Propuesta, a la luz de José Luis Martín Descalzo, del rezo del Vía Lucis, ofrecido ahora por los damnificados por la crisis sanitaria del Covid 19

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

«Durante siglos –escribió el gran José Luis Martín Descalzo (1930-1991) hace más de treinta años, concretamente en 1986 y cuando él ya llevaba algún año en diálisis, a causa de una grave insuficiencia renal que acabó prematuramente con su vida luminosa y tan fecunda como sacerdote, periodista y escritor– las  generaciones cristianas han acompañado a Cristo camino del Calvario, en una de las más hermosas devociones Cristianas: el Vía Crucis. ¿Por qué no intentar –no “en lugar de”, sino “además de”– acompañar a Jesús también en las catorce estaciones de su triunfo?».

Así nació su Vía Lucis, quizás el primer Vía Lucis escrito formalmente. Es el Vía Lucis que, siendo yo párroco de Sacecorbo, en la serranía de la Alcarria, hice, en camino de luz, de gozo y de esfuerzo de varios kilómetros de distancia, con mis feligreses en la mañana de Pascua del año 1987 desde el pueblo hasta la entrada de la Cueva de las Majadillas, donde celebramos la eucaristía del día de la Resurrección.

Pero ¿qué es el Vía Lucis? Es el camino de la búsqueda, del encuentro y del testimonio. Es el camino del gozo, de la alegría y de la felicidad. Es camino de las llagas, de la Palabra de Dios y de la Eucaristía. Es el camino de la luz, de la paz y de la misión. Es el certificado de la fe, la prueba de la esperanza y el camino de la caridad. Decir Vía Lucis es decir Jesucristo Resucitado, la clave de bóveda, la piedra angular, de nuestra fe, la realidad histórica más grande que los siglos han conocido, la verdad que mueve al mundo y lo transforma en vocación de Pascua y de eternidad. Decir Vía Lucis es decir Aleluya, verdaderamente ha resucitado el Señor, aleluya. Y nosotros somos, hemos de ser, sus testigos. Aleluya.

 

Un canto a la vida en medio de signos de muerte

La Congregación vaticana para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó, en 2002, bajo la expresa autorización del Papa Juan Pablo II, el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia. En el número 153 habla del Vía Lucis. Este es su contenido:

«Recientemente, en diversos lugares, se está difundiendo un ejercicio de piedad denominado Vía Lucis. En él, como sucede en el Vía Crucis, los fieles, recorriendo un camino, consideran las diversas apariciones en las que Jesús –desde la Resurrección a la Ascensión, con la perspectiva de la Parusía– manifestó su gloria a los discípulos, en espera del Espíritu prometido (cfr. Juan 14,26; 16,13-15; Lucas 24,49), confortó su fe, culminó las enseñanzas sobre el Reino y determinó aún más la estructura sacramental y jerárquica de la Iglesia.

Mediante el ejercicio del Vía Lucis los fieles recuerdan el acontecimiento central de la fe –la Resurrección de Cristo– y su condición de discípulos que en el Bautismo, sacramento pascual, han pasado de las tinieblas del pecado a la luz de la gracia (cfr. Cartas de san Pablos a los Colosenses 1,13; y a los Efesios 5,8).

Durante siglos, el Vía Crucis ha mediado la participación de los fieles en el primer momento del evento pascual –la Pasión– y ha contribuido a fijar sus contenidos en la conciencia del pueblo. De modo análogo, en nuestros días, el Vía Lucis, siempre que se realice con fidelidad al texto evangélico, puede ser un medio para que los fieles comprendan vitalmente el segundo momento de la Pascua del Señor: la Resurrección.

El Vía Lucis, además, puede convertirse en una óptima pedagogía de la fe, porque, como se suele decir, "per crucem ad lucem" (“Por la cruz a la luz”). Con la metáfora del camino, el Vía Lucis lleva desde la constatación de la realidad del dolor, que en plan de Dios no constituye el fin de la vida, a la esperanza de alcanzar la verdadera meta del hombre: la liberación, la alegría, la paz, que son valores esencialmente pascuales.

El Vía Lucis, finalmente, en una sociedad que con frecuencia está marcada por la "cultura de la muerte", con sus expresiones de angustia y apatía, es un estímulo para establecer una "cultura de la vida", una cultura abierta a las expectativas de la esperanza y a las certezas de la fe».

