Por Agustín Bugeda Sanz

(vicario general)

 

 

Hoy, 19 de julio de 2016, se vuelve a constituir la Cámara de Diputados por segunda vez en este año, algo que no deja de ser anómalo en la vida normal de un país democrático. 

Y en medio de esa anomalía, los ciudadanos que hemos asumido nuestra responsabilidad a la hora de votar por el bien de nuestra nación, pedimos ahora que los que hoy se van a sentar en esos escaños, símbolos de nuestra democracia, conscientes de esta “anomalía”, también asuman esa responsabilidad a la hora de representarnos, y por la tanto el gran mensaje que se les ha dado de consenso, diálogo, encuentro para el bien de España lo lleven a cabo. 

Es lógico que los que hoy ocuparán estos escaños sean de diversa índole y condición, de diversas edades y procedencia, de diversas ideas y situaciones, pero los que les pedimos es que desde esa diversidad que a todos nos enriquece, sepan dialogar, aportar cada uno lo bueno que tiene, unirse en lo esencial y lograr así una España unida por el bien de sí misma y de este mundo tan convulso en el que nos toca vivir. 

Vemos los variados avatares sociales de este siglo XXI: terrorismo, refugiados, muertos de hambre, personas descartadas de todo tipo… y para dar respuesta a todo ello necesitamos que en medio de este mar con tanta marejada, la barca de nuestra nación lleve un ritmo firme y seguro, para que así se puedan a unir a ella tantos descartados de la vida. 

La diversidad, los diferentes “carismas” y sensibilidades han de lograr una unidad en temas esenciales donde la gran mayoría de españoles estamos de acuerdo. Estos son los derechos fundamentales de las personas, los llamados derechos humanos: el derecho a la vida y una vida digna, el derecho a la libertad en todos sus términos, el derecho a la igualdad basado en la dignidad humana de los hijos de Dios, etc… 

Estos días leyendo editoriales y artículos en los distintos medios de comunicación, escuchando a los contertulios en las cadenas televisivas o de radio, entrando en las redes sociales, se repite un mensaje como si fuera un “mantra”: “que dialoguen, se pongan de acuerdo, eviten personalismos y tengamos un gobierno estable y una legislatura tranquila y eficaz”. Me imagino que nuestros diputados que hoy se sientan en el Congreso habrán leído, escuchado y visto estos mensajes mucho más que un servidor. 

Más aún, los diversos representantes sociales que en un lugar u otro ocupan cargos de responsabilidad, desde un partido u otro, también les hemos oído este mismo mensaje y su deseo de que así sea. 

Los que, gracias a Dios, tenemos fe sabemos que el mundo, las cosas de cada día están en manos de Dios, confiamos plenamente en Él y sabemos que nos llevará siempre a buen puerto, contando por supuesto con toda nuestra entrega sincera y leal en este momento concreto que nos ha tocado vivir.

 Confiamos en este momento clave para nuestra nación en la sensatez, sentido común y buen hacer de todos los diputados que nos representan para que pronto podamos congratularnos por un nuevo gobierno que guíe a España por los caminos que todos sus ciudadanos nos merecemos.

Por Juan Fogué

(Delegación Diocesana de Piedad Popular, Cofradía y Hermandades)

 

 

En este mes de julio celebramos la fiesta de la Virgen del Carmen. El origen de la Orden Carmelitana se remonta nada menos que al siglo XIII. 

En aquel tiempo varios ermitaños vivían en el monte Carmelo, situado en el actual Israel, tratando de imitar las virtudes y la vida ascética del profeta Elías. Tras unir sus esfuerzos y forma de vida pasaron a denominarse “Hermanos de Santa María del monte Carmelo” de ahí la posterior denominación genérica utilizada hasta hoy para referirse a los religiosos de la Orden: Carmelitas.

La fiesta de la Virgen del Carmen se celebra el 16 de julio, y no es por casualidad. El 16 de julio de 1251 la Virgen se apareció a San Simón Stock, Superior General de la Orden, y le entregó el escapulario al tiempo que le decía:  “Toma, hijo mío muy amado, este escapulario que he obtenido para ti y para los hijos del Carmelo. El que muera con esta insignia será preservado del fuego eterno; ésta es señal de salvación, salvaguarda en los peligros y prenda de singular protección”.  Desde entonces el escapulario ha sido uno de los signos distintivos de la Orden y ha sido también utilizado por miles y miles de laicos que llevando sobre ellos su forma reducida, han querido unirse espiritualmente a la Orden de esta forma.

Durante siglos, la Orden Carmelitana ha acogido a aquellos seglares que con devoción querían vivir en el “mundo” el ideal Carmelitano, para ello, se fundaron las Cofradías que todavía hoy perduran.

