Por Alfonso Olmos

(director de la Oficina de Información)

 

El pasado jueves 26 de abril, el padre Marko Ivan Rupnik, reconocido artista iconográfico, autor del proyecto decorativo de la parroquia El Salvador en Guadalajara, presentó, junto a su equipo, la obra realizada para este templo, uno de los más modernos de la capital, en presencia del obispo diocesano, Atilano Rodríguez, del alcalde de la ciudad, Antonio Román, del párroco, Jesús Mercado, y de un muchas personas que quisieron participar en este evento de gran relieve religioso y cultural, que fue presentado por el vicario general, Agustín Bugeda. 

El padre Rupnik nació en 1954 en el pueblo esloveno de Zadlog. En 1973 ingresó en la Compañía de Jesús, y fue ordenado sacerdote en 1985. Tras sus estudios de filosofía, entra en la Academia de Bellas Artes de Roma y poco después comienza los estudios de teología en la Universidad Gregoriana de esta ciudad, especializándose en misionología. 

Desde septiembre de 1991 vive y enseña en el Pontificio Instituto Oriental de Roma, Centro Aletti, en el que se encuentra el Taller de arte espiritual, del que es director, siendo docente también en la Pontificia Universidad Gregoriana. En 1999 fue nombrado consultor del Pontificio Consejo para la Cultura. A las actividades de artista y de teólogo añade, desde siempre, la más específicamente pastoral, sobre todo mediante conferencias y la dirección de numerosas tandas de ejercicios espirituales. 

“Rupnik es un artista del color. Su itinerario artístico es una continua búsqueda  del significado unificador de toda la vida. El color de Rupnik es puro, intenso y, a menudo, sus cuadros se construyen sobre la regla de los contrastes entre los colores. Su arte consiste precisamente en encontrar la armonía, la fascinación del conjunto y consigue unir la tradición y la modernidad" (Del catálogo de una de sus exposiciones). “El color es el testimonio primero de la luz. Si veo color es porque hay luz”, defiende el jesuita al explicar por qué abunda el color en su obra.

 

El agua como elemento principal

Ahora el padre Rupnik ha recalado en Guadalajara, donde deja una huella de su concepción artística en la parroquia El Salvador, de reciente construcción, en el barrio de Aguas Vivas de la capital. La composición tiene como protagonista el agua, en referencia al barrio en el que se encuentra la parroquia, a la etimología del nombre de la ciudad y a las propuestas iniciales de la propia comunidad, de quien recabó la primera información para realizar la obra en su conjunto.  

Rupnik, al integrar todos los elementos litúrgicos y decorativos en un mismo proyecto iconográfico, invita a redescubrir cuál es el sentido de un edificio eclesial. “Desde el edificio podemos tener una nueva visión de la Iglesia”, declara el artista delante del mosaico de la parroquia guadalajareña, indicando que “el espacio celebrativo nos habla de la propia liturgia y de la Iglesia”. El arte litúrgico es una parte integrante del espacio en el que se celebra la liturgia. No puede ser simplemente decoración, sino que es elemento constitutivo de la liturgia. Destaca el altar cuadrado, que pone de manifiesta que “los cuatro puntos cardinales se alimentan con el amor de Dios, mediante el sacrificio de su Hijo”, y el ambón que evoca “el sepulcro vacío” tras la resurrección de Cristo. 

La obra, que ya se puede contemplar concluida, contiene escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento, queriendo “hacer ver la Historia de la Salvación como una definitiva unidad del hombre con Dios”, buscando representar, además, “la salvación por medio de las aguas”. Comienza, en el espacio del nuevo baptisterio donde se encuentra una pila con forma de cáliz, con una vidriera de Adán y Eva. A continuación los mosaicos de la liberación de Moisés en el río Nilo, la Sagrada Familia y Jesús el Salvador, en una representación de Cristo con una oveja sobre sus hombros, a modo de Buen Pastor, con una leyenda bíblica “el que me ve a mí, ve al Padre”. Junto a la imagen de Cristo, inmersos en un círculo dorado, “María porque lo ha dado al mundo y Juan Bautista, porque lo ha dado a conocer al mundo”, declara el propio Rupnik. Finalmente Pedro representado en el pasaje de la pesca milagrosa en el mar de Galilea y, fuera de la escena principal, junto a la capilla penitencial, las estaciones del víacrucis.

