El vicario general de la archidiócesis de Valencia, Vicente Fontestad, y el de la diócesis de Sigüenza-Guadalajara, Agustín Bugeda, firmaron el martes día 13 de enero, en el Palacio Arzobispal de Valencia, un documento notarial por el que ha quedado constituida la parte actora que promueve la causa de canonización de monseñor Jesús Pla Gandía, que fue obispo auxiliar de Valencia y titular de la diócesis de Sigüenza-Guadalajara. En la firma han estado presentes además el vicario episcopal para la vida consagrada de la diócesis alcarreña, Ángel Moreno, y el delegado para las Causas de los Santos del arzobispado valenciano, Ramón Fita.

Esta firma es un paso importante y necesario, en conformidad con la Instrucción Sanctorum Mater de la Congregación de las Causas de los Santos, auspiciado por el arzobispo de Valencia, el cardenal Antonio Cañizares, y el obispo de Sigüenza-Guadalajara, Atilano Rodríguez, para promover dicha causa que a partir de ahora seguirá el procedimiento que establece la Santa Sede para estos casos.

Monseñor Jesús Pla Gandia nació en la localidad valenciana de Agullent el 24 de diciembre de 1915 y fue ordenado sacerdote en 1942. Su primer destino fue como párroco de Genovés, ministerio que desempeñó hasta 1946, en que fue nombrado director espiritual del Seminario Mayor de Valencia en Moncada durante cinco años, localidad en la que permaneció 20 años más y en los que desempeñó los cargos de arcipreste y párroco de San Jaime Apóstol.

En Abril de 1967 fue nombrado vicario general de la diócesis y en marzo de 1971 fue nombrado por el papa Pablo VI obispo titular de Baretta y auxiliar de Valencia, siendo arzobispo metropolitano José María García Lahiguera. Diez años después el papa Juan Pablo II le nombró obispo de Sigüenza-Guadalajara, diócesis de la que tomó posesión el 5 de mayo de 1981, cargo que desempeñó hasta que le fue aceptada la renuncia el 11 de septiembre de 1991, siguiendo como administrador diocesano hasta el 17 de noviembre de ese año. Entonces regresó a Valencia donde falleció el día 8 de noviembre del año 2000, siendo enterrado, según su voluntad, en la capilla de la Inmaculada de la catedral de Sigüenza. Su lema episcopal fue "la verdad os hará libres".

 

Momento de la firma en el Palacio Arzobispal de Valencia.

 

MONICIÓN INTRODUCTORIA ----------

 

Jesucristo, “Esposo, Hijo de Dios, Amado, Jesús y Cordero” como termina de llamarle Fray Luis de León en su libro titulado Los Nombres de Cristo, celebra, aquí y ahora, para gloria del Padre y salvación de las almas, su Misterio Pascual, la obra Mayor de gracia que han conocido los siglos. “La Eucaristía se celebra primero de todo para la gloria de Dios y en acción de gracias por la salvación de la humanidad” (Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, 69).

 

Lo celebra en este Domingo en que concluye el tiempo de Navidad, fiesta del Bautismo del Señor, en el que maravillosamente es proclamado como Hijo amado de Dios, las aguas son santificadas, el hombre es purificado y se alegra toda la tierra (cf. Martirologio Romano)

 

Hagamos nosotros ahora, al inicio de la celebración, un grande y profundo acto de humildad e invoquemos la misericordia divina para que nuestro corazón quede también purificado y bien dispuesto para celebrar dignamente el gran misterio de la Eucaristía.

 

PETICIÓN ---------------------------

 

En este Año de la Vida Consagrada tenemos muy presentes a todos los consagrados de nuestra diócesis. De forma muy particular en esta semana oramos por las Hermanas Maestras Doroteas de Alovera, Azuqueca, Guadalajara y Sigüenza, por las Hermanas de la Caridad de Santa Ana en Guadalajara y Molina, por las Hermanitas de Ancianos Desamparados de Guadalajara y Sigüenza, por las Hermanas de la de la Reunión del Sagrado Corazón de Guadalajara, por las Religiosas Scalabrinianas de Guadalajara, por las Ursulinas de la Unión Romana de Guadalajara y Molina y por los Padres Agustinos de Guadalajara. Por estas comunidades nos pide la diócesis que oremos en esta semana y lo hacemos con gusto. Roguemos al Señor.

 

AVISOS FINALES ------------------

 

Acabado el Tiempo litúrgico de la Navidad, iniciamos el Tiempo litúrgico Ordinario a lo largo de XXXIV semanas todo el misterio de nuestro Señor Jesucristo. Es tiempo precioso para conocer, amar, seguir e imitar cada vez más y mejor a Jesucristo.