En el caso de Guadalajara,  podemos disfrutar durante este mes de la novena a la Virgen del Carmen en la iglesia del monasterio de San José, de las RR.MM. Carmelitas Descalzas. Los cultos se desarrollarán del 8 al 16 de julio. A las 19:30 horas habrá Rosario y novena, Misa con homilía y Salve Cantada. Del 8 al 15 de julio, tras los cultos, se realizará la imposición del Escapulario a aquellos que lo soliciten. Y el día 16, festividad de la Virgen del Carmen la Misa será solemne.

 

La Cofradía de la Virgen del Carmen de Guadalajara tiene su origen en la iglesia de los Santos Reyes Magos (actual iglesia del Carmen de la capital provincial), que fue levantada en 1632 por los frailes Carmelitas Descalzos.

Tras la desamortización y exclaustración forzosa del siglo XIX la Cofradía fue trasladada al convento de las  Descalzas por el Padre Fray Julián de San Luis Gonzaga y aunque desgraciadamente en la Guerra Civil se perdieron los archivos de la Cofradía, su antigüedad e historia son atestiguadas por otras referencias en archivos de la Orden.

Las actividades de la Cofradía son variadas, destacándose:

Dos retiros anuales para los cofrades predicados por un Carmelita Descalzo.

Celebra con solemnidad la novena a nuestra Madre Santísima.

Apadrina a dos niños en comunidades parroquiales de Venezuela regentadas por Carmelitas.

Costea los estudios de un seminarista Carmelita Descalzo en Cuba.

Y posee capillas domiciliarias que recorren por semanas las viviendas de aquellas personas que desean vivir el amor y la devoción a la Virgen y comprometerse con las misiones.

 

Desde aquí os animamos a todos a conocer más profundamente esta devoción multisecular, a la Virgen del Carmen, que ha dado tan extraordinarios frutos espirituales a lo largo de la historia, así como a conocer la Orden del Carmelo y la Cofradía del Carmen, que pueden ayudarnos a seguir el camino directo al Señor: “A Jesús, por María”.

Feliz y santo mes de julio.

Por Jesús de las Heras Muela

(Sacerdote y periodista)

 

 

La siempre imponente Sala Clementina de los Palacios Apostólicos del Vaticano acogió en el mediodía del martes 28 de junio un acto conmemorativo a los 65 años de la ordenación sacerdotal de Benedicto XVI.  Fue precisamente esta sala el penúltimo lugar donde el ahora emérito se despidió en la mañana del jueves 28 de febrero de 2013, horas antes de que ya, en el Palacio Apostólico de Castelgandolfo, a las ocho de la tarde de aquel día para la historia, se hiciera efectiva su renuncia al ministerio apostólico petrino, anunciada por él mismo el lunes 11 de febrero de 2013.

Tres años y tres meses después, quiso su flamante sucesor, el Papa Francisco presidir el acto citado, en el que se presentó un libro con escritos sacerdotales de Joseph Ratzinger. En el acto, tomaron la palabra  además de los cardenales Sodano, decano del Colegio Cardenalicio, y Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Por su elocuencia, transcribo a continuación los discursos del Papa emérito y del actual Romano Pontífice.

Esta celebración en sí misma, sus gestos y desarrollo y los discursos allí pronunciados nos permiten entender la extraordinaria lección de eclesialidad que Francisco y Benedicto XVI nos han brindado una vez más. En la Iglesia, solo hay un Papa (ahora Francisco). Benedicto XVI lo fue y ahora sirve a la Iglesia desde su jubilación, oración y ofrenda de su ancianidad, sabiduría y discreción.

A los tres días de hacer pública su renuncia, en un encuentro, el jueves 14 de febrero de 2013, con los sacerdotes de Roma, Benedicto XVI realizó una significativa declaración de intenciones al respecto: “Aunque ahora me retiro, estoy siempre cerca de todos vosotros en la oración, y estoy seguro de que también vosotros estaréis cercanos a mí, aunque para el mundo estaré oculto”. Nunca dudé que así sería. Y aunque hemos tenido noticias e imágenes de él y se han seguido editando libros suyos, Benedicto XVI ha sido fiel a su palabra, como tantos y tantos estábamos seguros que iba a ocurrir. Es más, hasta estoy convencido de que él mismo hubiera preferido incluso una menor notoriedad de la que, en mayor o en menor medida, se ha producido sobre su persona en estos cuarenta meses, aun cuando, por otro lado, es también lógico el que la Iglesia vaya teniendo informaciones sobre él cada cierto tiempo, máxime por el afecto que suscitó, por la importancia de su legado y por su más que avanzada edad (cumplió 89 años el pasado 16 de abril).

