Los grupos del Sínodo diocesano, desde el pasado 16 de febrero y hasta final de curso, trabajan, oran y dialogan, ya con el cuaderno sinodal 3 "Evangelizamos"

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Nuestra diócesis de Sigüenza-Guadalajara continúa sus trabajos sinodales, ahora con un nuevo cuaderno y sus nuevos materiales de reflexión, oración, formación y debate. “El Sínodo diocesano nos impulsa a evangelizar” es el lema general de esta convocatoria, ya en su quinto año. Al efecto, se ha editado y distribuido del cuaderno de trabajo número 3; en realidad, el cuarto.  

En el primer cuaderno de trabajo, el llamado cuaderno cero, se plantearon tres grandes cuestiones: “¿Qué es una diócesis?”, “¿Qué es un sínodo?” y “¿Qué es evangelizar?”. Este cuaderno cero se presentó y entregó el 25 de enero de 2020. Pero llegó la pandemia, que, aunque, como luego veremos, no se interrumpió el camino sinodal, sí le imprimió unas características nuevas y obligó a posponer sus planes temporales previstos. 

A finales de enero de 2022 y durante todo el primero semestre de este año, se trabajó en el cuaderno 1, titulado “Llamados” (Mirada hacia dentro: “Reaviva el don de Dios que hay en ti…”, frase de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo). En el cuaderno sinodal 1 se trabajaron estos temas: la vocación, los fundamentos de la fe, la espiritualidad cristiana, la coherencia fe-vida y la comunión eclesial. 

Desde comienzos de octubre y hasta finales de enero, el sínodo diocesano ha proseguido su itinerario con en el cuaderno 2 “Desafiados” (Mirada hacia fuera: “Jesús, mirándolo lo amó”, frase del evangelio de san Marcos, en el encuentro de Jesús con el joven rico). Sus cinco temas, desafiantes verdaderamente, han sido: los jóvenes, la mujer, los alejados, la atención pastoral a personas en situaciones diversas y la ecología. 

Ahora y hasta junio, ha llegado “Evangelizamos. Retos evangelizadores” es el enunciado del tercer bloque y cuaderno, cuya referencia o lema bíblico es “Sois la luz y la sal del mundo” (cfr. Mateo, 5, 13a.14ª). Sus cinco temas concretos son estos: familia, laicos, mundo rural, formación cristiana y celebración de la fe. 

 

Presentación del cuaderno sinodal 3 
 

"/Nos adentramos en nuestro itinerario sinodal en el tercer cuaderno que lleva por título “Evangelizamos”. Después de haber trabajado los cuadernos anteriores en los que hemos profundizado en la vocación y misión a la que somos llamados y haber mirado con realismo y no sin una cierta preocupación, a la realidad que nos desafía y ante la que no podemos mostrarnos indiferentes y ajenos, nos ocupamos ahora de la tarea que nos exige buscar la manera de hacer presente el Evangelio de Jesucristo en esta etapa concreta de la historia, con sus luces y sus sombras, en la que nos ha tocado vivir.  

Evangelizar es la misión esencial de la Iglesia. Es, como tantas veces hemos oído, su dicha y su vocación, lo que configura su identidad más profunda. La Iglesia existe para evangelizar, es decir, para llevar a cabo la tarea de anunciar el Evangelio de Jesucristo a todos los hombres. Una tarea y una misión que no puede obviar los profundos cambios de la sociedad en la que vivimos. Por ello, se hace urgente y necesario buscar los métodos más adecuados para los tiempos actuales, las expresiones que hagan que el Evangelio resulte más accesible y cercano a la vida y a las necesidades del hombre de hoy, sin que por ello pierda nada de su autenticidad.  

Sin duda, se hace muy necesario salir al encuentro del mundo presente con una gran dosis de creatividad, dado que los nuevos problemas requieren nuevos remedios, pero también, con un ardor renovado que haga de nosotros, los cristianos, esos discípulos entusiasmados con Jesús, capaces de transmitir ese mismo entusiasmo a los todos los hombres. Los temas de reflexión que se proponen en este cuaderno son cinco. 