 

En este recorrido habrá fechas especialmente destacadas. Vamos a anticipar tres: La Pascua de Resurrección, Pentecostés y Cristo Rey.

 

La noche santa de la Pascua la celebraremos el sábado 4 de abril y el Domingo día 5 será la gran solemnidad de la Resurrección del Señor.

 

La solemnidad de Pentecostés la celebraremos el día 24 de mayo.

 

La solemnidad de Jesucristo, Rey del universo, con cuya semana culminaremos el Año litúrgico, la celebraremos el día 22 de noviembre.

 

Nos espera, pues, un nuevo Año de gracia. Así lo ha dispuesto el Señor y bendito sea. Estemos atentos y abiertos para la recepción de los dones del Señor. Y sepamos corresponder. Como escribe Pemán en uno de sus poemas: “En este trueque de amor, no es mi falta, es tu abundancia lo que me asusta, Señor”.

Introducción 

Queridos hermanos y hermanas:

El papa Francisco, con motivo de la celebración de la 101 Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, del año 2015, ha dirigido a toda la Iglesia un mensaje estimulante, luminoso y profético. Los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones, siguiendo el surco abierto por el santo padre, queremos, por nuestra parte, invitaros a acoger su palabra, a releerla desde nuestras realidades concretas y a llevarla a la práctica.

Nos invita el santo padre, en primer lugar, a contemplar a Jesús, «el evangelizador por excelencia y el Evangelio en persona»[1], a dejarnos sorprender por su solicitud en favor de los más vulnerables y excluidos, a reconocer su rostro sufriente en las victimas de la nuevas formas de pobreza y esclavitud, a acoger su palabra, tan clara, tan contundente: «Fui forastero y me hospedasteis» (Mt 25, 35-36).

  1. - Iglesia sin fronteras, Madre de todos

La Iglesia, heredera de la misión de Jesús, a la vez que anuncia a los hombres que «Dios es amor» (1 Jn 4, 8.16) abre sus brazos para acoger a todos, sin discriminaciones. Ya en Pentecostés, los discípulos, empujados por el Espíritu, vencen miedos, superan dudas, se arriesgan al encuentro con quienes los judíos conocían como nacionalidades diversas, y, a pesar de las diferencias de lenguas, se entendían. Los hombres podemos entendernos cuando hablamos el lenguaje de Dios, que es el amor. Y cuando nos encerramos en nuestra torre, para evitar al que consideramos extranjero, pretendiendo preservar así nuestras seguridades, no hay entendimiento, sino división, violencia y marginación.

Hoy, como ayer, hemos de salir al encuentro de los hermanos emigrantes, haciendo visible la maternidad de la Iglesia, que, superando razas y fronteras, a todos acoge y «abraza con amor y solicitud como suyos»[2]. Es lo que resume admirablemente el lema elegido para esta Jornada del Emigrante y del Refugiado: «Iglesia sin fronteras, Madre de todos». La Iglesia en su conjunto y cada cristiano en particular hemos de practicar y difundir la cultura del encuentro, de la acogida, de la reconciliación, de la solidaridad.

Para una madre ningún hijo es inútil, ni está fuera de lugar, ni es descartable. Las madres, cuando se trata de los hijos, no saben de fronteras, como no lo sabía Jesús, al que vemos pasar al otro lado del lago, país extranjero, adentrarse en territorio sirio-fenicio, atravesar el país de los samaritanos, comer con publicanos y pecadores. No son las fronteras lo que le detiene, sino, más bien, los reencuentros, donde las diferencias son asumidas y transformadas en una acogida enriquecedora recíproca. Admira la fe de la sirio-fenicia (Mt 15, 21-28), hace que la samaritana se encuentre consigo misma y se convierta en evangelizadora para sus convecinos (Jn 4, 1-26). Al hilo de sus reencuentros Cristo reacciona, y a veces se irrita por el uso duro e ideologizado de las diferencias (Mc 1, 40-45; Mt 15, 1-20, Mt 9, 9-13).

  1. - Por un mundo nuevo, superando desconfianzas y rechazos

Las migraciones son un signo de nuestro tiempo, que está cambiando la faz de los pueblos. En España había a principios de 2014 cinco millones de personas extranjeras empadronadas. Entre ellas, son numerosas las que emprenden viajes muy arriesgados con la esperanza de encontrar un futuro mejor para ellos y sus familias. También ha vuelto a repuntar el número de españoles que emigran, para quienes las Misiones Católicas en Europa son una gran referencia.

