado y al Amor Resucitado.

Por ello, por todo ello, si todo el mundo, bien por fraile o bien hermano, no es todavía franciscano, bien que debería serlo, que deberíamos serlo.

 

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