 

Estaciones 1ª a 8ª del Vía Lucis de Martín Descalzo

Como ya se dijo, el gran  y recordado Martín Descalzo publicó en 1986, dentro del libro «Razones para la alegría», el quizás primer Vía Lucis escrito y redactado como tal. Las catorce estaciones de este Vía Lucis reflejan los acontecimientos iniciales de la Pascua del Señor y su significado e interpelación. No son tanto acontecimientos externos, cuando sucesos de alcance espiritual.

La primera estación es: Jesús, resucitando, conquista la vida verdadera (Mateo 28,1-6). El enunciado de la segunda reza: Su sepulcro vacío muestra que Jesús ha vencido a la muerte (Marcos 16,2-6). En la tercera, se detiene a contemplar el triunfo definitivo de la resurrección y sus consecuencias: Jesús, bajando a los infiernos, muestra el triunfo de su resurrección (1 Carta de Pedro 3,18).

Las siguientes cuatro estaciones son las estaciones de los personajes, de los testigos de la resurrección. Así, la cuarta estación es la estación mariana: Jesús resucita por la fe en el alma de María (Lucas 1,41-49). La quinta, bien hermosa y significativa, es la estación de María Magdalena: Jesús elige a una mujer como apóstol de sus apóstoles (Juan 20,11-18). La sexta es la estación de los discípulos de Emaús: Jesús devuelve la esperanza a dos discípulos desanimados (Lucas 24, 13-31). La séptima, bajo el epígrafe Jesús muestra a los suyos su carne herida y gloriosa (Juan 20, 26-31), muestra una de las claves de las contraseñas de la resurrección. Es la estación del apóstol santo Tomás, el que dudó. Es la estación de los que dudan.

Esta estación, la séptima, es la estación de las llagas sanadas. Es la estación del cuerpo de Cristo, el mismo y distinto, glorificado, que complementa con la octava. La corporeidad, la materialidad de la resurrección, es, en efecto, el argumento de la octava estación: Con su cuerpo glorioso, Jesús explica que también los cuerpos resucitarán (Lucas 24,36-43).

 

Estaciones 9ª a 15 ª del Vía Lucis de Martín Descalzo

El camino de la luz se hace camino para vencer al miedo y para la confianza y la alegría: Jesús bautiza a sus apóstoles contra el miedo (Juan 20,1931), Jesús anuncia que seguirá siempre con nosotros (Mateo 28,16-20) y Jesús devuelve a sus apóstoles la alegría perdida (Juan 20, 19-31) son los epígrafes respectivos de las estaciones nueve, diez y once.

Las tres últimas estaciones del Vía Lucis de Martín Descalzo son las estaciones de la misión. La Pascua marca siempre el tiempo de la Iglesia, la hora de la misión y de la evangelización: Jesús entrega a Pedro el pastoreo de sus ovejas (Juan 21, 15-17), Jesús encarga a los Doce la tarea de evangelizar (Mateo 28.16-20) y Jesús sube a los cielos para abrirnos camino (Hechos de los Apóstoles 20,9-14) son los respectivos enunciados de las estaciones doce, trece y catorce.

Y la décimo quinta estación es la Venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y la Virgen María en Pentecostés (Hechos de los Apóstoles 2, 1-13).

 

Cómo y cuándo rezar el Vía Lucis

Para rezar el Vía Lucis, en que compartimos con Jesús la alegría de su Resurrección, proponemos un esquema similar al que utilizamos para rezar el Vía Crucis: enunciado de la estación; presentación o monición que encuadra la escena o composición mental en silencio del lugar y de la escena;  texto evangélico correspondiente, con la cita de los lugares paralelos; oración que pretende tener un tono de súplica; meditación y cántico final de alabanza.

Al igual que  en el Vía Crucis, tras el enunciado de las estaciones hay una oración de súplica, para el Vía Lucis esta oración puede ser la siguiente: V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya. R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.  

A continuación, del enunciado y demás propuestas realizadas en el párrafo anterior, se reza Padre Nuestro, Ave, María y Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Y se concluye cada una de las estaciones con esta invocación pascual, también pascual: ¡Reina del cielo, alégrate porque el Salvador, a quien mereciste llevar en tu seno, aleluya, ha resucitado, según dijo! ¡Aleluya!.