«No es extraño, sin embargo —advierte el santo padre— que estos movimientos migratorios susciten desconfianza y rechazo, también en las comunidades eclesiales, antes incluso de conocer las circunstancias de persecución o de miseria de las personas afectadas. Esos recelos y prejuicios se oponen al mandamiento bíblico de acoger con respeto y solidaridad al extranjero necesitado»[3].

Hay que ponerse dentro de la piel del otro para entender qué esperanzas y deseos le mueven a dejar su tierra, su familia, los lugares conocidos; de qué situaciones busca escapar. Clama al cielo constatar las abismales desigualdades de renta media per capita o de esperanza media de vida entre muchos de los países de origen y los países de destino de los emigrantes. ¿Quién de nosotros no buscaría escapar del hambre, de la persecución o de la guerra, cuando no de la muerte?.

El mapa de la desigualdad entre países es una afrenta clamorosa a la dignidad de millones de seres humanos. Con el agravante de que las migraciones forzosas e irregulares dan lugar frecuentemente a la aparición de las mafias, a que surjan viejas y nuevas formas de pobreza y esclavitud (mujeres víctimas de la prostitución, menores no acompañados y en situaciones de riesgo, refugiados…). Son llagas por las que el Señor sigue sangrando.

  1. - «Salir del propio amor, querer e interés. Unir esfuerzos»

El santo padre ha invitado reiteradamente:

  • a la renuncia de sí mismos: «Jesucristo nos llama a compartir nuestros recursos y, en ocasiones, a renunciar a nuestro bienestar»[4]. A causa de la debilidad de nuestra naturaleza humana, sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor»[5].
  • a unir esfuerzos. No podemos contentarnos con la mera tolerancia. En la comunidad cristiana no caben reticencias que impidan o dificulten acoger apersonas de procedencias y culturas diferentes. Las comunidades educativas tienen un gran papel que jugar al respecto.
    Reiteramos, a este respecto, la llamada, que ya ha sido secundada en bastantes casos, a que delegaciones o secretariados diocesanos de Migraciones, organizaciones de caridad, congregaciones religiosas, universidades de la Iglesia y organizaciones no gubernamentales se brinden con generosidad
  • a ofrecer espacios de intercambio para compartir líneas de trabajo y experiencias  desde la identidad y misión propia;
  • a reflexionar juntos para realizar más eficazmente la tarea y para diseñar camino de futuro;
  • a avanzar en la coordinación y la colaboración trabajando en comunión. Esta es una dimensión integrante y un testimonio muy significativo, en medio de un mundo dividido, de nuestra identidad eclesial.

Consuela el hecho de que en los últimos años hayan sido un millón largo de personas las que han conseguido la nacionalidad española por residencia. Pero nos duele que, a pesar de los planes de integración, sigan siendo numerosos los que se ven obligados a vivir en asentamientos inhumanos o hacinados en viviendas indignas.

Nos preocupa la llamativa caída en cooperación internacional a niveles tan bajos como los actuales, porque mientras no cambien las condiciones inhumanas de vida en los países pobres y sea factible el derecho a no emigrar, nada ni nadie detendrá las migraciones.

Reconocemos el derecho de los Estados a regular los flujos migratorios y de las dificultades que ello implica. Sabemos y valoramos  las muchas vidas salvadas por las patrullas de vigilancia y los servidores del orden público en las proximidades de nuestras costas. Pero hay derechos que son prioritarios. Por eso, qué tristeza se siente cuando nos llegan noticias de muertes y de violencia, o que se adopten medidas como las devoluciones sumarias. También nos duele que no se sigan buscando alternativas más dignas que los Centros de Internamiento. En este sentido, nos adherimos a la denuncia contra cualquier actuación en que no se tengan en cuenta los derechos humanos. Pedimos que se cumplan los tratados internacionales y  se verifique, al menos,  si las personas pudieran ser acreedoras del asilo político, ser víctimas de la “trata” o necesitadas de asistencia sanitaria urgente.

El santo padre nos ha recordado recientemente hablando de Europa que «no se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio». Y que «la ausencia de un apoyo recíproco dentro de la Unión Europea corre el riesgo de incentivar soluciones particularistas del problema, que no tienen en cuenta la dignidad humana de los inmigrantes, favoreciendo el trabajo esclavo y continuas tensiones sociales»[6]. Las políticas migratorias no pueden depender solo de nuestras necesidades, sino de la dignidad de sus protagonistas y del vínculo que nos une como miembros de la familia humana. Nuestra responsabilidad con ellos continúa siendo urgente en materias de cooperación internacional, acogida, integración y cohesión social. Estas deben ser atendidas también desde la dimensión ética de la política y de la vida social. Porque la ausencia de esta dimensión afecta negativamente a nuestros hermanos extranjeros migrantes.