 

Familia y Laicos 

 

En primer lugar, la familia, la cual, en estos tiempos modernos, ha sufrido, y sigue sufriendo, las consecuencias de las transformaciones tan profundas y rápidas que vive nuestra sociedad. La Iglesia en general, y nuestra diócesis en particular, consciente de que el bien de la sociedad está profundamente vinculado al de la familia, siente la necesidad de buscar cómo alentar la vivencia de la fe en Jesucristo en el seno de toda familia.  

El segundo tema propuesto es el de los laicos. Es una invitación a reflexionar, por un lado, sobre cómo hacer para que el laico descubra y profundice en su vocación como miembro del Pueblo de Dios, así como, por otro, sobre cuál es y cuál debe ser el verdadero espacio y misión a la que es llamado, tanto en la Iglesia como en la sociedad. 

 

Mundo rural y formación cristiana  
 

El tercer ámbito a evangelizar es el mundo rural. Para nosotros se hace urgente reflexionar sobre cómo llevar a cabo la labor pastoral en tantos pueblos, prácticamente despoblados, que conforman la geografía de nuestra diócesis, una tarea pastoral que pueda servir para poner un poco de luz y esperanza en las gentes, a veces tan marcadas por la desesperanza, que todavía viven en ellos.  

El cuarto tema a reflexionar es la formación cristiana, para que, como nos dice el Concilio Vaticano II, éste sea un continuo proceso de maduración en la fe. Sin duda, la preocupación y el esfuerzo por ofrecer una mayor y mejor formación, tanto a los sacerdotes, como a los religiosos y laicos, se ha de colocar entre las prioridades de la diócesis.  
 

Celebración de la fe 

 

Por último, concluye el cuaderno con una propuesta para reflexionar acerca de nuestras celebraciones. La celebración de la fe es un momento fundamental en la vivencia de la fe. Preguntarnos cómo podemos hacer de ellas espacios que, por un lado, propicien el encuentro personal y comunitario con el Señor, y, por otro, sean verdaderamente evangelizadoras, es el reto que se nos plantea en este apartado.  

Hemos de acercaros y reflexionar sobre todos estos temas partiendo de la oración y la escucha de la Palabra de Dios. Sin duda, es ahí donde podremos abrirnos sin miedo al Espíritu y escuchar su voz, para, después, compartir, mediante el diálogo en los grupos sinodales, con el resto de los miembros y, entre todos, buscar esas propuestas concretas y creativas que nos ayuden a crecer como Iglesia evangelizadora.  

 

Y después de este cuaderno sinodal, ¿qué queda todavía?
 

El sínodo diocesano se halla ahora todavía en su segunda fase (la fase de los grupos sinodales), a la que todavía quedan pendientes por editar y trabajar un cuarto cuaderno temático: “Servimos. Acción social y vida pública”. Su referente bíblico es la frase del evangelio de san Juan “Para que tengan vida…” (Juan 10,10). Y su temario incluye estas cinco cuestiones pastorales: pobreza, pastoral de la caridad, solidaridad, vida pública y comunicación. Todo indica que este cuarto cuaderno se presente a comienzos de octubre y que se trabaje hasta enero de 2024. 

Completada la fase segunda y desde ella, mediante las ponencias, llegará la tercera: la asamblea sinodal, con las sesiones y modalidades que correspondan y sus conclusiones y documento final y misa solemne de clausura. En esta fase volverán, ya en asamblea sinodal, los cuatro grandes bloques temáticos abordados en los cuadernos, con el enriquecimiento de las aportaciones correspondientes de los grupos y la reelaboración de las mesas de ponencia. ¿Cuándo será? Una hipótesis verosímil sería entre febrero y junio de 2024. Según discurran las asambleas sinodales temáticas, la gran asamblea final podría ser a finales de junio o, como muy tarde, comienzos de octubre, con la correspondiente misa de clausura sinodal. 

Finalmente, la fase cuarta será la de la aplicación y la de la conversión pastoral en aras a ser Iglesia en salida misionera. 
 