 

Un privilegio para la ciudad

Guadalajara se convierte así en la séptima ciudad española con una obra del artista esloveno, junto con Madrid, Betanzos, Gijón, Valladolid, San Cristóbal de la Laguna y Zaragoza. Rupnik, junto con sus colaboradores, fueron los responsables de llevar a cabo la renovación del mosaico de la capilla Redemptoris Mater, en el Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano, considerada la “Capilla Sixtina” del arte contemporáneo, encargo que recibieron de San Juan Pablo II, y en la que el papa polaco quiso invertir el donativo en metálico recibido en 1996 con motivo de sus bodas de oro sacerdotales, y que está reservada al uso exclusivo del pontífice. 

Sin duda la obra presentada se convierte en un hito cultural de máxima altura para nuestra ciudad. Rupnik es uno de los más reconocidos artistas espirituales en la actualidad, y su obra será, a partir de ahora, un reclamo turístico más para Guadalajara. La Iglesia a lo largo de la historia ha querido fomentar el arte en todas sus expresiones. Fe y cultura se encuentran de esta forma en una de las zonas de expansión de la ciudad, en uno de los barrios más jóvenes de la capital de la provincia. 

Merecen la pena “la paciencia y la constancia”, como reconoció el propio artista en la presentación de su obra, porque gracias a ellas ahora podemos disfrutar de este regalo que además será, como manifestó el obispo de la diócesis en el acto de presentación, “una acción evangelizadora permanente, desde el arte cristiano, con nueva expresión, como nos piden los últimos papas”.

Por la Delegación de Migraciones

 

 

 

El 12 de marzo la Delegación Diocesana de Migraciones tuvo su última sesión. Una mesa donde se reflexiona sobre migración y refugio de una manera abierta, constructiva y creyente.

El tema era muy interesante: “Retos de la inmigración pastoral de nuestras parroquias”. Severino, un jesuita de Madrid, párroco de “La Ventilla”, un barrio al lado de Plaza Castilla, fue el encargado de hacernos ver esta realidad. Su charla, más que ponencia, la titulaba así: “Una parroquia “abierta a” e “interpelada por” los inmigrantes y los refugiados”.

Severino nos empezó mostrando lo que él hace en un barrio, su trabajo con los migrantes en el colegio, en la parroquia y en un centro de inmigrantes que depende de los jesuitas “pueblos unidos”. Y constataba que esta pastoral es muy difícil, porque lo primero que hay que trabajar es la sensibilidad, uno recibe muchas críticas como si solo se trabajara con los inmigrantes y lo complicado es dar la vuelta a esta percepción.

Para concienciarnos un poco más comenzó con una mirada a la Historia, qué nos dice la estadística, la economía y lo último el arte y la cultura.

La historia, maestra, nos enseña que siempre ha habido migraciones y que va a seguir habiendo querámoslo o no.

La estadística nos muestra a nuestra vieja Europa lo que es, una anciana, con una natalidad bajísima y con su estado del bienestar en peligro.

La economía nos dice que los inmigrantes nos dan mucho más de lo que nos quitan, producen riqueza y nos han ayudado a nuestro despegue económico.

Y desde el arte y la cultura los inmigrantes nos enriquecen con sus visiones   diferentes.

Pero curiosamente, la política europea y española ha optado por proteger sus fronteras, por dar papeles a los que tienen un contrato de trabajo y por una política de devoluciones y tolerancia cero hacia la inmigración irregular. Nosotros cerramos  puertas cuando está claro que no se puede frenar a la gente que va buscando un futuro mejor.

Esta pastoral de la inmigración no es tanto par cristianizar a los de fuera sino para despertar a los de dentro, para que seamos integradores, convivamos todos y acojamos al diferente.

Después de esta reflexión profunda, Severino nos mostró cuatro líneas que desarrolla en su parroquia:

La primera: es un espacio de encuentros interreligiosos con africanos, en estos espacios caben todos, cristianos, musulmanes, animistas….

La segunda: es trabajar la advocación de la Virgen del Quinche, esta advocación tiene mucha fuerza en Ecuador y la idea es que se abra y no crear guetos u a religiosidad abierta a todos los sudamericanos.

La tercera: las catequesis que sean familiares e interculturales, hay catequistas inmigrantes porque conociendo al otro se pierde el miedo, el único mal del mundo.

La cuarta: es la hospitalidad, familias acogen, se llevan a su casa a inmigrantes, es una experiencia que se da poco que va dando sus resultados.

Después de la exposición hubo un animado diálogo donde todos estábamos de acuerdo en la provisionalidad de esta pastoral, de que  es uno de los  retos más importantes a los que nos enfrentamos como iglesia, y que lo que hay que hacer es intentarlo una y mil veces sin miedo al fracaso, porque nadie  tiene la solución y lo bueno de esto es que siempre es novedad.

