Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

 

"/Atardecer, mes de mayo,

verde mayo que triguea

en campo que parpadea

bajo el viento: es su vasallo.

 

El cielo en nubes ojea

cómo va creciendo el tallo,

que viste con verde sayo

tierra que se balancea.

Se va la tarde en desmayo

de la luz que ya planea

al ocaso. Y que jadea

mientras ve el campo al soslayo.

 

Se retira la marea         

de luz, que aún atalayo;

se oye el trote de un caballo,

un balido, una berrea.

De pronto, el último rayo

del sol que ya se ladea

resplandece y tintinea

cuanta lumbre en tierra hallo.

 

El limón amarillea

bañando en luces a mayo,

que bebe el último rayo

de luz que ya titubea.

 

Y el asombro que detallo:

Hay una ciudad que ondea

al fondo del val que arquea,

cual un brillante sin fallo.

Guadalajara clarea

por estos fines de mayo.

Despide al sol, ciudad gallo:

La noche, sola, aletea.



Juan Pablo Mañueco.

Premio Cervantes-Cela-Buero Vallejo, 2016. Junta de Comunidades, 2016

 

La estrofa se llama "octava ola o copla alcarreña". Busque en internet quien quiera saber en qué consiste y ejemplos de ella; incluso hay un libro entero compuesto en esta estrofa. Pero advierto que la sonoridad de dicha estrofa es tan grande como ya se nota con esta sola poesía. La estrofa realza cuanto se escriba en ella.

 

Vídeo autor:

https://www.youtube.com/watch?v=HdKSZzegNN0

 

Por Ángel Moreno

(de Buenfuente)

 

 

Hoy se habla mucho de espiritualidad, que no es lo mismo que hacerlo del Espíritu Santo. El término “espiritualidad” tiene un significado amplio, un tanto líquido, como se dice ahora, porque incluye métodos de relajación, de meditación, ejercicios de silencio, días de desierto, prácticas de consciencia o llamadas a la atención; sin embargo, en general son expresiones un tanto egocéntricas, autorreferenciales, con deseos de autoconocimiento, de autoaceptación y con cierto narcisismo.

 

El Espíritu Santo es persona, ofrece y reclama una relación, un trato íntimo. Es la revelación suprema del amor de Dios y tiene como misión aconsejar, defender, consolar, fortalecer, inspirar, instruir, acompañar, acciones que implican un tú de referencia, que  no es solo un movimiento introspectivo, sino una relación interpersonal.

 

Es muy diferente hacer un ejercicio espiritual, que tener relación con el Espíritu Santo. A Él se le puede invocar y Él escucha, atiende y responde cuando lo llamamos de forma adecuada. Él viene en ayuda de nuestra debilidad, es el orante permanente de nuestro santuario interior; en tiempos de intemperie acude en nuestra defensa, y pone en nuestros labios las palabras adecuadas.

 

Gracias al Espíritu Santo siempre es posible comenzar de nuevo. Él nos ofrece el don de la misericordia, el perdón de los pecados, la regeneración de nuestras costumbres. Y también nos regala la sensibilidad para apreciar la belleza, gustar la poesía, extasiarnos ante el bien y la bondad; y sobre todo, nos enciende los deseos de amar, pues es el Amor de Dios.

 

Quien se abre a la relación con el Espíritu Santo experimenta el acompañamiento discreto, amigo, permanente, que toma diversas formas: se manifiesta en los acontecimientos, a través de personas que se cruzan en nuestra vida, en palabras oportunas en el momento adecuado; y sobre todo, a través de la Sagrada Escritura y de los Sacramentos.

 

Quien cree en el Espíritu Santo se sabe hijo de Dios, templo suyo, sacramento de Cristo, por haber sido ungido, crismado en el bautismo y en la confirmación, y puede tratar con Dios de manera familiar, confiada, porque sabe que está habitado y abrazado por el amor divino.

 

Es muy diferente, después de un ejercicio de silencio o de meditación, encontrarse con uno mimo, que encontrarse con Dios. El sosiego posible que se alcanza después de un ejercicio de gimnasia, de un tiempo de deporte, después de una hora de camino, y que sin duda repercute en bienestar, no alcanza a responder a las preguntas más esenciales: ¿Quién soy? ¿Por qué he nacido? ¿Para quién soy? ¿Cuál es mi destino? Preguntas que reclaman una dimensión trascendente y teologal, a las que un ejercicio físico o deportivo, o un ejercicio mental no pueden responder.