Y si el Vía Crucis es rezado por la comunidad cristiana, sobre todo, los viernes –el día de la Cruz-, el Vía Lucis bien puede rezarse el domingo, que es el día de la Luz, de la Pascua, de la Resurrección, o en la tarde del sábado.

Si razones pastorales o de organización comunitaria recomiendan otro día, este podría ser el jueves o el sábado por la mañana.  Lógicamente mientras persista el estado de alarma por emergencia sanitaria grave a causa del coronavirus, su rezo ha de ser personal o familiar.

 

Potenciar los signos de la Pascua

En cualquier caso, el Vía Lucis es una nueva praxis de piedad que ha de ponerse en práctica y ha de desarrollarse. Es un medio óptimo para vivir la Pascua, para mantener su tensión y su gracia durante los cincuenta días de este tiempo santo. Si al Vía Crucis acompaña la cruz durante su rezo itinerante, al Vía Lucis bien podría acompañarle el cirio pascual.

Necesitamos llenar de signos y de símbolos nuestra fe y su expresión litúrgica, pastoral y espiritual. El Vía Lucis ha de ser uno de ellos. Como el cirio pascual todos los días de la cincuentena pascual encendido. Los domingos el rito penitencial debería ser el de la aspersión con el agua bendita. Lógicamente mientras persista el estado de alarma por emergencia sanitaria grave a causa del coronavirus, las misas son privadas y sin fieles y sin el uso del agua bendita.

Es preciso asimismo recuperar todos los días el canto del Regina Caeli en sustitución del Ángelus, y, al menos, sábados y domingos, cantarlo al final de la Eucaristía. Las flores es otro signo a potenciar y a cuidad durante la Pascua. Nuestros templos, comunidades y hogares deben estar bien adornados y revestidos de flores y macetas. Fue en un jardín, el jardín, el huerto, del Calvario donde florecieron para siempre la Vida y la Esperanza. 

Próximamente esta misma página de Religión de NUEVA ALCARRIA estará dedicada también a abundar y a proponer otros modelos del ejercicio piadoso del Vía Lucis, tan necesario siempre y máxime ahora, en medio de tanta desolación y de desesperanza que ha traído el coronavirus. Porque nunca tanto como ahora nada necesitamos más que la Pascua.

 

Artículo publicado en Nueva Alcarria el 24 de abril de 2020

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

Padre nuestro, que estás en las tribulaciones,

ayúdanos cuando nos encontramos en ellas,

venga a nosotros el consuelo de tus huellas

y hágase tu voluntad en nuestros corazones.

 

 El pan nuestro incluso en estas epopeyas

dánosle hoy y nunca, Jesús, nos abandones.

Igual que nosotros perdonamos, Tú nos perdones.

Sin caer en tentación, líbranos de todo mal que hay bajo las estrellas.

 

Las cuales, si no fuera por ciertas cosas que ocurren en la Tierra

serían enormemente bellas.

 

 

 Juan Pablo Mañueco

 

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

“Alegraos”. “No temáis” 

Las palabras del Resucitado son provocadoras en tiempos de pandemia. Si el miedo nos acosa, la muerte nos acecha, la sociedad se atomiza, la convivencia se rompe, la fe se apaga, la soledad crece, el fantasma se agiganta, ¿cómo alegrarse? ¿Cómo no temer? 

Estas palabras de Cristo vencedor de la muerte nos hacen dudar y desconfiar. ¿No serán expresiones pietistas? ¿Placebos espirituales? ¿Afán de dominio religioso? ¿Fórmulas vacías ante tanto drama? 

Es el momento de la crisis y de la desbandada, de la huida y de la desconfianza, pues no podemos contener lo que parece irremediable: la destrucción social, familiar y personal. 

Los discípulos se resistieron a creer que pudiera ser verdad la resurrección de Jesús. Los dos de Emaús incluso se marcharon escépticos y Tomás se cerró a dar fe a las noticias. Es natural, en este momento, hacerse preguntas desestabilizadoras y sumirse en el dolor por la pérdida de seres queridos. Es natural permanecer encerrados, aparte de que nos obliguen.

 Y, sin embargo, a pesar de todo, aunque parezca que uno es crédulo, y que dar fe al Evangelio es un pensamiento débil porque las estadísticas afirman el desplome de los creyentes, el crecimiento de los ateos y el aumento de los no practicantes, aunque uno siente todas las preguntas y escucha todas las sospechas, hoy quiero apostar conscientemente por las palabras de Jesús y abrirme a su saludo de paz, de alegría y de esperanza. 