Breve historia del Sínodo Diocesano 

 

El jueves 17 de mayo de 2018 el obispo de Sigüenza-Guadalajara, Atilano Rodríguez Martínez, anunció al consejo presbiteral su voluntad de convocar un sínodo diocesano. Posteriormente, fue reiterando en otros organismos y foros diocesanos esta decisión y procedió a dar los primeros pasos. Así, tuvo lugar la creación de la Secretaría General del Sínodo (con el sacerdote Ángel Luis Toledano Ibarra, párroco de San Diego de Guadalajara, al frente) y seis comisiones sectoriales de trabajo (Teológica, Canónica, Litúrgica, Pastoral y de Comunicación y Publicaciones). El sínodo diocesano fue abierto, con una solemne y muy concurrida eucaristía en la catedral (más de un millar de personas) el 2 de diciembre de 2018. Asimismo, el obispo creó el consejo de dirección con sínodo, con una comisión permanente. Con anterioridad y con fecha 8 de septiembre de 2018, don Atilano escribió la carta pastoral titulada “¿Para qué un Sínodo?”. 

En 2019, se fueron elaborando el reglamento sinodal, la misión del consejo sinodal, los materiales divulgativos, didácticos y pastorales, el lema –“Vívelo”-, la oración oficial, y una gran encuesta previa, con 169 preguntas y que fue respondida por 5.515 personas. Se hizo un elenco y clasificación de los temas y se dejó todo preparado para una nueva, ya citada, gran cita: 25 de enero de 2020 con la presentación oficial de los grupos sinodales (entonces 186 grupos, 2.176 personas inscritas) y la entrega del cuaderno cero para el trabajo sinodal en grupos, trabajado durante mes y medio. Además, se eligieron cuatro grandes de temas para trabajar en grupos y se designaron los ponentes y se elaboró un calendario concreto para este itinerario sinodal.  

 

Sínodo en pandemia y sínodo universal 
 

Pero llegó el 15 de marzo de 2020 y el Sínodo comenzó una etapa nueva e imprevista, una etapa de “catacumbas” o de alargada espera pentecostal. Y en medio de todo ello, desde la voluntad de que la llama del Sínodo no se apagará se trabajó en el himno sinodal oficial (su autor es Lorenzo Sánchez) y en otras canciones y en nuevos y sencillos nuevos materiales de reflexión, artículos y cartas del obispo y del secretario general del Sínodo y hasta se editaron mascarillas sinodales… 

Además, nuestra diócesis se sumó, en el otoño de 2021 e invierno de 2022, como no podía ser de otro modo, a la convocatoria del Papa Francisco de llamar a todas las diócesis de la Iglesia a ponerse en camino y trabajar en fases diocesanas ante el próximo Sínodo de los Obispos de octubre de 2023 y de 2024, sobre el tema “Por una Iglesia sinodal. Comunión, participación, misión”. 

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 3 de marzo de 2023

El mensaje del Papa para esta Cuaresma que reproducimos, partiendo de la Transfiguración del Señor, ofrece los paralelismos entre la Cuaresma y el Sínodo

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Anteayer, miércoles, día 22 de febrero, ha sido Miércoles de Ceniza, día del comienzo de la Cuaresma, que se prolongará hasta la tarde del Jueves Santo, 14 de abril (la Semana Santa de 2022 será del 2 al 9 de abril).  

Así, pues, durante cuarenta días –imagen de los cuarenta días de Jesucristo en el desierto antes de comenzar su predicación y misión y los cuarenta años del pueblo de Israel en el desierto hasta llegar a la tierra prometida-, los cristianos nos encontraremos en el tiempo litúrgico de la Cuaresma, un bien hermoso y caracterizado tiempo de preparación a los misterios centrales del cristianismo: la pasión, muerte y resurrección redentoras de Jesucristo.  

El ciclo cuaresmal tiene seis domingos, incluido el Domingo de Ramos, pórtico solemne de la Semana Santa. La espiritualidad de estas semanas mira a preparar la vivencia de la Pascua de Resurrección con mayor intensidad religiosa en las celebraciones litúrgicas y en prácticas como la oración, los retiros, la limosna, el ayuno y la penitencia. El ambiente cuaresmal se aprecia también en las celebraciones: los ornamentos son de color morado, se suprime el Gloria y el Aleluya y el templo aparece más sobrio. Todo ello hasta el Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, que será el 9 de abril. 

 

Dos partes y, este año, triple contexto 

 

De alguna manera, estos seis domingos y semanas podríamos que decir que se dividen en dos partes. La primera parta va desde el Miércoles de Ceniza hasta la víspera del Domingo IV de Cuaresma, que es llamado el Domingo “Laetare, domingo de la alegría ante la tan próxima Pascua. Y ya la segunda parte, intensificando las notas propias cuaresmales, hasta su culminación con el Triduo Pascual (desde la tarde del Jueves Santo al Domingo de Pascua y, por extensión, durante toda la semana de Pascua, incluido el segundo domingo pascual, Domingo, a su vez, de la Divina Misericordia). 