 

El Espíritu Santo, Señor y dador de vida, tiene poder para reanimar las fuerzas, renovar la creación, trascender la vida, inflamar el corazón de amor. No de manera automática ni especulativa, sino por la fe en Él, quien impulsa a abandonarse en sus manos, porque tiene designios de amor y no de aflicción. El creyente, aunque pase por la experiencia del límite, gracias al Espíritu, permanece confiado.

El domingo, 23 de mayo, solemnidad de Pentecostés, es la fiesta de Dios Espíritu Santo y también la jornada eclesial del Apostolado Seglar y de la Acción Católica

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

El 23 de mayo de 2021, octavo y último domingo de Pascua, es la solemnidad de Pentecostés, el día del Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad,  el paráclito, el abogado, el motor de la Iglesia, el don pascual por excelencia.

Este día de Pentecostés, este día del Espíritu Santo es también en la Iglesia católica en España el día, la jornada pastoral del Apostolado Seglar y de la Acción Católica. “Los sueños se construyen juntos” es el lema de esta jornada, inserta este año en una triple clave: el Congreso Nacional de Laicos Iglesia en salida de febrero de 2020,  la actual situación provocada por la pandemia del coronavirus y las perspectivas de su superación y la encíclica del Papa Francisco “Fratelli tutti”, de donde está tomado el citado lema. Esta triple clave se condensa en la necesidad de que la acción pastoral de nuestra Iglesia y la cada mayor implicación de su laicado  para que discurra por las sendas del discernimiento y de la sinodalidad

En nuestra diócesis, la fiesta de Pentecostés es tradicionalmente celebrada en la Virgen de la Hoz (el obispo preside la misa en este lugar en el mediodía del sábado 22 de mayo) y en Atienza con sus más de ocho veces centenaria Caballada. También es fiesta grande en Buenafuente del Sistal. Y, como es lógico a tenor de la anteriormente,  la Delegación Diocesana de Apostolado Seglar anuncia para celebrar la fiesta de Pentecostés iniciativas presenciales y digitales.

Pero, ¿quién es el Espíritu Santo, qué es  Pentecostés? El Espíritu Santo es, como reza el Credo nicenoconstatinopolitano (el Credo largo),  Señor y dador de vida, el Espíritu Santo es Dios como el Padre y como el Hijo (Jesucristo de quienes procede), habló por los profetas y quien hace que todo sea grande y bueno en nosotros. Es el motor incombustible, el Invisible esencial, vital e imprescindible.

El Espíritu Santo es como el aire, el puro aire, como el oxígeno que no se nota, no se ve, pero sin cual no se puede vivir. Sin el cual, sin Espíritu Santo, no podemos vivir, servir, amar y evangelizar en la Iglesia.

Y para capar mejor la grandeza de la fiesta del Espíritu Santo, la fiesta de Pentecostés, he aquí seis decálogos aproximativos desde la Palabra de Dios y la tradición y magisterio de la Iglesia.

 

El Espíritu Santo, el don pascual de Jesucristo resucitado. Retablo mayor de la catedral de Sigüenza

 

 

(1) HACIA UNA DEFINICIÓN DESCRIPTIVA EN LOS TEXTOS LITÚRGICOS:

 

1.- Padre amoroso del pobre.

2.- Don, en sus dones espléndido.

3.- Luz, que penetra las almas.

4.- Fuente del mayor consuelo.

5.- Dulce huésped del alma.

6.- Divina luz que nos enriquece.

7.- Descanso de nuestro esfuerzo.

8.- Tregua en el duro trabajo.

9.- Brisa en las horas de fuego.

10.-Gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos. 

 

(2) HACIA UNA DEFINICIÓN A TRAVÉS DE SUS OBRAS

 

1.- Es quien ayuda a la Iglesia, quien la mueve y la conduce, quien siempre está con ella. 

2.- Es el Espíritu de la verdad, entendida la verdad como la realidad liberadora vehiculada para la acción salvífica de Dios en la economía y en la historia de la salvación. 

3.- Es quien guía al pueblo de Dios, a sus pastores y a sus fieles, para que pueden entender y vivir toda la verdad. 

