Por la Comunidad de la Madre de Dios

(Monasterio cisterciense de Buenafuente del Sistal)

 

 

Queridos amigos: Nos alegra compartir la oración hoy, en la fiesta de los santos Cirilo y Metodio, co-patronos de Europa. En este tiempo en que el continente está perdiendo sus raíces cristianas, estos hermanos entregaron su vida al Señor para que también en los pueblos eslavos se alabe a Dios. Ellos habían escuchado en el corazón: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes” (Mt 28,19). En el siglo primero, en el noveno y hoy, la misión sigue siendo la misma. En cada momento histórico, con los medios que tenemos a nuestro alcance y con la misma debilidad humana “porque llevamos este tesoro en vasos de barro, para que se manifieste en nuestro cuerpo que Él está RESUCITADO” (cf.  2ª Co 4, 7-10).

Para nosotras, el último mes ha sido importante. En primer lugar, el 26 de enero celebrábamos a Nuestros Padres Fundadores, los santos Roberto, Alberico y Esteban. A ellos estamos agradecidas, porque se dejaron seducir por Jesucristo. No se conformaron con la vida que llevaban los monjes de su época, quisieron vivir en plenitud el Evangelio, la Regla de san Benito que habían profesado. Por eso cantamos en la antífona del cántico evangélico de las II Vísperas: “Por vosotros volvió a florecer la viña del Señor”. Su ejemplo nos ayuda a todos a no contentarnos con una vida mediocre, “a ir pasando”, sino a revivir en nosotros el momento de nuestro “” al Señor; ya sea en el matrimonio, la consagración, la vida seglar…  En definitiva, a vivir nuestro Bautismo. En palabras del Papa Francisco en la Vigésima Jornada de la Vida Consagrada, el pasado 2 de febrero, a ser “Testigos de la Esperanza y la Alegría”. Esperanza que no defrauda, porque está basada en Aquel en quien hemos puesto nuestra confianza (cf 2ª Tim 1, 12). Que nos amó y se entregó a Si mismo por nosotros (cf Ga 2, 20). Por eso, santa Escolástica, hermana de san Benito, que festejábamos el pasado 10 de febrero, “Obtuvo más de su Amado Señor porque amó más” (Diálogos de s. Gregorio Magno).

Amar en la vida ordinaria: cocinando, enseñando, fregando suelos o como nosotras la semana pasada, haciendo velas. Sí, las velas que usamos en la liturgia de la Vigilia Pascual, de Pentecostés y el día de la Vida Consagrada, llamado también el Día de la Candelaria, porque Jesús es “Luz para alumbrar a las naciones” (Nunc Dimittis). Simbolizamos esta misión de Jesús, y por tanto nuestra, con las candelas encendidas.

Ilustramos esta carta con una fotografía del modo de hacer las velas, Haciendo presente que la vida familiar y comunitaria la forjamos en estas tareas sencillas, colaborando todos. Damos así fe a las palabras de san Pablo: “Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo” (1ª Co 12, 12).

Porque tenemos garantías en nuestra vida del Amor de Dios, nos despedimos con esta frase del Prefacio de la Eucaristía (IX de los Domingos del TO): "Nos concedes en cada momento lo que más conviene".   

 

Unidos en la oración,  vuestras hermanas de Buenafuente del Sistal

Por Jesús de las Heras Muela

(Sacerdote y periodista)

 

 

«Capivaras es uno de los treinta poblados o “capelas” que atiende Práxedes Santos García desde su misión de Maracás, en Bahía, Brasil, acompañado por otros dos sacerdotes, Cualquiera de estas “capelas” alberga una población mayor a la de cualquiera de nuestros anejos. En Capivaras, hay en torno a un millar de habitantes. No hay luz eléctrica  y sus caminos y calles están sin pavimentar. Hay, sí, una maestra, a quien adeudan el salario de varios meses. Capivaras es un pueblo de palmeras, de tierra y de estrellas.

