Por Alfonso Olmos Embid
(Director de la Oficina de Información)
A lo largo de la historia, los Papas que han llevado el nombre de León han marcado profundamente el Magisterio de la Iglesia Católica. El primero, San León Magno (siglo V), defendió con firmeza la fe cristológica en el Concilio de Calcedonia (451), afirmando la unidad de las dos naturalezas de Cristo —divina y humana— en su célebre Carta a Flaviano. Reafirmó también la primacía del Obispo de Roma como sucesor de Pedro.
León II tuvo un pontificado de menos de un año. León III (siglo VIII) fortaleció la autoridad del papado en relación con el poder secular al coronar a Carlomagno como emperador del Sacro Imperio, gesto que reafirmó la dimensión espiritual del liderazgo papal.
León IV fundó la Ciudad Leonina, amurallando la colina vaticana tras el saqueo de Roma del año 846. León V el Armenio, fue general y, al igual que León VI el Sabio, emperador bizantino. León VII, monje benedictino, reorganizó el monacato. León VIII era un seglar que recibió todas las órdenes el mismo día de su elección. León IX, noble alsaciano, llevó a cabo diferentes reformas en la Iglesia y, durante su pontificado, tuvo lugar la consumación del Cisma de la Iglesia Oriental.
León X, de la gran familia de los Medici, papa renacentista, culto y refinado, gran mecenas de las artes, fue el que condenó las tesis de Lutero. León XI llegó al papado en medio de una gran controversia política y protagonizó uno de los pontificados más breves de la historia, tan solo veintiséis días, por culpa de un enfriamiento el día de su coronación, de tal modo que fue apodado el Papa Relámpago. León XII fue un hombre de poca salud, pero de carácter fuerte y decidido que le tocó lidiar diversos problemas internacionales, especialmente los acaecidos entre España y los países hispanoamericanos a raíz de los movimientos independentistas del siglo XIX.
En tiempos modernos, León XIII, abrió una nueva etapa en la doctrina social de la Iglesia con su encíclica Rerum Novarum (1891), abordando temas como el trabajo digno, los derechos laborales, la propiedad privada y la justicia social frente al liberalismo y el socialismo.
Hoy, el Papa León XIV continúa esta herencia, destacándose por su llamada a la paz global, desde el espíritu y carisma agustiniano. Con un lenguaje claro y pastoral, insiste en una Iglesia misionera, cercana a los pobres y fiel a la tradición viva del Evangelio.