Por iniciativa del Papa Francisco, y desde 2014, para visibilizar este tránsito entre dos partes citadas de la Cuaresma, desde la tarde del viernes de la tercera semana de Cuaresma hasta la tarde del sábado ya víspera del cuarto domingo cuaresmal, se celebra la Jornada 24 horas para el Señor”. Es una convocatoria en toda la Iglesia universal destinada a la adoración eucarística y a las confesiones sacramentales. Este año será de la tarde del viernes 17 a la tarde del sábado 18 de marzo. Su lema de este año es “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador(Lucas 18, 13). 

Por otro lado, el contexto concreto de la Cuaresma de 2023 es triple: la invasión y guerra en Ucrania, ya en su primer aniversario; los devastadores efectos de los terremotos en Siria y en Turquía; y el proceso sinodal en que vive toda la Iglesia universal desde octubre de 2021. 

 

Texto íntegro del mensaje papal 

 

“Queridos hermanos y hermanas: Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas concuerdan al relatar el episodio de la Transfiguración de Jesús. En este acontecimiento vemos la respuesta que el Señor dio a sus discípulos cuando estos manifestaron incomprensión hacia Él.  

De hecho, poco tiempo antes se había producido un auténtico enfrentamiento entre el Maestro y Simón Pedro, quien, tras profesar su fe en Jesús como el Cristo, el Hijo de Dios, rechazó su anuncio de la pasión y de la cruz. Jesús lo reprendió enérgicamente: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres» (Mt 16,23). Y «seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado» (Mt 17,1). 

 

La Cuaresma, tiempo de encuentro de Jesús y su Iglesia 

 

El evangelio de la Transfiguración se proclama cada año en el segundo domingo de Cuaresma. En efecto, en este tiempo litúrgico el Señor nos toma consigo y nos lleva a un lugar apartado. Aun cuando nuestros compromisos diarios nos obliguen a permanecer allí donde nos encontramos habitualmente, viviendo una cotidianidad a menudo repetitiva y a veces aburrida, en Cuaresma se nos invita a “subir a un monte elevado” junto con Jesús, para vivir con el Pueblo santo de Dios una experiencia particular de ascesis. 

La ascesis cuaresmal es un compromiso, animado siempre por la gracia, para superar nuestras faltas de fe y nuestras resistencias a seguir a Jesús en el camino de la cruz. Era precisamente lo que necesitaban Pedro y los demás discípulos. Para profundizar nuestro conocimiento del Maestro, para comprender y acoger plenamente el misterio de la salvación divina, realizada en el don total de sí por amor, debemos dejarnos conducir por Él a un lugar desierto y elevado, distanciándonos de las mediocridades y de las vanidades. Es necesario ponerse en camino, un camino cuesta arriba, que requiere esfuerzo, sacrificio y concentración, como una excursión por la montaña.  

Estos requisitos también son importantes para el camino sinodal que, como Iglesia, nos hemos comprometido a realizar. Nos hará bien reflexionar sobre esta relación que existe entre la ascesis cuaresmal y la experiencia sinodal. 

 

La ascesis cuaresmal como también camino sinodal, expresada en esta imagen de un grupo de católicas filipinas

 

Experiencias comunitarias, sinodales 

 

En el “retiro” en el monte Tabor, Jesús llevó consigo a tres discípulos, elegidos para ser testigos de un acontecimiento único. Quiso que esa experiencia de gracia no fuera solitaria, sino compartida, como lo es, al fin y al cabo, toda nuestra vida de fe. A Jesús hemos de seguirlo juntos. Y juntos, como Iglesia peregrina en el tiempo, vivimos el año litúrgico y, en él, la Cuaresma, caminando con los que el Señor ha puesto a nuestro lado como compañeros de viaje.  