Novena en honor del Bom Jesús de Capivaras

Es la noche del viernes 28 de julio pasado (1995). A las 20:30 horas, Práxedes tiene citados a los habitantes de Capivaras, poblado distante de Maracás a casi una hora en coche, tras un serpenteante camino de curvas y de baches, hacia la montaña.  Es el primer día de la novena del patrón del poblado, de la novena al Bom Jesús de Capivaras, con fiesta el 6 de agosto.

Todos estos pueblos hacen preceder sus fiestas de un solemne novenario, bien preparado y bien celebrado, cantado y predicado. Este año, la vida y los sacramentos son los temas principales del novenario.

Llegamos, por fin, a Capivaras. La tarde hace ya tres horas que ha caído y la noche ofrece su faz inconfundible, mientras que el poblado expande una tibia y tenue luz: no hay luz eléctrica y un generador de gasoil “hace” la luz todos los días hasta las 21 horas, pero hoy, como estamos de novena, habrá luz hasta las 11 de la noche.

En el centro del poblado, en el corazón, pues, de Capivaras, emerge la capilla, el templo, la iglesia. Está recién encalada y pintada de azul. Es el regalo anual que el pueblo hace para la novena y fiesta de su Bom Jesús. Práxedes nada más aparcar el coche –un verdadero, aunque modesto y hasta vetusto, todoterreno- se dispone a tocar la campana, la única campana del pueblo y de la capilla. Es una campana exterior, manual y algo desafinada, pero todavía con la suficiente fuerza cómo para convocar a la comunidad. Varias palmeras rodean el pequeño templo, mientras la noche se viste de estrellas.

Práxedes toca la campana y acuden prestos, presurosos y risueños los primeros niños. Pronto descubro que Práxedes quiere a los niños y los llama por sus nombres y que estos niños le quieren a él y le llaman padre. Esta imagen es la que tantas había imaginado de la misión y mientras siguen llegando gentes, revestidas de humildad y de alegría, y compruebo, de nuevo, que hay “feeling” (filin) entre el pastor y su grey.

Comienza la celebración. Pasan algunos minutos de la nueve de la noche, pero todos tienen claro que, aunque no hay prisa, esta ha de concluir antes de las 11 de la noche, cuando la luz del generador del gasoil se apague y se  “haga” de nuevo la noche.

Sigo pensando que esta es una imagen de la misiones que tantas veces imaginé, impresión que queda corroborada durante las casi dos horas de gozosa, festiva y piadosa celebración.  El padre, Práxedes, desgrana todo el amor, toda la paciencia, toda la persuasión de la que es capaz –que avala después con su vida y testimonio- para hacer comprender lo que es un sacramento, lo que significa y las responsabilidades que contraemos ante ellos, ante este contrato de gracia de Dios que es siempre un sacramento.

Su celo pastoral, el del padre, el de Práxedes, me causa honda impresión (y su recuerdo perdura en mí en el tiempo, como ahora, casi 22 años después, en la hora de su muerte).

Acaba la celebración. Son cerca de las 23 horas.  Vuelve la noche a Capivaras. Ya solo las estrellas y las luces del coche del padre  Práxedes alumbran el horizonte.  ¿Solo? También aquella comunidad y el testimonio de aquel pastor, de aquel misionero. Regresamos a Maracás, mientras el sonido de la campana de Capivaras sigue resonando en mi corazón como una de las mejores enseñanzas de mi estancia en Brasil».

Veintidós años después

Escribí, hace veintidós años, este texto para EL ECO (fue publicado con fecha de 26 de noviembre de 1995, dentro de una serie de otros nueve artículos sobre un viaje mío a Brasil), del que ahora apenas he hecho otra cosa que transcribirlo. Fue a mi vuelta de un viaje a Brasil de casi un mes de duración.  Durante aquellos días compartí la misión de Práxedes y las de sus compañeros Leandro Sánchez y Miguel Torres. A partir de entonces, se cuentan con los dedos de la mano las veces que me he vuelto a encontrar con Práxedes. Pero el recuerdo permanece inalterable y agradecido.

Práxedes Santos fue un cura de cuerpo entero, de enjuto y extremadamente delgado y débil cuerpo, pero con un corazón de oro. Fue un misionero de raza y la Providencia le acaba de regalar morir en la misión y ser enterrado en ella.

