Rafael C. García Serrano

(Conferencias Nuestra Señora de la Antigua)

 

 

 

 

Poco me importa ahora

lo que venga y lo pasado,

solo quiero abrir la puerta

ver la luz del otro lado.

 

No quiero volver más días

a ver mi ilusión rebotando

como piedra desprendida

del terraplén de mi vida.

 

 

Guía para el trabajo sinodal en grupos del tema tercero, sesión segunda, del cuaderno primero, "Llamados", de nuestro Sínodo Sigüenza-Guadalajara

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

En el tema o bloque tercero del cuaderno primero, “Llamados (Mirada hacia dentro)”, del Sínodo diocesano de Sigüenza-Guadalajara se ahonda en las fuentes de la espiritualidad cristiana, en cómo se nutre y crece la vida cristiana, que, fundamentada en la fe y la llamada a la misión evangelizadora, necesita llenarse continuamente para después poder dar.

Las fuentes de la espiritualidad cristiana son, sobre todo, dos: la Palabra de Dios y la oración. También lo son la celebración de los sacramentos –muy particularmente la misa dominical vivida con fidelidad-, la liturgia de las horas y el propio ejercicio de la caridad, del apostolado y de la misión.

Hace dos semanas dedicábamos esta página de NUEVA ALCARRIA a la Palabra de Dios. Hoy lo hacemos a la oración, manantial imprescindible e inagotable de la espiritualidad cristiana.

 

Ambientación

 

La vida pública de Jesús, su ministerio apostólico, según nos relatan los evangelios, están repletos de citas en las que se muestra cómo Jesús continuamente se retira a orar.

Hasta tal punto la oración de Jesús marcaba su vida, que sus mismos apóstoles y discípulos le preguntaron en distintas ocasiones acerca de la oración: “Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación” (Lucas 11, 1-4). Es la oración del Padre Nuestro, la principal oración cristiana.

 

Santa María de los Huertos de Sigüenza, emblemático lugar para la oración

 

20 breves definiciones de oración

 

1.-«Orar es hablar con Dios» (San Agustín de Hipona).

2.-«Orar es una conversación familiar con Dios» (San Juan Clímaco).

3.-«La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes» (San Juan Damasceno).

4.-«Orar es estar con Dios» (San Francisco de Asís).

5.-«La oración es la respiración del alma y de la vida» (Santa Teresa de Jesús)

6.-«Orar es tratar de amistad, aun tratando muchas veces a solas, con quien sabemos nos ama»  (Santa Teresa de Jesús)

7.-«Orar es permanecer fielmente en el fuego del amor de Dios» (San Juan de la Cruz)

8.-«Orar es que Él mira y yo le miro» (Santo Cura de Ars)

9.-«Orar es pensar en Dios, amándole» (San Carlos de Foucauld).

10.-«Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría» (Santa Teresa del Niño Jesús).

11.-«La oración es la llave de la mañana y el cerrojo de la noche» (R. Tagore).

12.-«La oración es la aceptación diaria de nuestra flaqueza» (M. Gandhi).

13.-«Orar, contemplar es amar para sumergirse en Dios, buscando su voluntad» (San Juan XXIII).

14.-«Rezar es simple, cualquiera que sea la forma, es ir a beber al manantial del amor: Dios» (Michel Quoist).

15.-«Aprendemos a orar, orando. El Señor Jesús nos ha enseñado a orar ante todo orando Él mismo» (San Juan Pablo II).

16.-«La oración cristiana nace, se nutre y desarrolla en torno al acontecimiento por excelencia de la fe, el Misterio pascual de Cristo» (San Juan Pablo II).

17.-«Dialoga con Jesús en la oración, escucha a Jesús que te habla en el Evangelio, encuentra a Jesús, presente en el necesitado» (Papa Benedito XVI).

18.-«La oración es la llave que abre el corazón misericordioso de Dios» (Papa Francisco).

19.-«La oración es estar con Dios, es vivir con Dios, es amar a Dios» (Papa Francisco).

20.-«Rezar significa llamar a la puerta de un amigo. Dios es nuestro amigo» (Papa Francisco).

 

Palabra de Dios

 

De la multitud de pasajes del Nuevo Testamento que podríamos referir acerca de la oración, nos quedamos como un bien conocido, la parábola de la oración del fariseo y del publicano, en la que, además, se nos enseña cómo y qué orar y que la humildad es clave fundamental en la oración:

“Dijo también esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18, 9-14).

 

La adoración eucarística es un espléndido modo de oración

 

Catecismo de la Iglesia Católica

 

El Catecismo de la Iglesia Católica de 1992, que presenta la oración como don de Dios, como alianza y como comunión, contextualiza del siguiente modo la oración: «“Este es el misterio de la fe”. La Iglesia lo profesa en el Símbolo de los Apóstoles (primera parte) y lo celebra en la Liturgia sacramental (segunda parte), para que la vida de los fieles se conforme con Cristo en el Espíritu Santo para gloria de Dios Padre (tercera parte). Por tanto, este misterio exige que los fieles crean en él, lo celebren y vivan de él en una relación viviente y personal con Dios vivo y verdadero. Esta relación es la oración».