Análogamente al ascenso de Jesús y sus discípulos al monte Tabor, podemos afirmar que nuestro camino cuaresmal es “sinodal”, porque lo hacemos juntos por la misma senda, discípulos del único Maestro. Sabemos, de hecho, que Él mismo es el Camino y, por eso, tanto en el itinerario litúrgico como en el del Sínodo, la Iglesia no hace sino entrar cada vez más plena y profundamente en el misterio de Cristo Salvador. 

Y llegamos al momento culminante. Dice el Evangelio que Jesús «se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz» (Mt 17,2). Aquí está la “cumbre”, la meta del camino. Al final de la subida, mientras estaban en lo alto del monte con Jesús, a los tres discípulos se les concedió la gracia de verle en su gloria, resplandeciente de luz sobrenatural. Una luz que no procedía del exterior, sino que se irradiaba de Él mismo. 

La belleza divina de esta visión fue incomparablemente mayor que cualquier esfuerzo que los discípulos hubieran podido hacer para subir al Tabor. Como en cualquier excursión exigente de montaña, a medida que se asciende es necesario mantener la mirada fija en el sendero; pero el maravilloso panorama que se revela al final, sorprende y hace que valga la pena.  

También el proceso sinodal parece a menudo un camino arduo, lo que a veces nos puede desalentar. Pero lo que nos espera al final es sin duda algo maravilloso y sorprendente, que nos ayudará a comprender mejor la voluntad de Dios y nuestra misión al servicio de su Reino. 

 

Transformación personal y eclesial 

 

La experiencia de los discípulos en el monte Tabor se enriqueció aún más cuando, junto a Jesús transfigurado, aparecieron Moisés y Elías, que personifican respectivamente la Ley y los Profetas (cf. Mt 17,3). La novedad de Cristo es el cumplimiento de la antigua Alianza y de las promesas; es inseparable de la historia de Dios con su pueblo y revela su sentido profundo.  

De manera similar, el camino sinodal está arraigado en la tradición de la Iglesia y, al mismo tiempo, abierto a la novedad. La tradición es fuente de inspiración para buscar nuevos caminos, evitando las tentaciones opuestas del inmovilismo y de la experimentación improvisada. 

El camino ascético cuaresmal, al igual que el sinodal, tiene como meta una transfiguración personal y eclesial. Una transformación que, en ambos casos, halla su modelo en la de Jesús y se realiza mediante la gracia de su misterio pascual. Para que esta transfiguración pueda realizarse en nosotros este año, quisiera proponer dos “caminos” a seguir para ascender junto a Jesús y llegar con Él a la meta. 

 

Escuchar a Jesús, escuchar la Palabra de Dios 

 

El primero se refiere al imperativo que Dios Padre dirigió a los discípulos en el Tabor, mientras contemplaban a Jesús transfigurado. La voz que se oyó desde la nube dijo: «Escuchadlo» (Mt 17,5). Por tanto, la primera indicación es muy clara: escuchar a Jesús. La Cuaresma es un tiempo de gracia en la medida en que escuchamos a Aquel que nos habla. ¿Y cómo nos habla? Ante todo, en la Palabra de Dios, que la Iglesia nos ofrece en la liturgia. No dejemos que caiga en saco roto. Si no podemos participar siempre en la Misa, meditemos las lecturas bíblicas de cada día, incluso con la ayuda de internet.  

Además de hablarnos en las Escrituras, el Señor lo hace a través de nuestros hermanos y hermanas, especialmente en los rostros y en las historias de quienes necesitan ayuda.  

Pero quisiera añadir también otro aspecto, muy importante en el proceso sinodal: el escuchar a Cristo pasa también por la escucha a nuestros hermanos y hermanas en la Iglesia; esa escucha recíproca que en algunas fases es el objetivo principal, y que, de todos modos, siempre es indispensable en el método y en el estilo de una Iglesia sinodal. 

 

Testimonio compartido en la vida cotidiana  

 

Al escuchar la voz del Padre, «los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: “Levantaos, no tengáis miedo”. Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo» (Mt 17,6-8). He aquí la segunda indicación para esta Cuaresma: no refugiarse en una religiosidad hecha de acontecimientos extraordinarios, de experiencias sugestivas, por miedo a afrontar la realidad con sus fatigas cotidianas, sus dificultades y sus contradicciones. La luz que Jesús muestra a los discípulos es un adelanto de la gloria pascual y hacia ella debemos ir, siguiéndolo “a Él solo”.  

