Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

Saeta del Henares y del Cristo del Amor y de la Paz 

(Viernes Santo por la mañana)

 

I. El milagro

 

Estaba andando el Henares

y, de pronto, se ha parado,

que hasta sus aguas ha llegado

clarín, trompeta y timbales…

 

Guadalajara sonando

y el río, que oye cantares,

saliendo de sus pilares

por ver lo que está pasando

 

ha empezado a subir cuestas

hasta donde está escuchando

a la ciudad, que atronando

ve a Jesús, que lleva acuestas

 

los pecados. Y clavando

-en cruz ya las tiene puestas

sus manos- nos da respuestas,

va su mensaje enseñando.

 

Del Henares la saeta

a un Cristo ya clavado

con miembros ensangrentados

le contempla la silueta.

 

Vestido de hábito blanco

y capuchón encarnado.

 

cíngulo igual colorado,

con un madero colgado,

 

va Henares encapuchado,

junto a los demás hermanos

 

de Dios el himno escuchando

mientras va procesionando.

 

II. La saeta

 

Oh, que está viendo el Henares

al Cristo de Amor y Paz

salir a procesionar

en medio de sus cofrades.

 

¡Saeta de Amor y Paz!

¡Oh, si todos te escucharan

como oye Guadalajara

los sones de este cantar!

 

¡Saeta en Guadalajara,

que el río viene a escuchar

y oye que “Amor y Paz”

son las palabras más claras!

 

¡Haz que, al verte desfilar,

Cristo de Guadalajara,

estas palabras trazaran

futuro de Humanidad!

 

¡Cristo de Guadalajara

el del Amor y la Paz,

que, junto con perdonar,

son palabras que sembraran

 

el bien de la Humanidad!

¡Cristo de Guadalajara,

si todos ya te escucharan

sabrían qué es la Verdad!

 

Yo. Yo bebo esa agua clara.

Yo no las quiero olvidar,

pues el Amor y la Paz

son la mejor alfaguara.

 

Nunca las quiero olvidar,

que este Cristo castellano

enseña a sentirse hermanos

entre el Amor y la Paz.

 

Es el mensaje cristiano

que aún está por sembrar

y que el del Amor y Paz

a todos nos ha enseñado.

 

Del Henares la saeta

sólo las ha recordado,

pues Cristo, el ensangrentado,

su veraz Dios fue. Y profeta.

 

III. El retorno

 

El Henares que ya está

a su cauce regresado

el mensaje ha meditado,

y lo quiere propagar.

 

Ooooh, Cristo de la Paz

y del Amor deseado

que Jesús ha enseñado

y en Guadalajara da.

 

Tú eres, Jesucristo amado,

la Verdad: Amor y Paz.

Henares te lleva ya,

hacia rumbos muy lejanos.

 

Tú también así llévala

y añádele la Piedad

 

para que esté completado

el mensaje de un cristiano.

 

Tú también, que esta saeta

ahora la has escuchado,

 

haz que en ti igual ella crezca

y que igualmente florezca

 

la Verdad clara y completa

que te cantó esta saeta.

 

La Verdad completa y clara

de Cristo, en Guadalajara.

 

 

 

Juan Pablo Mañueco

Premio CERVANTES-CELA-BUERO VALLEJO, 2016.

Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha

 

Saeta extraída del libro: "Saetas a las Semanas Santas de España"
 

Vídeo autor:

https://www.youtube.com/watch?v=HdKSZzegNN0

Por Pilar Arnas

(de las Conferencias de San Vicente de Paúl en Guadalajara)

 

 

 

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RECUERDOS DEL AYER

 

 

Jacinto y yo pudimos disfrutar, en nuestro último encuentro como sólo pueden hacerlo los amigos de siempre.

Ya cada uno en nuestros hogares, dimos rienda suelta a las vivencias compartidas y nos vimos envueltos en la necesidad de volvernos a reunir.

Con el pretexto de tomar, de vez en cuando, un cafecito hemos establecido ratos de ayuda y mutuo acompañamiento. Momentos de apertura entre personas que han compartido una misma formación y que fueron configurando su propia personalidad acompañados de amigos entregados al Sumo bien

Para este primer encuentro elegimos una acogedora terraza del Paseo de la Castellana, aquí en Madrid. 

Tras saludarnos conforme a la buena educación y la fraternidad exigen, enseguida nos acomodamos en una mesa que parecía que ni pintada para poder charlar sin ruidos ni interrupciones. 

Acompañados de un capuchino y un descafeinado, dos jóvenes setentañeros nos enredamos en un pasado que se presentaba con total nitidez.

