Por Alejo Navarro
(Delegación de Liturgia)
En los Avisos Finales de la celebración de la Eucaristía de este domingo, 28 de diciembre de 2014, fiesta de la Sagrada Familia, el sacerdote ha invitado a los fieles a que reciten, dentro de tres días, el día 31 de diciembre, el himno Te Deum como acción de gracias. También les ha invitado a que reciten, dentro de cuatro días, el día 1 de enero, el himno Veni Creador como petición de auxilio divino para el tiempo nuevo que Dios nos va a conceder. Ofrecemos a continuación algunos pensamientos para la mejor comprensión de ambos himnos. En esta ocasión hacemos un breve estudio del Te Deum y en otra ocasión lo haremos del Veni Creator.
FIN DE AÑO Y COMIENZO DE AÑO
La división del tiempo (hora, día, semana, mes, año, década, centuria, milenio…) favorece la vivencia histórica de nuestra condición humana. La temporalidad es uno de los rasgos que nos definen e identifican como seres históricos.
Las encrucijadas temporales propician determinadas vivencias. El tiempo no es algo solamente físico o matemático, sino que es tiempo vivido. El paso de un año a otro invita a determinadas vivencias interiores.
El final del año invita al repaso agradecido del comportamiento de Dios con nosotros, al tiempo que invita al reconocimiento humilde de las deficiencias en la respuesta por nuestra parte. El comienzo del año invita a la súplica confiada en Dios, al tiempo que invita a una serena determinación por parte nuestra de una respuesta mejorada a la gracia.
CRONOS Y KAIRÓS
Estas dos palabras griegas (cronos y cairos) sirven de clave hermenéutica para la valoración del tiempo.
El cronos es el tiempo meramente humano (de ahí deriva la palabra cronología). Es la datación de los acontecimientos según referencias estrictamente humanas.
El kairós es la presencia y acción divina en el tiempo humano, transformándolo y divinizándolo. Dios no deja de intervenir continuamente en la historia humana. Dios está transformando continuamente la historia desde las entrañas (pensemos en todas las celebraciones sacramentales que están aconteciendo en estos mismos momentos). Nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer porque Dios ha seguido actuando en nosotros sin cesar desde aquellos inicios. La historia humana va siendo santificada cada vez más.
EL TE DEUM AL FINAL DEL AÑO
Al llegar al final de un año es bueno recitar el Te Deum, como el himno más apropiado para estas encrucijadas temporales. De esta forma nos paramos a pensar. Hacemos un alto en el camino. Al pararnos a pensar, recordamos (sabemos el alcance vital que tiene en español el verbo recordar: revivir, actualizar…).
Al recordar, alabamos. Al recordar, agradecemos. Al recordar, intercedemos. Al recordar, suplicamos.
Esos son los cuatro matices que tiene para nosotros el verbo recordar: el matiz de la alabanza, el matiz de la acción de gracias, el matiz de la intercesión o petición de perdón y el matiz de la súplica.
LOS ORÍGENES DEL TE DEUM
Fue compuesto en latín, aunque después se hayan realizado versiones a las distintas lenguas vernáculas. De hecho, el título está tomado de las dos primeras palabras de su redacción original latina (“Te Deum laudámus: te Dóminum confitémur”).
Se le suele llamar también “Himno Ambrosiano”, ya que según una tradición fue compuesto por San Ambrosio (333-397). Según esta tradición lo habrían compuesto conjuntamente San Ambrosio de Milán y San Agustín de Hipona, en la celebración del bautismo de San Agustín que le administró San Ambrosio el sábado santo del año 387. Siempre según esta tradición, San Ambrosio, inspirado y movido por el Espíritu Santo, empezó a improvisar espontáneamente el himno y San Agustín, igualmente inspirado y movido por el Espíritu Santo, se fue incorporando creativamente a las palabras que iba pronunciando San Ambrosio.
Los datos más probables indican que el himno fue escrito, ciertamente, en el siglo IV y su autor, al menos en su configuración básica, fue Aniceto de Remesiana. Otra cosa es que lo tomase y recitase San Ambrosio para el gran momento de gracia del bautismo de San Agustín.
Su origen, pues, hay que ponerlo en la primera mitad del siglo IV. Al principio no tenía una redacción tan completa y acabada como la que tiene a día de hoy, como por otra parte es lógico. Toda obra se va completando, perfilando y acabando a partir de una primera siembra germinal. La forma acabada y completa tal y como la conocemos a día de hoy se encuentra por primera vez en el “Antifonarium Benchorense” (Antifonario del Monasterio de Bangor en irlanda del Norte) fechado en el año 690.