  1. - «Globalizar la caridad»

El santo padre, tras recordar, una vez más, la vocación de la Iglesia a superar fronteras, reitera la invitación a que trabajemos en pro del «paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación, a una actitud que ponga como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno»[7].

Dadas las dimensiones de los movimientos migratorios y los problemas sociales, económicos, políticos, culturales y religiosos que suscitan hemos de seguir abogando, con el santo padre,  como vía imprescindible para regularlos, por una «colaboración sistemática y efectiva que implique a los Estados y a las Organizaciones internacionales». 

Queremos sumarnos, desde nuestras Iglesias, a tantos organismos e instituciones internacionales, nacionales y locales, que ponen sus mejores energías al servicio de los emigrantes. Se necesita, dice el papa, «una acción más eficaz e incisiva (…), una red universal de colaboración» que tenga como centro la protección de la dignidad de la persona humana, frente al «tráfico vergonzoso de seres humanos, contra la vulneración de los derechos y contra toda forma de violencia, vejación y esclavitud». Trabajar juntos, dice el papa, «requiere reciprocidad y sinergia, disponibilidad y confianza».

Se lo hemos escuchado reiteradamente tanto al papa Francisco como a sus antecesores: «A la globalización del fenómeno migratorio hay que responder con la globalización de la caridad y de la cooperación». Ello implica intensificar los esfuerzos para crear condiciones de vida más humana en los países de origen, y una progresiva disminución de las causas que originan las migraciones, sobre las que hay que actuar. Implica «desarrollar mundialmente un orden económico-financiero más justo y equitativo».

Conclusión

Agradecemos su generoso trabajo a las delegaciones diocesanas, congregaciones religiosas, voluntarios, etc. Terminamos con una palabra para vosotros, los emigrantes y refugiados: queremos, que ocupéis, como nos dice el papa, un lugar especial en el corazón de la Iglesia. Deseamos que esto sea realidad en cada una de nuestras Iglesias; vosotros sois un estímulo más para que estas manifiesten su maternidad y ensanchen su corazón para hacer suyas vuestros gozos y vuestras esperanzas, vuestras tristezas y angustias. Os encomendamos a la protección amorosa de la Sagrada Familia, que, como muchos de vosotros, tuvo que superar muchos tipos de frontera, y que supo lo que es la emigración forzosa sin perder la confianza en Dios.

Madrid, 18 de enero de 2015

Los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

 

[1] Francisco, Evangelii gaudium, n. 209.

[2] Concilio Vaticano II, constitución dogmática Lumen gentium, n. 14.

[3] Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2015.

[4] Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2015.

[5] Francisco, Evangelii gaudium, n. 270.

[6] Francisco, Discurso al Parlamento Europeo de Estrasburgo (25.XI.2014).

[7] Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2015.

Texto completo de las palabras del Papa  

"Como ha sido anunciado, el próximo 14 de febrero tendré la alegría de celebrar un Consistorio, durante el cual voy a nombrar 15 nuevos Cardenales, quienes proviniendo de 14 Naciones de cada continente, manifiestan el vínculo inseparable entre la Iglesia de Roma y las Iglesias particulares presentes en el mundo.

El domingo 15 de febrero presidiré una celebración solemne con los nuevos Cardenales, mientras que el 12 y 13 de febrero celebraré un consistorio con todos los Cardenales para reflexionar sobre las orientaciones y propuestas para la reforma de la Curia romana.

Los nuevos Cardenales son:

1 – Mons. Dominique Mamberti, Arzobispo titular de Sagona, Prefecto del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica.

2 – Mons. Manuel José Macário do Nascimento Clemente, Patriarca de Lisboa (Portugal).

3 – Mons. Berhaneyesus Demerew Souraphiel, C.M., Arzobispo de Addis Abeba (Etiopía).

4 – Mons. John Atcherley Dew, Arzobispo de Wellington (Nueva Zelanda).

5 – Mons. Edoardo Menichelli, Arzobispo de Ancona-Osimo (Italia).

6 – Mons. Pierre Nguyên Van Nhon, Arzobispo de Hà Nôi (Vietnam).

7 – Mons. Alberto Suárez Inda, Arzobispo de Morelia (México).

8 – Mons. Charles Maung Bo, S.D.B., Arzobispo de Yangon (Birmania).