Revivimos la innegable necesidad de sentirnos miembros activos de nuestra querida Iglesia y la ardiente búsqueda de un ambiente para poder reconducir y sosegar nuestra incipiente vocación. 

Gracias a la acogida de los que fueron grandes amigos durante años, Jacinto se incorporó a su Conferencia con la intención de ayudar al hermano que le pudiera necesitar.

Yo, que compartía los sentimientos de mi amigo, solicité el acceso a las Conferencias seis meses después. 

Pronto se encontró con la grandeza del ser humano sufriente que visitaba y al que deseaba ayudar, al tiempo que a Jacinto se le hacía presente su propia miseria que "El orfebre"(1) utilizaba para hacer el bien.

La formación se hizo indispensable.

En nuestros inicios la lectura de las "CONSIDERACIONES PRELIMINARES " al primer reglamento de 1835 nos permitió conocer, de dónde veníamos, dónde nos encontrábamos y hacia dónde nos dirigíamos. 

Llegados a este punto y disfrutando de la vehemente exposición de Jacinto permanecí en silencio.

No hubo interrupción alguna por mi parte. Ahora Jacinto abría, en canal, su corazón y conseguía emocionarme.

Hacía hincapié en la necesaria " abnegación de sí ", como virtud fundamental para la pervivencia de las Conferencias.

Me decía: " Sólo cuando pueda ver mi propia nada, cuando desconfíe totalmente de mí mismo podré abrazarme a la misericordia del Padre y viviré con la alegría que confiere la total confianza en ÉL "

Siempre suplicó al Buen Dios y lo sigue haciendo, que le concediera el acceso a la verdadera humildad.

¡Cómo disfrutamos aquella tarde!

Rememoramos lo vivido en el seno de una gran familia, extendida por todo el mundo, que se mueve recorriendo un sendero de santidad.

Llegó la hora de despedirnos y lo hicimos contentos por la vida compartida y con manifiestos deseos de volvernos a reunir con un ¡DIOS TE BENDIGA Y MARÍA TE ACOMPAÑE SIEMPRE!

 

(1) Se refiere la autora al Espíritu Santo.

 

 

ENGLISH

 

 

OLD MEMORIES

 

 

Jacinto and I enjoyed our last meeting as only the old time friends can do.

Once everyone at home, we unleashed our memories of shared experiences and felt the need of getting together again.

Under the pretext of having a coffee from time to time, we have established times of mutual help and company. Moments of frankness between people who have shared the same training and who shaped their own personality beside friends dedicated to the Supreme Good.

For this first meeting we chose a cosy terrace in Paseo de la Castellana, here in Madrid.

After greeting each other as required by good manners and fraternity, we immediately settled at a table that seemed ideal for chatting without noise or interruptions.

With a cappuccino and a decaf, we, both young seventy-year-olds, travelled to a past that we remembered with total vividness.

We relived the undeniable need to feel active members of our beloved Church and the burning search for an environment enabling us to reset and support our incipient vocation.

Thanks to the reception from those who became long-time friends, Jacinto joined his Conference with the intention of helping the brother who might need him.

I, who shared my friend's feelings, requested to join the Conferences six months later.

Soon, Jacinto found the greatness of the suffering human being that he visited and wished to help, while he realized his own misery, which the Creator (1) utilized to do good.

Training became indispensable.

In our beginnings, the reading of the "PRELIMINARY CONSIDERATIONS" to the first regulation of 1835 allowed us to know where we came from, where we were and where we were heading.

At this point and enjoying Jacinto's passionate exposition, I remained silent.

There was no interruption on my part. Now Jacinto opened up his heart and managed to move me.

He emphasized the necessary "self-denial", as a fundamental virtue for the survival of the Conferences.

He said to me, "Only when I can see my own nothingness, when I totally distrust myself will I be able to embrace the Father's mercy and live with the joy resulting from the total trust in Him."

He always prayed the Good God, and still does, for his having true humility.

How we enjoyed that afternoon!

We recalled what we had lived within a large family, spread throughout the world, which travels a path of holiness.

It was time to say goodbye and we parted, happy for the life shared and with the clear desire to meet again, with a “GOD BLESS YOU AND BE MARY ALWAYS WITH YOU!

 

(1) The author refers to the Holy Spirit

 

 

FRANÇAIS

 

 

SOUVENIRS D’HIER

           

 

Jacinto et moi avons pu profiter de notre dernière rencontre, comme seuls les amis de longue date peuvent le faire.