EL EMPLEO DE ESTE HIMNO
El himno del te Deum es regularmente utilizado en la liturgia de la Iglesia católica romana en el Oficio de Lectura. La Ordenación General de la Liturgia de las Horas, en el apartado dedicado al Oficio de Lectura escribe: “En los domingo, excepto los de Cuaresma, en los días de las Octavas de Pascua y de Navidad, en las solemnidades y fiestas, después de la segunda lectura, seguida de su responsorio, se recita el Te Deum, el cual se omite en las memorias y en las ferias. La última parte de este himno, desde el versículo “Salva a tu pueblo, Señor” (Salvum fac populum tuum) hasta el fin, puede omitirse libremente” (OGLH 68).
Además de su uso en el Oficio de Lectura, el Te Deum se emplea en diversas celebraciones de acción de gracias: ceremonias de canonización, elección del Papa, ordenación de presbíteros, proclamaciones reales y otras circunstancias eclesiales o sociales en que la comunidad cristiana quiere expresar sus sentimientos de gratitud al Señor por algún acontecimiento vivido.
ESTRUCTURA DEL TE DEUM
El Tedeum está estructurado en tres estrofas. Además de las tres estrofas, hay un añadido de ocho versos finales, que se pueden omitir libremente.
La primera estrofa consta de seis versos y abarca desde “Te Deum laudamus” hasta “maiestátis glóriae tuae”.
La segunda estrofa consta de siete versos y abarca desde “Te gloriosus” hasta “Paráclitum Spíritum”.
La tercera estrofa consta de ocho versos y abarca desde “Tu rex glóriae” hasta “in gloria numerari”.
El número de tres estrofas que van creciendo en número de versos (seis, siete y ocho) van dando al himno un sentido de ensanchamiento y dilatación interna, como si la gloria divina se fuese expandiendo por doquier.
La primera estrofa está centrada en el Padre. La segunda estrofa ensancha la atención a las tres divinas personas (“Patrem… Únicum Filium… Paráclitum Spíritum”). La tercera estrofa se centra en Cristo.
ESPIRITUALIDAD DEL TE DEUM
El himno del Te Deum es un canto a la gloria de Dios: gloria divina que Dios no quiere reservarse sólo para sí, sino gloria de la que quiere hacernos partícipes a nosotros.
La palabra gloria es la más repetida en el himno. Aparece cuatro veces: “maiestátis gloriae tuae” (primera estrofa), “Tu rex gloriae, Christe” (tercera estrofa), “in gloria Patris” (tercera estrofa), “in gloria numerari” (tercera estrofa). Además aparece una vez el adjetivo “gloriosus” (Te gloriosus apostolorum chorus) y otras diversas expresiones que guardan una gran similtud de significado con la gloria (“aeternum Patrem, Deus Sábaoth, immensae maiestatis…”).
El himno, pues, nos sumerge en la gloria de Dios y despierta en nosotros sentimientos de admiración, asombro, alabanza, adoración, contemplación…
Además de este matiz prevalente de la alabanza, el himno contiene los otros tres matices añadidos a la alabanza que tiene la oración cristiana: acción de gracias (se reconoce la obra redentora de Cristo), intercesión (se reconoce el acecho y peligro del pecado) y súplica (el deseo de la salvación eterna).
TRATAMIENTO MUSICAL DEL TE DEUM
Muchos compositores de todos los tiempos han puesto música al himno del te Deum. Es muy a tractivo para los compositores acercarse a un himno como el te Deum, ya que, por el mismo hecho de ser “himno” es portador de una gran musicalidad interna.
Desde el Renacimiento hasta el siglo XXI, pasando por el Barroco, Clasicismo, Romanticismo y Siglo XX, podríamos hacer un gran repaso de excelentes expresiones musicales de la riqueza del texto del Te Deum.
Nos van a permitir destacar tres. Destacamos en primer lugar el Te Deum de Marco Antonio Charpentier (1643-1704), de cuya introducción instrumental está extraída la sintonía de Eurovisión. Destacamos en segundo lugar el Te Deum de Mozart (1756-1791), para coro y orquesta (cuerdas, órgano, instrumentos de viento y timbales). Destacamos en tercer lugar el Te Deum de Bruckner (1824-1896), compositor de profunda espiritualidad.
Termino deseando a los lectores de este comentario que sea realidad para todos ellos, en la hora señalada por Dios, la última petición de la tercera parte del Te Deum: “Aeterna fac cum sanctus tuis in gloria numerari”.