 

La oración de los 5 dedos, del Papa Francisco

 

«Te pido, Dios mío, por los que amamos, esos que están más unidos a mí. Por los que enseñan, instruyen y curan. Por los líderes, los gobernantes y quienes tienen autoridad. Por los débiles, enfermos y atormentados. Te pido, Dios mío, por el más pequeño de todos, por mí mismo».

(1) El dedo pulgar es el más cercano a ti. Así que empieza orando por quienes están más cerca de ti. Son las personas más fáciles de recordar. Orar por nuestros seres queridos es una dulce obligación.

(2) El siguiente dedo es el dedo índice. Ora por quienes enseñan, instruyen y curan. Esto incluye a los maestros, profesores, médicos y profesores. Ellos necesitan apoyo y sabiduría para indicar la dirección correcta a los demás.

(3) El siguiente dedo es el más alto. Es llamado dedo medio, corazón o mayor. Nos recuerda a nuestros líderes. Ora por el presidente, los congresistas, los empresarios y los gerentes. Estas personas dirigen los destinos de nuestra patria y guían a la opinión pública. Necesitan la guía de Dios.

(4) El cuarto dedo es nuestro dedo anular. Aunque a muchos les sorprenda es nuestro dedo más débil, como te lo puede decir cualquier profesor de piano. Debe recordarnos orar por los más débiles, con muchos problemas o postrados por las enfermedades. Necesitan tus oraciones de día y de noche. Nunca será demasiado lo que ores por ellos. También debe invitarnos a orar por los matrimonios, en cuyos dedos anulares llevan la alianza de su matrimonio.

(5) Y por último está nuestro dedo meñique, el más pequeño de todos los dedos, que es como debemos vernos ante Dios y ante los demás. Como dice la Biblia, “los últimos serán los primeros”. Tu meñique debe recordarte orar por ti. Cuando ya hayas orado por los otros cuatro grupos, verás tus necesidades en la perspectiva correcta y podrás orar mejor por las tuyas.

 

Texto del obispo diocesano

 

Este tema de la oración en el camino sinodal es también ambientado con una cita de la carta pastoral de nuestro obispo diocesano, Atilano Rodríguez Martínez, titulada «Con gratitud y esperanza», y firmada el 1 de mayo de 2020, en lo más crudo de la pandemia. Leemos en la página 21 de esta carta:

 

«Cuando el dolor es tan intenso que resulta casi imposible soportarlo, como puede sucedernos en la actualidad, gritemos al Señor: “¡Levántate, Señor!, ven en nuestra ayuda. ¡Sálvanos por tu misericordia! Despierta, no nos rechaces para siempre” (Sal 44, 24-27). También podemos orar con las palabras de los discípulos, zarandeados en la barca por las olas del mar: “Señor, ¿no te importa que perezcamos?” (Mc 4, 38). Desde esta confianza en el Señor, durante estos días de desconcierto generalizado y de intenso sufrimiento, todos, incluso quienes tenían un poco abandonada la oración, hemos suplicado al Padre por la recuperación de los enfermos, por los difuntos, por sus familiares, por los que viven este momento en soledad y por tantos voluntarios que, olvidándose de sí mismos y de sus preocupaciones inmediatas, han arriesgado sus vidas para salvar las nuestras».

 

Preguntas y propuestas para el trabajo en grupos

 

Tras estos y otros materiales, y desde un clima explícito de escucha, diálogo y oración, nuestro cuaderno sinodal 1, tema 3, sesión 2 formula, para el trabajo de los grupos, tres preguntas, cuyas respuestas, en su momento, se estudiarán y formarán parte de los siguientes pasos del camino sinodal.  Las preguntas han de ser respondidas, preferentemente, en grupo y recogidas las distintas respuestas.  

 

Estas son las preguntas:

 

1.- ¿Cuál ha sido tu experiencia de oración durante lo más crudo de la pandemia?

2.- De las definiciones clásicas de oración, elige tres y explica cómo se puede llevar a cabo una oración así.

3.- ¿Debemos potenciar la oración comunitaria en nuestras parroquias? Propón alguna idea sobre cómo debería llevarse a cabo.

 

Asimismo, se formulan estas dos propuestas:

 

(1) Oración conjunta del Padre Nuestro, haciendo parada, silencio y ecos de cada una de sus siete peticiones. El moderador del grupo enuncia la frase, por ejemplo, Padre Nuestro…, se hace silencio orante y se intercambian ecos espontáneos; y así sucesivamente con el Padre Nuestro completo.