Une fois chacun chez soi, nous avons donné libre cours aux expériences partagées et nous avons ressenti le besoin de nous réunir à nouveau.

Sous prétexte de prendre un petit café de temps en temps, nous avons établi des moments d’aide et d’accompagnement mutuels. Des moments d’ouverture entre des personnes qui ont partagé la même formation et qui avaient façonné leur propre personnalité accompagnés d’amis dévoués au Bien Suprême.

Pour cette première rencontre, nous avons choisi une terrasse confortable du Paseo de la Castellana, ici à Madrid.

Après nous saluer comme la bonne éducation et la fraternité l’exigent, nous nous sommes immédiatement installés à une table qui semblait idéale pour pouvoir bavarder sans bruits ni interruptions.

Prenant un cappuccino et un décaféiné, nous deux, jeunes septuagénaires, sommes partis dans un passé qui se présentait avec une netteté totale.

Nous avons remémoré le besoin indéniable de nous sentir des membres actifs de notre Église bien-aimée et de l’ardente recherche d’un environnement permettant de reconduire et calmer notre vocation naissante.

Grâce à l’accueil de ceux qui furent de grands amis pendant des années, Jacinto avait rejoint sa Conférence avec l’intention d’aider le frère qui pourrait avoir besoin de lui.

Moi, qui partageais les sentiments de mon ami, j’avais demandé de joindre les Conférences six mois plus tard.

Il rencontra bientôt la grandeur de l’être humain souffrant qu’il visita et qu’il voulait aider. En même temps, Jacinto devenait conscient de sa propre misère, que « L’Orfèvre » (1) utilisait pour faire le bien.

La formation s’avéra indispensable.

À nos débuts, la lecture des « CONSIDÉRATIONS PRÉLIMINAIRES » du premier règlement de 1835 nous permit de savoir d’où nous venions, où nous nous trouvions et où nous allions.

À ce stade et en appréciant l’exposition véhémente de Jacinto, je suis restée en silence.

Il n’y a pas eu d’interruption de ma part. Maintenant Jacinto ouvrait complètement son cœur et réussissait à m’émouvoir.

Il mettait en exergue l’abnégation nécessaire, comme vertu fondamentale pour la survivance des Conférences.

Il me disait : « Ce n’est que lorsque je verrai mon propre néant, quand je me méfierai totalement de moi-même que je pourrai embrasser la miséricorde du Père et vivre avec la joie que donne la confiance totale en Lui. »

Il a toujours prié le Bon Dieu, et il continue à le faire, de lui accorder l’accès à la vraie humilité.

Que nous avons pris du plaisir à cet après-midi !

Nous avons remémoré l’expérience vécue au sein d’une grande famille, répandue dans le monde entier, qui parcourt un chemin de sainteté.

Le moment de nous dire au revoir arriva, et nous l’avons fait heureux pour la vie partagée et avec des désirs manifestes de nous réunir à nouveau avec un « QUE DIEU TE BÉNISSE ET QUE MARIE T’ACCOMPAGNE TOUJOURS ! »

 

(1) L’auteure se réfère au Saint Esprit.

 

Padre amado, padre en la ternura, padre en la obediencia, padre en la acogida, padre en la valentía creativa, padre trabajador, padre en la sombra

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Ya la pasada semana esta misma página de Religión de NUEVA ALCARRIA ofrecía, junto a otros materiales complementarios, la primera carta de la hermosísima carta apostólica del Papa Francisco, dedicada a san José, y mediante la cual instituía el Ano de San José, con ocasión del 150 aniversario de su proclamación como patrono de la Iglesia universal.

Hoy, en el mismo día de la fiesta litúrgico de este santo, 19 de marzo, completamos la presentación de dicha carta «Patris corde» (Con corazón de padre), a través de los siete rasgos claves, esenciales, identitarios de San José y su permanente gracia e interpelación para todos.

 

(1) Padre amado

La grandeza de san José consiste en el hecho de que fue el esposo de María y el padre de Jesús. En cuanto tal, «entró en el servicio de toda la economía de la encarnación», como dice san Juan Crisóstomo.

San Pablo VI observa que su paternidad se manifestó concretamente «al haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio al misterio de la Encarnación y a la misión redentora que le está unida; al haber utilizado la autoridad legal, que le correspondía en la Sagrada Familia, para hacer de ella un don total de sí mismo, de su vida, de su trabajo; al haber convertido su vocación humana de amor doméstico en la oblación sobrehumana de sí mismo, de su corazón y de toda capacidad en el amor puesto al servicio del Mesías nacido en su casa».