La Cuaresma está orientada a la Pascua. El “retiro” no es un fin en sí mismo, sino que nos prepara para vivir la pasión y la cruz con fe, esperanza y amor, para llegar a la resurrección.  

De igual modo, el camino sinodal no debe hacernos creer en la ilusión de que hemos llegado cuando Dios nos concede la gracia de algunas experiencias fuertes de comunión. También allí el Señor nos repite: «Levantaos, no tengáis miedo». Bajemos a la llanura y que la gracia que hemos experimentado nos sostenga para ser artesanos de la sinodalidad en la vida ordinaria de nuestras comunidades. 

Queridos hermanos y hermanas, que el Espíritu Santo nos anime durante esta Cuaresma en nuestra escalada con Jesús, para que experimentemos su resplandor divino y así, fortalecidos en la fe, prosigamos juntos el camino con Él, gloria de su pueblo y luz de las naciones”. 

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 24 de febrero de 2023

Por Eugenio Abad Vega

Consiliario de la Delegación de Infancia y Catequesis

 

 

 

A veces, en relación a la liturgia y a las celebraciones cristianas, podemos tener la sensación de que se trata de un eterno retorno. Llega el adviento, la navidad, el tiempo ordinario, la cuaresma, la pascua…y el ciclo se repite año tras año. Y aunque eso es verdad en cuanto al ritmo celebrativo, no lo es en cuanto a la naturaleza de la vida cristiana, pues ésta es lineal: En el bautismo iniciamos un camino que recorremos con la finalidad de ir progresando en la santidad.

Por eso, la iglesia nos invita a vivir la cuaresma no como un año más, de forma repetitiva y rutinaria, sino como un “más” en el año, como un “plus”, una oportunidad nueva o un regalo que Dios nos da (“Ahora es el tiempo de la gracia, ahora el es tiempo de la salvación” dirá san Pablo a Corintios).

Conversión, ayuno, perdón, compasión, pureza de corazón, alabanza, reconciliación, justicia, gracia, oración, silencio, limosna, salvación… son palabras muy presentes en este tiempo de cuaresma. Son un clamor de Dios hacia nosotros para que vivamos como hijos suyos; y, a la vez, un clamor nuestro hacia Él para que lo haga posible mediante su gracia.

Cuaresma, ¿un año más o un “más” en el año?, pregunta que, sin duda, podemos hacernos y tratar de responder también en los grupos de catequesis, sobre todo,  con adultos y jóvenes.

 

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

 

"/Ya te alejas, Pastor santo, hacia la luz de arriba,

Alzándote -incluso con la cruz- al cielo;

Te ilumina, desde allí, una llama que tu vuelo

Está alumbrando, mientras la Tierra de tu luz se priva.

 

Aunque de tu propio madero mana luz en rielo,

Luciendo sobre la redimida Tierra fugitiva,

En la que tu misma estela queda viva

Junto a una escena de pescadores y de suelo.

 

¿A dónde te diriges, si ha quedado la celeste riba

Sombría, de destinos cubierta por un velo?

Pareces mirar dentro de Ti, tapado por tu pelo.

Atisbas a la Tierra, girando a la deriva.

 

Sol del espíritu, nos has dejado al menos el consuelo

Todavía, cuando alguien la escuche y la reciba,

Oficiada por Ti, de cuanta palabra y luz perciba:

¡Resurrecta esperanza emanada del anhelo!

 

¡SANTO apetito de vida eterna, que el alma por siempre la conciba!

 

 

 

Juan Pablo Mañueco

Premio CERVANTES-CELA-BUERO VALLEJO, 2016.

Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha

 

Vídeo autor:

https://www.youtube.com/watch?v=HdKSZzegNN0

Por José Ramón Díaz-Torremocha

(Conferencia Santa María, Guadalajara)

Email del autor: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

 

 

La fila de miembros del Consejo aproximadamente una docena y media de personas avanzaba lentamente. El hombre de blanco se paraba con cada miembro según llegaban a saludarle, bajo la atenta mirada del cardenal-presidente del Consejo Pontificio que presentaba al Papa, a cada uno de ellos.