4.- Es quien hará que recordemos cuanto nos enseñó el Señor y nos lo explicará todo. Es el don pascual de Jesucristo Resucitado. 

5.- Es abogado. Su actuación abogacial consistirá en defendernos ante el mal. 

6.- Es quien da a todo el pueblo santo de Dios, especialmente a la jerarquía pero también a todos los miembros de la Iglesia, conciencia de su responsabilidad, impulsándolos al servicio de Cristo y de la nueva humanidad, prefigurada en su Iglesia. 

7.- Es quien dirige a los creyentes a la confesión de Jesucristo y quien permite, siguiendo el ejemplo y las enseñanzas del Señor Jesús, llamar a Dios, "Padre".

8.- Es quien renueva y plenifica a la Iglesia, a todos y cada uno de sus integrantes, y les llena de energía, de generosidad, de disponibilidad, de entrega, de dinamismo, de libertad auténtica, de savia evangelizadora, de fuerza apostólica. Quien cambia los ánimos pusilánimes por corazones nuevos. Quien transforma nuestra tristeza en una alegría que nadie nos podrá arrebatar. 

9.- Es quien nos visita con sus dones -sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios- y nos hace don para los demás. 

10.- Es el santificador, que prolonga para hasta la eternidad la creación del Padre y la redención del Hijo. Es quien nos permite caminar en el espíritu verdadero para desarrollar en nosotros la vida cristiana hasta su plenitud.

 

(3) HACIA UNA DEFINICIÓN A TRAVÉS DE SUS FUNCIONES Y ATRIBUTOS

 

1.- Congrega en la misma fe en Jesucristo a quienes el pecado había dividido. 

2.- Fortalece los corazones de los regenerados por la gracia del Señor. 

3.- Repuebla la faz de la tierra. Purifica, renueva, enciende y alegra las entrañas del mundo. 

4.- Infunde el conocimiento de Dios a todos los pueblos. 

5.- Es quien hace comprender la realidad de los misterios de la salvación y lleva al conocimiento pleno de la verdad revelada. Es quien nos hace capaces de Dios.

6.- Escruta e ilumina el corazón de los hombres y restablece la fe con la noticia gozosa del Señor Resucitado. 

7.- Obras maravillas como las de la predicación evangélica y las de la misión salvadora de la Iglesia. 

8.- Llena el corazón de los fieles y enciende en ellos el fuego de su amor. 

9.- Guía y santifica a la Iglesia y todos sus miembros, sobre los que se derrama a través de los sacramentos, particularmente del bautismo, la confirmación, la unción de enfermos y el orden sacerdotal. 

10.- "Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma al espíritu indómito, guía al tuerce el sendero, reparte sus siete dones, da al esfuerzo su mérito, salva al que busca salvarse y da el gozo eterno".

 

(4)  HACIA UNA DEFINICIÓN A TRAVÉS DE LO QUE NOS DONA  

 

1.- LUZ: "Ven, Espíritu Santo, manda un rayo de tu lumbre desde el cielo".

2.- DON: "Ven, oh Padre de los pobres, luz profunda en tus dones, don en tus dones espléndido. Da en los fieles que en Ti esperan tus sagrados siete dones y carismas". 

3.- CONSUELO: "No hay consuelo como el tuyo, dulce huésped del alma, mi descanso". 

4.- PAZ: "Suave tregua en la fatiga, brisa en las horas de fuego, paz en el llanto".

5.- HONDURA: "Luz sapientísima, penetra en las almas de tus fieles hasta el fondo y enriquécenos". 

6.- SOPLO: "¡Qué vacío hay en el hombre, qué dominio de la culpa sin tu soplo!".

7.- LLUVIA: "Lava el rastro de lo inmundo, riega tú nuestra sequía, ven y sánanos". 

8.- TERNURA: "Doma todo lo que es rígido; funde el témpano, encamina lo extraviado". 

9.- RECOMPENSA: "Dale al esfuerzo su mérito, salva al que busca salvarse". 

10.- ALEGRÍA: "Danos tu gozo eterno e inacabable alegría".