Por su papel en la historia de la salvación, san José es un padre que siempre ha sido amado por el pueblo cristiano, como lo demuestra el hecho de que se le han dedicado numerosas iglesias en todo el mundo; que muchos institutos religiosos, hermandades y grupos eclesiales se inspiran en su espiritualidad y llevan su nombre; y que desde hace siglos se celebran en su honor diversas representaciones sagradas. Muchos santos y santas le tuvieron una gran devoción, entre ellos Teresa de Ávila, quien lo tomó como abogado e intercesor, encomendándose mucho a él y recibiendo todas las gracias que le pedía. Alentada por su experiencia, la santa persuadía a otros para que le fueran devotos.

 

San José en la sede del Obispado en Guadalajara

 

(2) Padre en la ternura

José vio a Jesús progresar día tras día «en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres» (Lucas 2,52). Como hizo el Señor con Israel, así él “le enseñó a caminar, y lo tomaba en sus brazos: era para él como el padre que alza a un niño hasta sus mejillas, y se inclina hacia él para darle de comer” (cf. Oseas 11,3-4).

Jesús vio la ternura de Dios en José: «Como un padre siente ternura por sus hijos, así el Señor siente ternura por quienes lo temen» (Salmo 103,13).

La historia de la salvación se cumple creyendo «contra toda esperanza» (Romanos 4,18) a través de nuestras debilidades. Muchas veces pensamos que Dios se basa solo en la parte buena y vencedora de nosotros, cuando en realidad la mayoría de sus designios se realizan a través y a pesar de nuestra debilidad. Esto es lo que hace que san Pablo diga: «Para que no me engría tengo una espina clavada en el cuerpo, un emisario de Satanás que me golpea para que no me engría. Tres veces le he pedido al Señor que la aparte de mí, y él me ha dicho: “¡Te basta mi gracia!, porque mi poder se manifiesta plenamente en la debilidad”» (2 Corintios 12,7-9).

Si esta es la perspectiva de la economía de la salvación, debemos aprender a aceptar nuestra debilidad con intensa ternura. Y san José nos enseña que, en medio de las tormentas de la vida, no debemos tener miedo de ceder a Dios el timón de nuestra barca. A veces, nosotros quisiéramos tener todo bajo control, pero Él tiene siempre una mirada más amplia.

 

(3) Padre en la obediencia

José estaba muy angustiado por el embarazo incomprensible de María; no quería «denunciarla públicamente», pero decidió «romper su compromiso en secreto» (Mt 1,19). En el primer sueño, el ángel lo ayudó a resolver su grave dilema: «No temas aceptar a María, tu mujer, porque lo engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mateo 1,20-21). Su respuesta fue inmediata: «Cuando José despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado» (Mt 1,24). Con la obediencia superó su drama y salvó a María.

En el segundo sueño, el ángel ordenó a José: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y huye a Egipto; quédate allí hasta que te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo» (Mateo 2,13). José no dudó en obedecer, sin cuestionarse acerca de las dificultades que podía encontrar: «Se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto, donde estuvo hasta la muerte de Herodes» (Mateo 2,14-15).

En Egipto, José esperó con confianza y paciencia el aviso prometido por el ángel para regresar a su país. Y cuando en un tercer sueño el mensajero divino, después de haberle informado que los que intentaban matar al niño habían muerto, le ordenó que se levantara, que tomase consigo al niño y a su madre y que volviera a la tierra de Israel (cf. Mt 2,19-20), él una vez más obedeció sin vacilar: «Se levantó, tomó al niño y a su madre y entró en la tierra de Israel» (Mt 2,21).

Pero durante el viaje de regreso, «al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, avisado en sueños —y es la cuarta vez que sucedió—, se retiró a la región de Galilea y se fue a vivir a un pueblo llamado Nazaret» (Mt 2,22-23).

El evangelista Lucas, por su parte, relató que José afrontó el largo e incómodo viaje de Nazaret a Belén, según la ley del censo del emperador César Augusto, para empadronarse en su ciudad de origen. Y fue precisamente en esta circunstancia que Jesús nació y fue asentado en el censo del Imperio, como todos los demás niños (cf. Lucas 2,1-7).

San Lucas, en particular, se preocupó de resaltar que los padres de Jesús observaban todas las prescripciones de la ley: los ritos de la circuncisión de Jesús, de la purificación de María después del parto, de la presentación del primogénito a Dios (cf. Lucas 2,21-24).