Quiero confesar como el apóstol Tomás, sin que sea refugio mental ni huida del realismo: “Señor mío y Dios mío”. Y al tiempo, contemplo las heridas del cuerpo de Cristo, su Iglesia, la humanidad entera. Es momento de atreverse a creer, a dar fe a quien ha superado la muerte. 

Jesucristo ya previno la posible resistencia a la verdad de su resurrección cuando le dijo al apóstol: “Porque has visto has creído; dichosos los que sin ver, creen”. Yo no veo, pero creo; aunque como el apóstol Pedro, también suplico: “Señor, yo creo, pero aumenta mi fe”. 

Día de confiar en la Divina Misericordia. El mensaje que Jesús reveló a santa Faustina y que se ha hecha jaculatoria es: “Divina Misericordia, en ti confío”. “Jesús, confío en ti”. 

Si te resistes, lo entenderé; pero si confías y te abandonas en manos de Dios, la paz te visitará y sentirás la serenidad que da la fe. Te lo deseo.

Por Javier Bravo

(Delegación de Medios de Comunicación Social)

 

 

Ya conocemos que, desde que se inició el confinamiento y comenzaron las restricciones para acudir a los templos, nuestra diócesis inició las retransmisiones de algunas celebraciones desde el canal oficial de YouTube destinado para ello, el de la Concatedral de Santa María. El rezo del Ángelus por las mañanas y la Eucaristía de la tarde a las 19,00 horas, así como la Eucaristía dominical a las 12.00 y las 19.00 horas, iniciativa a la que se adhirió, días después, el canal de televisión TDT Guadalajara Media. Después, varias parroquias de la geografía diocesana se unieron a esta iniciativa y comenzaron a transmitir en directo a través de su cuenta de Facebook.

Hace unas semanas, y tras decretar el gobierno el estado de alarma por el COVID-19, los titulares de muchos periódicos y programas de televisión eran <<Se suspende la Semana Santa>>. Pues bien, no, la Semana Santa no se suspendió, se suspendió la participación presencial en los oficios sagrados en nuestros templos y la manifestación de la religiosidad popular en las procesiones.  Sería, por lo tanto, una Semana Santa diferente, pero Semana Santa, la semana Grande para los cristianos.

Han sido muchas las ofertas diocesanas que hemos tenido virtualmente para celebrar los días más importantes del calendario cristiano. Yo destacaría los ofertados por la Delegación de Juventud: el Vía Crucis Joven y la Pascua Joven Online. La primera de ellas, una convocatoria presencial diocesana muy arraigada, tuvo también mucha participación virtual. Aunque los medios técnicos eran lo que eran, lo importante es que rezamos unidos fijando nuestra mirada y nuestra meditación en torno a María.

También nos llegaba por distintos medios la Pascua Joven Online. Me metí en un grupo integrado por un sacerdote y varios laicos. Los textos de la mañana y la reflexión nos hacían entrar en el misterio de cada día y, aunque yo sólo pude compartir con el grupo un par de tardes, fue una experiencia muy enriquecedora. Me hizo volver a los años de mi juventud y a recordar aquellas Pascuas urbanas en el centro ‘Juan Pablo II’, donde después de celebrar con nuestra comunidad, nos juntábamos en esa pequeña comunidad para compartir lo vivido. ¿Os acordáis Carmelo, Marisol, Mª Paz, Noemí…, de aquellas horas santas bajo la fría noche, de aquella adoración de la cruz en la intimidad?

En mi caso, he vivido como otros años la Semana Santa en familia, pude asistir, aunque virtualmente y #DesdeCasa -que nunca lo había hecho-, a la Misa Crismal desde la Catedral de Cuenca y desde ahí seguí y celebré también los Santos Oficios del jueves y viernes santo, celebraciones austeras sin cantos, sin flores, … en mi modesta opinión la Semana Santa que Dios quería este año.

Por tanto, sí ha habido Semana Santa. Ha habido una Semana Santa en cada una de las iglesias domésticas que hemos creado cada familia por el confinamiento, pero una Semana Santa vivida en la comunidad de los Hijos de Dios, la Iglesia.

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