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

Lanzas verdes que al azul vais, arriba,

donde al fin la esperanza habita y vive;

picas agudas cuya punta escribe

en el cielo líneas de fe viva…

 

Puntiagudamente… Pértigas libe

el ansia por Dios que humano conciba

para escalar a él y que Él nos reciba,

al fin del renglón que el ciprés transcribe.

 

Fervor de lumbre que en la cima aviva

del ciprés más alto, en su punta altiva.

 

Hoy, mística alabarda fugitiva,

mi interior cálamo, que reescribe

 

mis deseos de vida…, en ti apercibe

de Dios la letra; alegre, y ya festiva.

 

 

Juan Pablo Mañueco,

de la novela "Viaje a la Alcarria, versión siglo XXI"


Vídeo sobre autor: 

https://www.youtube.com/watch?v=HdKSZzegNN0&feature=youtu.be

 

Información sobre la novela: 

http://aache.com/tienda/608-viaje-a-la-alcarria-versi%C3%B3n-xxi.html

 

Por Raúl Pérez Sanz

(Delegación de Liturgia)

 

 

En nuestro curso sobre “La Misa explicada” Comenzamos preguntándonos: ¿Qué es celebración?

Describimos celebración como “acción de celebrar”. En una estrictamente litúrgica, definimos que celebrar es: realizar una acción por la que Dios es perfectamente glorificado y el hombre perfectamente santificado.

Es acción realizada… es decir, ha de ser perceptible por los sentidos y ser situada en la historia, en el tiempo (aquí y ahora) y lugar (hoy y siempre) dando pie así, al acontecimiento.

…donde Dios es perfectamente glorificado… La gloria de Dios no puede aumentar ni disminuir pues es infinita, sin embrago, si puede difundirse, irradiarse, expandirse, comunicarse y extenderse. En la celebración litúrgica la Gloria de Dios se expande. Es Teofanía.

…y el hombre perfectamente santificado. Por su naturaleza, el hombre no es santo. Tras la caída del pecado original necesita ser redimido por otro, por el Santo, le ha de santificar el tres veces Santo.

Tan solo hay un acontecimiento histórico que reúne todas estas notas anteriores: Tiempo y espacio determinado, donde Dios es glorificado y el hombre santificado es: el Misterio Pascual de Nuestro Señor Jesucristo. Por ello, la Iglesia en su Liturgia celebra principalmente el Misterio Pascual por el que Cristo realizó la obra de nuestra salvación con su muerte redentora, sepultura fecunda y resurrección gloriosa.

En la próxima lección estudiaremos el Misterio Pascual.

Feliz tiempo pascual y mes de mayo, mes de María.

José Ramón Díaz-Torremocha

(Conferencias de San Vicente de Paúl en Guadalajara)

 

 

Leía en el Evangelio que Dios vendrá a por ti “como un ladrón” nos dice el Sagrado texto. Evidentemente, el Buen Dios quiere que estemos preparados pues no sabemos ni el día ni la hora en la que nos llamará a Su presencia. 

Será el momento de dar cuenta de lo que hemos hecho de nuestra vida, después de haber conocido e intentado vivir, los consejos que Él mismo nos dejó a lo largo de su vida pública y recogidos en el propio Evangelio. 

¿Qué será de nosotros llegado ese momento? ¿Qué será de mí? ¿Qué habrá sido de todos aquellos que he querido y que me han precedido en esa última y definitiva comparecencia? 

He tenido la enorme gracia de haber sido educado en el Amor de Dios y no sólo en su temor como les ocurrió a la mayoría de mis amigos de la niñez. Recuerdo bien cómo en el Colegio, sorprendía mi sorpresa cuando al hacer alguna trastada, alguien muy serio y también con enorme seriedad y convencimiento, nos decía aquello de: “Dios te va a castigar y ya verás la que te espera” La sorpresa de mis amigos era mi afirmación, en secreto a los más amigos, sin saber muy bien lo que decía, que aquello “no era lo que decía mi madre” y que no me lo creía. No sabía, no tenía entenderas para poder ir más allá. 

Un día, la madre de uno de aquellos de mis compañeros a quién recuerdo perfectamente por su nombre y apellidos, “me pilló” en la puerta del Colegio y me sometió a un implacable tercer grado. Siempre he creído que me estaba esperando. Que no fue por casualidad el encuentro. 

¿Pero niño que le estás metiendo en la cabeza a mi hijo? me dijo. Me sentí con el azoramiento que el buen lector puede suponer, pero cuando me explicó el motivo, no dudé un solo segundo en contarle lo que me decía mi querida madre. 