Práxedes vivió su sacerdocio misionero de opción preferente por los pobres sin alharacas  y sin ideologías baratas.  Optó por los pobres, siendo él pobre. Y hasta casi vestía y vivía como ellos. No sé si predicaba habitualmente de la humildad, de la austeridad y de la cercanía, pero él era humilde, austero y cercano. Antes de demandar ser querido, él quería sin buscar recompensar. Quienes lo conocieron más de cerca, avalan su piedad y su caridad y cómo era capaz de entregarse a los demás a cambio tan solo de poder así hacer un hueco en sus vidas al mensaje del Reino y del Señor, el Bom Jesús.

¡Descansa en paz, amigo y maestro Práxedes! Las campanas de Capivaras, de Maracás, de Jequié,  de Abaetetuba (singularmente de tu parroquia en Tailandia do Pará, donde has sido enterrado), de tu natal Santovenia del Esla, de tus queridos Huertahernando, Escamilla y demás pequeños que serviste en nuestra diócesis y hasta de Sigüenza (donde vive un sobrino tuyo) tocan por ti, tañen por ti. No es a lamento o a clamores. Es a gratitud, a acción de gracias, a plegaria y a misión. ¡Y ojalá que también resuenen en nosotros para entregarnos a la misión, a la misión nuestra de cada día, con el amor y la sencillez que tú nos testimoniaste durante tus casi 50 años de sacerdocio!

Por Javier Bravo

(Delegación de Medios de Comunicación Social)

 

En ocasiones, con el mundo moderno que nos envuelve, parece que la religión, sea cual sea, queda en un segundo plano. La espiritualidad se cambia por los iPhone y rezamos, sí, pero para que nos dure la batería. Es por ello que desde distintas confesiones han decidido ponerse las pilas y traer la religión a los más jóvenes a través de las nuevas tecnologías. En especial nos referimos a una serie de app para rezar, diseñadas especialmente para este fin. Religión y tecnología se unen.

Os daré en mi artículo de opinión de este mes, tres APPs móviles que yo uso con frecuencia para ayudarme a rezar.

 

Eprex, Liturgia de las Horas

Es una aplicación que nos genera el texto de la Liturgia de las Horas para la fecha que uno le señala. La ventaja que tiene es que no necesitas contar con conexión a internet. En esta app encontraremos el Oficio de Lectura, Laudes, Hora Intermedia, Vísperas, Completas. Asimismo nos ofrece también las lecturas de la misa del día. Está disponible para Android o IOS.

 

Rezando voy

Si lo que te apetece es escuchar audios de oraciones gratis en Android o iOS, descárgate “Rezando Voy”. A pesar de su simpático nombre, esta app se toma muy en serio su función y nos ofrece audios, textos y músicas que invitan a la meditación interior.

Se trata de un enfoque un poco más moderno, que va más allá de lo que pone en la Biblia y reflexiona, siempre a través de las oraciones, sobre lo que pasa en el mundo y cómo podemos actuar como buenos cristianos. La app para escuchar oraciones y disfrutar de la religión contigo mismo/a.

Además, al ser formato podcast (audios) podrás escucharlo de camino a casa, en la espera del metro o antes de irte  dormir. Se emite uno cada día de la semana.

 

Rezar en el metro

Nuestro día a día está lleno de huecos que aprovechamos leyendo o escuchando música. ¿Por qué no sacarles partido con oraciones y una buena app?

Rezar en el Metro es una app muy completa con audio, textos y videos que puedes descargar o ver en streaming. La aplicación Rezar en el Metro ofrece a la comunidad oraciones, cursos, homilías, clases, ejercicios y predicaciones, entre muchas otras cosas.

La recomendamos porque es muy visual y entretenida, aparte de ser de calidad Los audios se actualizan casi a diario y se pueden descargar o ver conferencias. La aplicación es gratis por completo, y una vez dentro se aceptan donaciones a voluntad.