 

(5)  HACIA UNA DEFINICIÓN A TRAVÉS DE SUS APELATIVOS: 

 

1.- El Paráclito. (Evangelio de san Juan 14, 16.26; 15, 26; 16, 7)

2.- El Abogado. (Evangelio de san Juan 14, 16.26; 15, 26; 16, 7)

3.- El Consolador. (I Carta de san Juan 2, 1)

4.- Espíritu de verdad. (Evangelio de san Juan 6, 13)

5.- Espíritu de la promesa. (Carta de san Pablo a los Gálatas 3, 14; Ef. 1, 13)

6.- Espíritu de adopción. (Cartas de san Pablo a los Romanos 8, 15 y a los Gálatas 4, 6)

7.- Espíritu de Cristo. (Carta de san Pablo a los Romanos 8, 11)

8.- Espíritu del Señor. (2ª Carta de san Pablo a los Corintios 3, 17)

9.- Espíritu de Dios. (Carta de san Pablo a los Romanos 8, 9.14; 15, 19)

10.-Espíritu de gloria. (1ª Carta de san Pedro 4, 14)

Pentecostés de Semini, nave de la epístola de la catedral de Sigüenza

 

 

(6) HACIA UNA DEFINICIÓN A TRAVÉS DE SUS SÍMBOLOS 

 

1.- EL AGUA: Significada en el bautismo. Signo eficaz del nuevo nacimiento. Del mismo modo que la gestación de nuestro primer nacimiento se hace en el agua, así el agua bautismal significa el nacimiento a la vida divina, que se nos da en el Espíritu Santo. 

2.- LA UNCIÓN: El simbolismo de la unción es también significativo del Espíritu Santo. Evoca la unción primera del Espíritu sobre Jesucristo, el Ungido.

3.- EL FUEGO: Mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la vida dada en el Espíritu Santo, el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu. Es la "llama de amor viva" de San Juan de la Cruz. 

4.- LA NUBE Y LA LUZ: Estos dos símbolos son inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo, desde las teofanías del Antiguo Testamento hasta las del Nuevo. La nube es el lugar donde habita la divinidad, refulgente de luz. Es el misterio y su relevación.

5.- EL SELLO: Es símbolo cercano al de unción. Es Cristo quien nos marca con su sello (Juan 6, 27) y el mismo Dios quien también con él (II Corintios 1, 22; Efesios 1, 13). Indica el carácter indeleble e imborrable de la unción del Espíritu Santo en los sacramentos del bautismo, la confirmación y el orden. 

6.- LA MANO: Imponiendo las manos Jesús cura a los enfermos, sana a los niños. En su nombre, los apóstoles harán lo mismo. Mediante la imposición de manos de los apóstoles nos es dado el Espíritu Santo. La Iglesia conserva en sus epíclesis sacramentales este signo de la imposición de manos como efusión todopoderosa del Espíritu Santo.

7.- EL DEDO: Jesús expulsaba demonios "por el dedo de Dios". El Espíritu Santo es, según el himno litúrgico del "Veni, Creator", el dedo de la diestra del padre ("digitus paternae dexterae"). 

8.- LA PALOMA: Al final del diluvio (cuyo simbolismo se refiere al bautismo), la paloma soltada por Noé vuelve con una rama tierna de olivo en pico, signo de que la tierra es habitable de nuevo. Cuando Cristo sale del agua de su bautismo, el Espíritu Santo, en forma de paloma, baja y se posa sobre él. 

9.- EL AIRE, EL VIENTO: Es el origen etimológico de la palabra hebrea "ruah": soplo, viento, aire. Jesús emplea la imagen sensible del viento en su conversación con Nicodemo (Juan 3, 5-8). "Al cumplirse el día de Pentecostés -se escribe en los Hechos de los Apóstoles, 2, 1-, estando todos juntos en un lugar, se produjo de repente un ruido proveniente del cielo como el de un viento que sopla impetuosamente, que invadió toda la casa en que residían". 

10.-LENGUAS NUEVAS Y EXTRAÑAS (DON DE LENGUAS): "Aparecieron, como divididas, lenguas de fuego, que se posaron sobre cada uno de ellos, quedando todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según que el Espíritu les otorgaba expresarse" (Hechos 2, 3-4). Es el simbolismo de la transformación, de la misión y de la universalidad de Pentecostés, el don pascual de Jesucristo, la hora de la Iglesia, su sacramento universal de salvación.    