Cuando hago algo, algo malo, comencé a explicarme como pude, mamá me lleva ante el Cristo de su habitación y me pregunta si deseo hacerle sufrir más a Aquel que desde la cruz del sufrimiento, parecía mirarnos fijamente. Jamás me habló de aquellas “tenebreces” que oía en el Colegio o aún peor. Me hacía ver como mis “trastadas”, aumentaban al sufrimiento de Aquel que ya estaba sufriendo. Pero según fui creciendo, había dudas y temor en mi corazón cada ver que pensaba en mis postrimerías: muerte, juicio, infierno y gloria tal y como se presentaban entonces.  ¿Qué haría el Buen Dios conmigo? 

Años después, el temor fue cediendo en principio cuando conocí lo que San Hilario, Padre de la Iglesia, nos dejó escrito sobre el temor de Dios y que no me resisto a dejar de recoger. Decía San Hilario: 

¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos! Hay que advertir que, siempre que en las Escrituras se nos habla del temor del Señor, nunca se nos habla de él solo, como si bastase para la perfección de la fe, sino que va siempre acompañado de muchas otras nociones que nos ayudan a entender su naturaleza y perfección; como vemos en lo que está escrito en el libro de los Proverbios: Si invocas a la inteligencia y llamas a la prudencia, si la procuras como el dinero y la buscas como un tesoro, entonces comprenderás el temor del Señor. 

Vemos, pues, cuántos pasos hay que dar previamente para llegar al temor del Señor. Antes, en efecto, hay que invocar a la inteligencia, llamar a la prudencia, procurarla como el dinero y buscarla como un tesoro. Así se llega a la comprensión del temor del Señor. Porque el temor, en la común opinión de los hombres, tiene otro sentido. 

El temor, en efecto, es el miedo que experimenta la debilidad humana cuando teme sufrir lo que no querría. Se origina en nosotros por la conciencia del pecado, por la autoridad del más poderoso, por la violencia del más fuerte, por la enfermedad, por el encuentro con un animal feroz, por la amenaza de un mal cualquiera. Esta clase de temor no necesita ser enseñado, sino que surge espontáneo de nuestra debilidad natural. Ni siquiera necesitamos aprender lo que hay que temer, sino que las mismas cosas que tememos nos infunden su temor. 

En cambio, con respecto al temor del Señor, hallamos escrito: Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor. Así, pues, el temor de Dios ha de ser aprendido, ya que es enseñado. No radica en el miedo, sino en la instrucción racional; ni es el miedo connatural a nuestra condición, sino que consiste en la observancia de los preceptos, en las obras de una vida inocente, en el conocimiento de la verdad. 

Para nosotros, el temor de Dios radica en el amor, y en el amor halla su perfección. Y la prueba de nuestro amor a Dios está en la obediencia a sus consejos, en la sumisión a sus mandatos, en la confianza en sus promesas. Oigamos lo que nos dice la Escritura: Ahora, Israel, ¿qué es lo que te exige el Señor, tu Dios? Que temas al Señor, tu Dios, que sigas sus caminos y lo ames, que guardes sus preceptos con todo el corazón y con toda el alma, para tu bien. 

Muchos son los caminos del Señor, aunque él en persona es el camino. Y, refiriéndose a sí mismo, se da a sí mismo el nombre de camino, y nos muestra por qué se da este nombre, cuando dice: Nadie va al Padre sino por mí. 

Por lo tanto, hay que buscar y examinar muchos caminos e insistir en muchos de ellos para hallar, por medio de las enseñanzas de muchos, el único camino seguro, el único que nos lleva a la vida eterna. Hallamos, en efecto, varios caminos en la ley, en los profetas, en los evangelios, en los apóstoles, en las distintas obras mandadas; dichosos los que, movidos por el temor de Dios, caminan por ellos”. 

Pero, si a pesar de lo transcrito más arriba, a algún querido lector le sigue preocupando el temor de Dios, temor a lo “humano” le aconsejaría que con calma y saboreando cada una de sus ricas enseñanzas, leyese de la Encíclica del Santo Padre Benedicto XVI, “Spe Salvi” la parte titulada “El Juicio como lugar de aprendizaje y ejercicio de la Esperanza” (SS 41-48).

Si además, medita sobre la cercanía de María, “Estrella de la Esperanza” la llama el Papa, capítulo con el que el Santo Padre cierra su Encíclica, seguro que entenderá todo mucho mejor y procurará ser mejor por el Amor. No solo por un temor tantas veces irracional y puramente de características humanas y en absoluto espiritualmente transcendentes.

 

José Ramón Díaz-Torremocha

de las Conferencias de San Vicente de Paúl en Guadalajara

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