Espero que con estas apps móviles para rezar puedas disfrutar de tu fe en la moderna vida de hoy. Puedes sacar partido a las tecnologías y combinar tus dos pasiones. Como ves, no es necesario suprimir una para vivir la otra. Os dejo en el aire un par de cuestiones ¿Utilizas o utilizarías el móvil para rezar? ¿Crees que podría ser buena tarea de evangelización invitar a otros a usarlas?   Hasta otra próxima ocasión

Por Jesús Francisco Andrés

(Delegación de Salud)

 

 

El sábado 4 de febrero nos reuníamos, con motivo del encuentro de visitadores de enfermos y de personas mayores, una quincena de personas para reflexionar sobre lo que nos decía el Papa Francisco en su encíclica Laudato si hace casi dos años.

El Papa nos invita a cuidar de nuestra casa común -la tierra- al igual que nos cuidamos todos nosotros. Nos invita también a descubrir que nuestros lugares de evangelización no deben ser sólo los hospitales, sino también las residencias de anciandos y los hogares de tantos y tantos enfermos y personas que viven solas en sus casas sin apenas salir a la calle.

 El Papa nos habla de cinco pilares sobre los que se sostiene todo:

 

  1. El valor de cada criatura. Dios ha creado todo y al tiempo que contemplamos el mar, las montañas, los bosques... estamos llamados a cuidarlos en la medida de nuestras posibilidades.

 

  1. Todo está conectado. Todos los seres creados formamos parte de la misma familia y, como nos dice S. Buenventura: “cada criatura está relacionada con Dios, con los hombres y con los demás seres de la creación”. Por eso apostar por la salud del medio ambiente es apostar por la salud de las personas.

 

  1. El bien común y el destino universal de los bienes. Todo lo hemos recibido de Dios y no debemos olvidar que somos administradores de sus dones, no dueños ni depredadores.

 

  1. El verdadero bien vivir. Todos hemos oído hablar de la sociedad del bienestar... pero no nos podemos conformar con vivir bien nosotros solos cuando en el mundo hay millones de personas que no tienen ni agua potable ni un ambiente sano en el que vivir y crecer.

 

  1. Una ecología verdaderamente humana. Además de cuidar el medio ambiente, los últimos tres Papas nos invitan a cuidar las relaciones humanas -hoy vemos peleas, asesinatos, malos tratos entre unos y otros- y no podemos permanecer impasibles ante estos acontecimientos.

 

Ante todo esto hemos de mirar en nuestro interior y descubrir que nuestra misión de cristianos tiene mucho que ver con todo lo que nos rodea: personas, animales, criaturas, creación... 

Como nos dice S. Pablo: “todo es vuestro,...” y por eso hemos de cuidarlo bien entre todos.

Por Jesús Montejano

(Delegación de Piedad Popular)

 

La experiencia estética o de lo bello es propia de la persona humana. La belleza que podemos contemplar tanto en la naturaleza como en la obra creada por el hombre es al mismo tiempo divina, porque la auténtica belleza está en Dios, y perceptible por los sentidos, suscitando en quien la crea o la contempla un deleite espiritual (arrebata, exalta, produce emoción, alegra y alimenta el espíritu).

Las expresiones de piedad popular han sabido vincularse a lo bello, que tiene su origen en la naturaleza. Para el creyente la belleza natural y la belleza artística ayudan a vivir la fe y a transmitirla, como un auténtico camino de evangelización y de diálogo con los no creyentes.

Las imágenes de piedad, la música y los cantos, los edificios, la literatura,… expresan la belleza, cuyo arquetipo es Dios, conscientes que el único icono verdadero y real de Dios es Jesucristo: Quien me ha visto a mí ha visto al Padre (Jn 14,9).

La auténtica vocación del arte sacro, e incluso de todo arte, es transmitir el misterio de Dios, facilitando a la persona la adoración y la oración.

La contemplación del arte ha de buscar el equilibrio de la admiración, la enseñanza y la oración.

Arte y belleza son caminos hacia de Dios, pero incluso este camino necesita de la Gracia para que las mediaciones nos conduzcan al origen y fuente de toda belleza, para que podamos contemplar lo bello con los ojos de Cristo.

           

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