 

(4) Padre en la acogida

La vida espiritual de José no nos muestra una vía que explica, sino una vía que acoge. Solo a partir de esta acogida, de esta reconciliación, podemos también intuir una historia más grande, un significado más profundo.  José no es un hombre que se resigna pasivamente. Es un protagonista valiente y fuerte.

La acogida de José nos invita a acoger a los demás, sin exclusiones, tal como son, con preferencia por los débiles, porque Dios elige lo que es débil (cf. 1 Colosenses 1,27), es «padre de los huérfanos y defensor de las viudas» (Sal 68,6) y nos ordena amar al extranjero. Deseo imaginar que Jesús tomó de las actitudes de José el ejemplo para la parábola del hijo pródigo y el padre misericordioso (cf. Luca 15,11-32).

 

San José en San Pedro de Sigüenza

 

(5) Padre de la valentía creativa

Muchas veces, leyendo los “Evangelios de la infancia”, nos preguntamos por qué Dios no intervino directa y claramente. Pero Dios actúa a través de eventos y personas. José era el hombre por medio del cual Dios se ocupó de los comienzos de la historia de la redención. Él era el verdadero “milagro” con el que Dios salvó al Niño y a su madre.  Si a veces pareciera que Dios no nos ayuda, no significa que nos haya abandonado, sino que confía en nosotros, en lo que podemos planear, inventar, encontrar.

La Sagrada Familia tuvo que afrontar problemas concretos como todas las demás familias, como muchos de nuestros hermanos y hermanas migrantes que incluso hoy arriesgan sus vidas forzados por las adversidades y el hambre. A este respecto, creo que san José sea realmente un santo patrono especial para todos aquellos que tienen que dejar su tierra a causa de la guerra, el odio, la persecución y la miseria.

 

(6) Padre trabajador

Un aspecto que caracteriza a san José y que se ha destacado desde la época de la primera Encíclica social, la «Rerum novarum»  de León XIII, es su relación con el trabajo. San José era un carpintero que trabajaba honestamente para asegurar el sustento de su familia. De él, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo.

El trabajo se convierte en participación en la obra misma de la salvación, en oportunidad para acelerar el advenimiento del Reino, para desarrollar las propias potencialidades y cualidades, poniéndolas al servicio de la sociedad y de la comunión. El trabajo se convierte en ocasión de realización no solo para uno mismo, sino sobre todo para ese núcleo original de la sociedad que es la familia. Una familia que carece de trabajo está más expuesta a dificultades, tensiones, fracturas e incluso a la desesperada y desesperante tentación de la disolución. ¿Cómo podríamos hablar de dignidad humana sin comprometernos para que todos y cada uno tengan la posibilidad de un sustento digno?

La persona que trabaja, cualquiera que sea su tarea, colabora con Dios mismo, se convierte un poco en creador del mundo que nos rodea. Imploremos a san José obrero para que encontremos caminos que nos lleven a decir: ¡Ningún joven, ninguna persona, ninguna familia sin trabajo!

 

(7) Padre en la sombra

El escritor polaco Jan Dobraczyński, en su libro  «La sombra del Padre», noveló la vida de san José. Con la imagen evocadora de la sombra define la figura de José, que para Jesús es la sombra del Padre celestial en la tierra: lo auxilia, lo protege, no se aparta jamás de su lado para seguir sus pasos.

Nadie nace padre, sino que se hace. Y no se hace sólo por traer un hijo al mundo, sino por hacerse cargo de él responsablemente. Todas las veces que alguien asume la responsabilidad de la vida de otro, en cierto sentido ejercita la paternidad respecto a él.

En la sociedad de nuestro tiempo, los niños a menudo parecen no tener padre. También la Iglesia de hoy en día necesita padres.  Ser padre significa introducir al niño en la experiencia de la vida, en la realidad. No para retenerlo, no para encarcelarlo, no para poseerlo, sino para hacerlo capaz de elegir, de ser libre, de salir.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 19 de marzo de 2021

Rafael C. García Serrano

(Conferencias de San Vicente de Paúl de Guadalajara)

 

 

 

 

Padre mío

 

Padre mío que viniste a buscarme,

que enviaste a tu Hijo a la vida nuestra,

y se hizo hombre para ser mi amigo;

 

Señor Padre mío que estás en el cielo,

que me estás cuidando sin que lo merezca

y me estás hablando, aunque no te oiga,

 

Padre del Dios Hijo que me ha rescatado,

que me ha dado su sangre y su sufrimiento,

me ha abierto la puerta de la eterna vida.

 

Gracias Padre Dios, Señor de lo eterno,

que nos has dejado a la Virgen Madre

Señora del alma, llave de tu Reino.

 

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