Cuando llegué a su altura, me encontré frente a un ser humano que me recibía con una cordial y tímida sonrisa y limpios y claros ojos azules. Al darle la mano, trasladé con cierta timidez, el saludo que me había casi ordenado mi madre, que le hiciera llegar “si llegaba a ver al Papa” me decía ella. Quise continuar y terminar rápidamente el protocolo del saludo para no quitarle más tiempo del debido, pero no me dejo. Su mano mantenía con firmeza la mía, con cierta sorpresa del Cardenal Cordes que me había presentado y desde luego la mía. Me preguntó por datos de mi madre. ¿Qué años tiene? ¿cómo está de salud? Fundamentalmente, me impresionaron sus ojos, ojos de hombre limpio de hombre amable de hombre bueno. Los pocos momentos que estuve frente a él a través de los años siguientes, confirmaron las impresiones de los primeros momentos. Era tímido sí, pero de una gran delicadeza y diría que hasta de dulzura. Hoy escribo bajo la impresión de saberle de viaje, de un viaje que terminará ante Aquel que le encomendó cuidar Su Iglesia a la que se entregó y a cuyo Fundador dedicó sus últimas palabras antes de entregar el alma: “Señor te amo”

Había conocido al Cardenal Ratzinger solo unos años antes en el comedor de la Casa Santa Marta cuando llegó con un acompañante y le colocaron en una de aquellas enormes mesas redondas y la casualidad, me hizo gozar de su compañía como vecino de mesa y de asiento. Él no me conocía, pero yo si le conocía a él ¿Quién no conocería en el Vaticano al Prefecto para la Doctrina de la Fe? Podría contar alguna anécdota de mi pequeña relación con él a lo largo de los años. Pero ahora que ya está en el Cielo, me gustaría dejar solo una que ya me impacto entonces y que agradecí profundamente.

Él era un gran Cardenal, de los conocidos, el guardián de las esencias en la Iglesia, por mi lado un pobre y desconocido laico. En aquella mesa redonda, el Cardenal tenía a su izquierda al amigo con el que había llegado a comer y a su derecha, al “laico desconocido”.

Personalmente, me encontraba aislado. La silla de mi derecha, la ocupaba un obispo que hablaba un “perfecto” inglés idioma que desconozco absolutamente, salvo las habituales palabras: gracias, buenos días o buenas noches, perdón y poco más. El futuro Papa, a mi izquierda fue consciente enseguida de mi forzada reclusión idiomática y a lo largo de la comida y sin duda para que no me sintiera aislado, me dirigió pequeñas frases en francés e incluso en español que daban pie a cortos intercambios de conversación, para que, sin abandonar a su compañero de comida, me permitiera no encontrarme solo. Su simpatía, su amabilidad y su caridad, será difícil que los olvide y a él, ya me encomiendo desde el día en el que, creo firmemente, inició su vuelo con destino al Cielo llamado por la Plenitud de la Alegría.

Después de recordar esta importante pérdida para la Iglesia universal, no puedo olvidarme de otras dos grandes pérdidas personales que he sufrido en estos días de finales de enero 2023, en los que escribo estas líneas.  No conmoverán a muchos, pero si a mí.

Uno se llamaba Ronaldo Daniel, era uno de mis consocios de Guatemala y ha vuelto al Señor mientras dormía. Era un hombre de Dios y te acercaba a Él ya fuera oyéndole o leyéndole en preciosos comentarios a las lecturas dominicales. Nos conocimos y compartimos la amistad y la alegría de Cristo solo unos días personalmente. Después hemos seguido esa amistad por medios electrónicos los casi últimos veinte años.

José María era otro consocio este de Madrid y durante una época fue mi “servidor” en la presidencia del consejo de Madrid de las Conferencias de San Vicente. Creo que fue consciente de que no ocupaba un “cargo” sino un exigente “servicio”. También falleció alrededor de los comienzos del año 2023. Era un buen médico y después de jubilado y del trabajo en su Conferencia, ejercía la Medicina en caridad en algún pequeño Centro médico caritativo de Madrid y en la tutela de un Comedor de las Conferencias, también en Madrid, fundado por consocios muy anteriores a él.

He incorporado a los tres a la cada vez más larga y numerosa lista de mi oración diaria por tantos amigos, que ya han viajado hasta el Padre. A todos tengo que agradecer su ejemplo de entrega eclesial y su constancia. Tres más que han abonado mi vida. Gracias.

Siempre a Cristo por y con María.

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