La renuncia de Benedicto XVI abrió en la historia y en la vida de la Iglesia una nueva etapa en muchos sentidos. Uno de ellos fue y sigue siendo el inédito hecho de que junto a un Papa en ejercicio viva, y además muy próximo físicamente (en el monasterio Mater Ecclesiae, dentro del Estado de la Ciudad de Vaticano), su antecesor.  Son, además, evidentes de todo punto las diferencias notables entre las personalidades  y los acentos y subrayados ministeriales de ambos. Pero de ahí a albergar cualquier sombra de duda sobre quién es efectivamente el Papa actual y sobre la posible capacidad de influencia o de condicionamiento del ya emérito dista un abismo.

Ha sido el mismo Papa Francisco quien en numerosas ocasiones ha explicado esta “cohabitación”.  Lo hizo sin ir más lejos en su rueda de prensa en el avión de regreso de su reciente viaje a Armenia: “El Papa emérito no es el segundo papa…. Es el abuelo sabio, el hombre que me cuida las espaldas y los hombros con su oración”. Como en otras ocasiones, Francisco recordó que hasta hace medio siglo no existía en las diócesis la figura del obispo emérito (los obispos no se jubilaban) y que ahora nadie duda del acierto de la medida conciliar y de Pablo VI de establecer el límite de edad al ministerio episcopal activo. Y la experiencia demuestra –añadimos nosotros- que en las tantísimas y tantísimas diócesis que han contado y cuentan con obispos eméritos no hay tampoco dudas acerca de quién es el único y efectivo obispo.

A lo largo de este tiempo,  se ha hablado también de posibles o no visitas recibidas por Benedicto XVI de personas que supuestamente le pedían alguna reacción ante el estilo y las decisiones de Francisco. No nos constan ni estas visitas ni su contrario, pero lo cierto es que tal pretensión demuestra o demostraría un escaso conocimiento de la persona y del talante de Benedicto XVI.

Ya el apóstol san Pablo advirtió del error de las “banderías” (I Cor 1, 12) y señaló tajantemente que  ni de Pablo, ni de Apolo, ni de Cefas, que el verdadero cristiano es seguidor de Jesucristo, cuyo único Vicario en la tierra es el Sucesor de Pedro, es el Papa. Es –desde el 13 de marzo de 2013, felizmente y por la gracia de Dios- Francisco. Y que todos, también y el primero el Papa,  estamos al servicio de la misión encomendada: cada una la suya y todos la de edificar, con palabras, gestos y acciones e incluso sin ellos –ofrendando lo que buena y humildemente podamos hacer o dejar de hacer- la Iglesia, Cuerpo de Cristo, la Familia de Dios.

Por Alfonso Olmos

(Director de la Oficina de Información)

 

 

Esta mujer está de moda. Amiga íntima del Señor y testigo privilegiado de la Resurrección. María Magdalena ha sido protagonista de novelas de intriga y de relatos fantasiosos. De ella se ha hablado mucho, más apócrifamente que de forma auténtica y veraz. El caso es que es un personaje tan singular como importante para la vida de la Iglesia. 

Su figura está de actualidad porque el pasado día 3 de junio, el papa Francisco firmó un decreto por el cual se variaba la relevancia litúrgica de la conmemoración anual de esta santa. Pocos días después la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicaba el citado decreto por el que el pontífice “ha establecido que la celebración de Santa María Magdalena, de ahora en adelante, sea inscrita en el Calendario Romano General con el grado de fiesta en vez de memoria, como hasta ahora”. 

Los argumentos han sido que “la Iglesia, tanto en Occidente como en Oriente, ha tenido siempre en gran consideración a Santa María Magdalena, la primera testigo y evangelista de la resurrección del Señor, y la ha celebrado de diversos modos”, y que, además, “en la actualidad, cuando la Iglesia es llamada a reflexionar más profundamente sobre la dignidad de la mujer, la nueva Evangelización y la grandeza del misterio de la misericordia divina, ha parecido bien que el ejemplo de Santa María Magdalena fuera propuesto también a los fieles de un modo más adecuado”. 

El papa ha apostado por destacar, y reconocer especialmente, la personalidad de una mujer que aparece citada en la Biblia como signo de persona arrepentida (de la que Jesús había expulsado siete demonios), fiel seguidora del Señor hasta el Calvario, demostrando así su amor incondicional por Cristo, y testigo de su Resurrección, con la que Maestro entabla conversación la mañana de Pascua. 

La fiesta de Santa María Magdalena seguirá celebrándose el 22 de julio, usándose los mismos textos que hasta ahora, excepto el prefacio propio que se traducirá en los distintos idiomas del original en latín. Además “donde Santa María Magdalena, según el derecho particular, es legítimamente celebrada en un día y con un grado diverso, también en el futuro se celebrará en el mismo día y con el mismo grado”. 

En nuestra diócesis de Sigüenza-Guadalajara, Santa María Magdalena es titular de dieciséis parroquias y patrona de varios pueblos que la honran en el día de su fiesta, o trasladada a otro días para facilitar la participación de los fieles.

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