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 21 de mayo de 2021

Por José Ramón Díaz-Torremocha

(de las Conferencias de San Vicente de Paúl en Guadalajara)

Email del autor: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

 

 

¡Habían pasado tantos años! Aquel viaje emprendido, aunque duro y a veces con importantes dudas en su corazón, lo había hecho alegre al cabo de pocos minutos de iniciado, feliz por dejar atrás tanta y tan continua confusión. Con frecuencia, tanto dolor. Siempre da alegría volver a la casa de la que saliste de “correría” por el mundo.

Acababa de llegar a casa. Su padre, feliz, se esmeraba en que el hijo se sintiera bien recibido y que le llegara el calor de hogar de esa bienvenida. Pronto vería también a su madre. Charlando pues llevaban tiempo sin verse, se encaminaron a una cercana mesa camilla en cuyas faldas, cobijaron sus piernas y en cuya tabla, apoyaron sus brazos tomando asiento en simples y cómodos pequeños sillones de enea.

Primero, charlaron sobre lo que había sido durante aquel largo periodo en el que estuvo fuera de casa, el destino de tantos familiares y amigos con los que el hijo había perdido contacto años atrás. ¿Sería fácil localizarlos? El padre por toda respuesta, hizo un gesto ambiguo que tanto podía interpretarse como un sí o como un no. Satisfecha en parte, la curiosidad del recién llegado, se hizo un profundo silencio entre los dos. El padre, esperaba, como siempre.

Lentamente, como quitándose un gran peso de encima, el hijo comenzó a contar lo que habían sido todos esos largos años de ausencia. Los éxitos, los fracasos, sus dudas y sus vacilaciones. La vergüenza, también surgió en algún momento, propiciando incluso algunas lágrimas, por lo que suponía haber faltado del cuidado de su padre. Por haberle casi olvidado en ocasiones y a veces durante años. Por olvidar las necesidades de su padre.

El padre le dejó hablar. Tenía que desahogarse, soltar todo lo que le consumía. De los recuerdos de tantos años sembrados de ingratitud. Al hijo, al recién llegado, le sonaba como en falsete aquellas respuestas amortiguadas por el buen querer de su progenitor. Esperaba al menos algunas palabras de dura crítica y que entendía muy merecidas. Pero no aparecieron.

Alrededor de aquella mesa, de aquel brasero sólo encendido para que el hijo percibiera el calor de hogar, el calor de la bienvenida, el calor que recordaba de su niñez, continuaron hablando largo rato y al hijo, le sorprendía hasta qué punto estaba el padre al tanto de sus andanzas.

Le parecía curioso que su progenitor de quien bien conocía su genio, que le había visto aplicar con sus hermanos mayores, no estaba dejándolo aparecer para con él. Que sólo le observaba como con cierta comprensión. Con la comprensión de un padre.

Tenían sentimientos que parecían encontrados. El que debía aparecer enfadado, no lo estaba, todo lo contrario, y el que debía estar alegre, sentía un profundo malestar en su alma. Se preguntaba: ¿merecía aquel recibimiento por parte de su buen padre a quien le constaba cuánto había hecho sufrir? Recordó el artículo de la Regla de las Conferencias de San Vicente: “conscientes de su propia fragilidad y debilidad, sus corazones laten al unísono con los pobres. No juzgan a los que sirven”[i]

Ambos, roto el dique que el hijo había construido para justificarse ante sí mismo de su ausencia para con el progenitor, se levantaron con lo que el padre había deseado siempre: habiendo recuperado a aquel hijo y éste, a aquel padre, tantas veces olvidado.

Despertó acalorado y en contra de lo que le sucedía habitualmente, esta vez recordó el sueño completo y con absoluta nitidez. ¿Qué había sucedido? ¡Sólo había sido un sueño!

Recordó a Francisco, Obispo de Roma y cuánto le había marcado escucharle: que “somos mendigos de misericordia”[ii].

Así se había sentido él frente a su Padre: mendigo de Su infinita Misericordia. Empezó a entenderlo todo y no se le ocurrió más que musitar: gracias por Tus Gracias. Gracias por Tu Misericordia. Perdona mis continuas faltas de amor.

A Cristo por María, siempre en y con María.

 

[i] Regla de la Sociedad de San Vicente de Paúl, art. 1.9

[ii] Francisco, mensaje del Corpus de 2020,

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