(2) Señalar entre todos tres o cuatro propuestas para robustecer y testimoniar la vida de oración a tenor de los textos arriba reproducidos.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 27 de mayo de 2022

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

 

Esta Virgen sufriente traspasada

por el dolor de un Hijo haber perdido

en Soledad a nosotros se ha unido

viéndose entre sus hijos consolada.

 

La amargura y la angustia que ha venido

-sobre andas de fe pura transportada-

dicen que dolor y pena avivada

por la muerte del Hijo trae asido.

 

Y ahora que de la iglesia hasta ermita

la transportan con fe unas recias manos,

en  los días de mayo más tempranos

esta oración de mi amor lleve inscrita

 

en consuelo a dolores inhumanos.

Pues ninguno de sus fieles permita

que imagen de pasión tan infinita

traspase soledad sola en Usanos.

 

 

 

 

Juan Pablo Mañueco

Premio CERVANTES-CELA-BUERO VALLEJO, 2016.

Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha

 

Poema del libro 'Donde el mundo se llama Guadalajara'.

 

Vídeo autor:

https://www.youtube.com/watch?v=HdKSZzegNN0

Por José Ramón Díaz-Torremocha

(Conferencia de Santa María la Real en Guadalajara)

Email del autor: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

 

"This month it has not been possible to send the translation in English. My apologies to so many good friends who read it in English".

 

Jacinto, como saben mis lectores y siempre amigos, es un muy buen consocio y verdadera alma de su Conferencia. Un auténtico y esforzado miembro de las Conferencias de San Vicente de Paúl. Siempre me sorprende con sus consejos sobre la Vida de verdad y la naturaleza de su relación entre él y la Divinidad. Con frecuencia, como creo que ya he contado otras veces, me sobrecogen sus anécdotas.

Él nunca pide nada al Señor ¿para qué? pregunta cuando se le cuestiona sobre ello y añade: Él sabe bien lo que me es necesario y lo que no lo es.  (En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis” (Mt 6, 7).     

Continuaba y me decía: “sólo me gusta hablar con Él de “nuestras cosas” pero pedirle, para mí, no. Él sabe lo que necesito y sólo le “recuerdo”, en alguna ocasión, las necesidades perentorias de alguno de mis amigos en necesidad, de los que sufren y le pido que me dé las fuerzas para serles útil.  También le pido, que me ayude para la extensión de las Conferencias en su servicio a los que sufren”.

Alguien, insistiendo, le preguntó una vez ¿y para ti qué pides? ¿Seguro que nada?

Recordaba quien me lo contaba que Jacinto, como avergonzado, bajaba la cabeza y contestaba que “nada” cuando su interlocutor le presionaba para que se explicara, él siempre decía “qué, en su modesta vida, había tenido todo lo que necesitaba y que, sobre todo: ya sabía el Señor qué podía necesitar y terminaba preguntándose: ¿para qué entonces molestarle repitiendo y perdiendo el tiempo, el suyo, no el del Señor que no lo tiene, repetir lo que Él ya sabe? Sólo le pido para los demás y dado que sé que a Él le gusta que le pidamos como siempre se pide a un padre”. Y Él es Padre, apostillaba.

Estar con Él directamente siempre que puedo en la Eucaristía o con alguien que sufre que son siempre los favoritos de su Divina Majestad, y su mejor representación decía muy serio con un lenguaje harto respetuoso, pero fuera de uso en nuestra época. No había bromas cuando se refería a Dios. Había un profundo respeto no exento de una dichosa confianza.

Roberto, su gran amigo, el muchacho de necesidades especiales y que vive amparado por su Conferencia y unas buenas Hermanas, le acompañaba siempre en sus diarios paseos para ver a quién notaba, “roto o a punto de romperse”, para descubrir el sufrimiento. Largas caminatas para, cuando surgía el objetivo, avisar inmediatamente a su Conferencia para solucionarlo con la prontitud “debida”. Roberto, el bendito Roberto, parecía tener un sexto sentido para detectar el desamparo y a veces, le señala a Jacinto algún caso. Aunque – Roberto – afirmaba que iba rezando un Ave María por todos con los que se cruzaba que le parecía que iban “llorando por dentro” y que a veces, se le “juntaban”: no había acabado con el rezo por uno, cuando ya aparecía otro de interior “lloroso” según su percepción.

Al regresar a la Conferencia y habitualmente después de abrirse al Espíritu, daban cuenta de sus descubrimientos del día o de la semana, según correspondiera y no eran pocos los que gracias a ellos entraban en la “nómina” de la Conferencia o eran asiduamente visitados en sus casas para echar un rato de cartas contra la soledad que les asediaba alrededor de algunas pastas, que siempre aportaba un consocio y participar de una amena reunión.

En esas visitas, surgían a veces temas muy interesantes entre gente tan sencilla, confirmando el aserto evangélico de que el Misericordioso, nutre siempre a los humildes de corazón. (Mateo 11, 25-27)

Confiemos siempre en María. Siempre con María, el mejor camino para encontrarse con su Hijo, al pie de la cruz.

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