9 – Mons. Francis Xavier Kriengsak Kovithavanij, Arzobispo de Bangkok (Tailandia).

10 – Mons. Francesco Montenegro, Arzobispo de Agrigento (Italia).

11 – Mons. Daniel Fernando Sturla Berhouet, S.D.B., Arzobispo de Montevideo (Uruguay).

12 – Mons. Ricardo Blázquez Pérez, Arzobispo de Valladolid (España).

13 – Mons. José Luis Lacunza Maestrojuán, O.A.R., Obispo de David (Panamá).

14 – Mons. Arlindo Gomes Furtado, Obispo de Santiago de Cabo Verde (Archipiélago de Capo Verde).

15 – Mons. Soane Patita Paini Mafi, Obispo de Tonga (Islas de Tonga).

Uniré también a los miembros del Colegio de Cardenales a cinco Arzobispos y Obispos Eméritos que se han destacado por su caridad pastoral en el servicio de la Santa Sede y de la Iglesia. Ellos representan a muchos obispos que, con la misma solicitud de pastores, han dado testimonio de amor a Cristo y al Pueblo de Dios sea en las Iglesias particulares, sea en la Curia romana, tanto como en el Servicio Diplomático de la Santa Sede.

Ellos son:

1 – Mons. José de Jesús Pimiento Rodríguez, Arzobispo emérito de Manizales. (Colombia)

2 – Mons. Luigi De Magistris, Arzobispo titular de Nova, Pro-Penitenciario Mayor emérito.

3 – Mons. Karl-Joseph Rauber, Arzobispo titular de Giubalziana, Nunzio Apostolico.

4 – Mons. Luis Héctor Villalba, Arzobispo emérito de Tucumán.

5 – Mons. Júlio Duarte Langa, Obispo emérito de Xai-Xai.

Recemos por los nuevos Cardenales para que renovando su amor a Cristo, sean testigos de su Evangelio en la ciudad de Roma y en el mundo, y con su experiencia pastoral me sostengan más intensamente en mi servicio apostólico".

 

Presidente de la Conferencia Episcopal Española

Ricardo Blázquez, hijo de humildes agricultores de Villanueva del Campillo, en la provincia de Ávila, tiene 73 años y es doctor en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Después de ejercer muchos años la docencia en la Pontificia de Salamanca, de la que llegó a ser gran canciller, Juan Pablo II le nombró en 1988 obispo auxiliar del entonces arzobispo de Santiago de Compostela, Antonio María Rouco Varela.

Ya en 1992 fue promovido a titular de Palencia y tres años después trasladado a la diócesis de Bilbao. Desde el 13 de marzo de 2010 es arzobispo de Valladolid. El pasado 12 de marzo de 2014 fue elegido presidente de la CEE, cargo que ya ocupó durante el trienio 2005-2008. Antes había sido vicepresidente durante dos trienios consecutivos (2008-2011 y 2011-2014).

 

Cardenales españoles

Forman parte del Colegio Cardenalicio diez cardenales españoles, de los que solo tres son electores en un posible cónclave, es decir, menores de 80 años. Siete de ellos residen en España: Antonio María Rouco Varela, arzobispo emérito de Madrid; Francisco Álvarez Martínez, emérito de Toledo; Carlos Amigo Vallejo, emérito de Sevilla; Antonio Cañizares Llovera, cardenal arzobispo de Valencia; Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona; José Manuel Estepa Llaurens, emérito Castrense; y Fernando Sebastián Aguilar, emérito de Pamplona y Tudela.

Los otros tres pertenecen o han pertenecido a la curia romana: Eduardo Martínez Somalo, prefecto emérito de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica y camarlengo emérito del Colegio Cardenalicio; Julián Herranz Casado, presidente emérito del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos y presidente de la Comisión Disciplinar de la Curia Romana; y Santos Abril y Castelló, todavía en activo y actual arcipreste de la Basílica de Santa María la Mayor.

 

Otro español en el cónclave

Entre los elegidos hoy por Francisco se encuentra también otro español, el agustino recoleto José Luis Lacunza Maestrojuán, actual obispo de la diócesis de David (Panamá). Nacido el 24 de febrero de 1944 en Pamplona, es obispo desde 1986 y presidió la Conferencia Episcopal del Panamá entre 2000 a 2004 y de 2007 a 20013.

El cardenal más joven es el Obispo de Tonga, Mons. Soane Mafi, de 53 años, y el de mayor edad es el emérito de Manizales (Colombia), Mons. José de Jesús Pimiento, que en febrero cumplirá 94 años.

 

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