Esculturas a redescubrir en la catedral de Sigüenza

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Las tallas de los arcángeles Miguel y Gabriel y en piedra caliza, tallada y policromada dos Virtudes y grupo escultórico del obispo Simón Girón de Cisneros

 

 

 

 

Si hace tres semanas, al invitar a visitar la catedral de Sigüenza, ofrecíamos amplias informaciones acerca de tres obras pictóricas, recientemente restauradas, hoy con lo hacemos con esculturas, también de reciente restauración y también a redescubrir. El contexto de sus restauraciones respectivas fue la exposición ATEMPORA 2022. Y los comentarios que acompañan estas líneas están tomados del libro-catálogo de la citada exposición.

Sobre las tallas de santos arcángeles Miguel y Gabriel, el autor de los comentarios en el citado libro es José Domingo Delgado Bedmar, coordinador de la exposición y jefe de Cultura de la Fundación IMPULSA de la Junta de Castilla-La Mancha.  Actualmente se hallan, como en la exposición, franqueando la puerta claustral de San Valero.

En misma publicación, describe las dos Virtudes el doctor en Historia del Arte Francisco Javier Ramos Gómez. Y, por su parte, Matilde Azcárate Luxán es la autora de los comentarios sobre las dos esculturas con el escudo del obispo Simón Girón de Cisneros (1301-1326). Estas cuatro tallas se encuentran ahora en la sala románica del claustro este de la catedral.

 

Santos arcángeles Miguel y Gabriel

La ficha técnica de ambas tallas escultóricas responde a estos datos: autoría de Juan Milla y Francisco Belo, hacia 1688; madera tallada y policromada 302x121x 39 centímetros (San Miguel). Y la misma autoría de Juan Milla y Francisco Belo, en el mismo año aproximadamente, para San Gabriel, tallada y policromada 301x129x37 centímetros, ambos propiedad de la catedral de Sigüenza (San Gabriel)

Es Manuel Pérez Villamil, quien en su libro de 1899 sobre la catedral de Sigüenza (obra básica e imprescindible para el conocimiento de la misma) quien nos da noticias acerca de estas gigantescas esculturas y el conjunto en el que se integraban. Al hablar del retablo del trascoro dedicado a Nuestra Señora de la Mayor nos dice: «Trasladada a su trono la imagen de Nuestra Señora en 17 de Julio de 1673, aun tardó en concluirse el altar catorce años, pues el corredor que hoy lo corona y el inmotivado arco central que le sirve de remate, no fueron terminados hasta el de 1688».  Fijada la cronología, pasa a describir el conocido retablo de Juan Lobera (ver páginas 250-251 del citado libro de Manuel Pérez Villamil).

 

 

Hasta 1936 y desde 2022

Grabados y fotografías nos revelan que estos arcángeles siguieron coronando ese inmotivado arco central del que habla Villamil hasta la pasada Guerra Civil, y ante los daños que sufrieron en los bombardeos, se determinó en la posguerra su traslado a dependencias interiores de la catedral, en las que llamaban la atención por su poco habitual tamaño.

La reciente y minuciosa restauración, con ocasión de ATEMPORA 2022, llevada a cabo por Raúl Encinar, en el Centro de Conservación y Restauración de Castilla-La Mancha, ha revelado calidades insospechadas y detalles nunca apreciados, como que son figuras generadas a partir de dos piezas centrales de madera de conífera dispuestas en sentido vertical, completadas luego con elementos tallados de manera exenta como pueden ser las cabezas y brazos, a los que habría que añadir las alas y los símbolos iconográficos, hoy totalmente desaparecidos.

 

Descripción de los arcángeles

De rasgos andróginos, la imagen de San Miguel es ostensiblemente más estilizada y presenta un mayor movimiento que la de su compañero, y aparece tallado con un ligero contraposto y con la cabeza inclinada hacia la izquierda, habiéndose optado en este caso por su representación como «soldado de la Iglesia» contra el Mal y no por la menos frecuente de «pesador de almas» (psicostasis) en el Juicio Final. Según el informe realizado por Encinar, el arcángel viste la coraza de escamas clásica romana en dorado y azul, y un correaje que le cruza el pecho y que le distingue como soldado de Dios y defensor de la Fe. Bajo la armadura porta una túnica clara hasta la rodilla, de amplios pliegues y rica decoración vegetal, y calza botas altas, doradas y marrones, todo ello muy similar a lo que también lleva su compañero Gabriel.

Por último, sobre los hombros lleva un manto de vivo color rojo unido en su pecho con un broche dorado, mientras su cabeza aparece tocada con un pequeño casco con un penacho de carnosas plumas bajo el que se desarrolla una frondosa y ensortijada cabellera que le cae hasta los hombros. Miguel pisa un pequeño dragón escamado, representado con tonos verdes, que se retuerce y presenta sus fauces abiertas mostrando desafiante unos dientes afilados y el hueco donde estaría su desaparecida lengua, que, como ocurre con la cabeza o los brazos del arcángel, fue tallada aparte y luego unida a la figura con cola y clavos. Este dragón es el único elemento iconográfico identificativo que nos queda para caracterizar al que es considerado primero de los arcángeles, siguiendo el texto bíblico (Apocalipsis, 12:7-9).

El arcángel san Gabriel aparece ataviado con una especie de alba de color claro y amplias decoraciones vegetales, que deja al descubierto sus piernas desnudas y sobre la que lleva una túnica azul también con decoraciones vegetales y reverso dorado, abierta en pico en su parte inferior hasta el nudo de amplias lazadas que ciñe a su cintura un cíngulo rojo. Una banda igualmente roja le cruza el pecho en diagonal, desde su hombro izquierdo hasta la cadera derecha, sobre la que se anuda. Calzado con botas marrones y decoraciones doradas, en la cabeza lleva una diadema o pequeña corona dorada que sujeta sus abundantes y largos cabellos, factor que, junto a la coloración que presenta la cara, enfatiza los rasgos andróginos de una figura de acentuado hieratismo y frontalidad.

Gabriel se apoya sobre una esquemática nube en tonos azules, de la que podría decirse también que parece una reducida porción de mar. En cualquier caso, la nube en cuestión se constituye en el único elemento iconográfico que caracteriza a esta figura, que ha perdido todos los demás.

 

¿Dos apóstoles en sendas esculturas del siglo XIV?

¿Podrían ser los apóstoles Simón el Cananeo y Judas Tadeo los dos apóstoles de las esculturas de la catedral con escudo del obispo seguntino Simón Girón de Cisneros? En cualquier caso, se trata de sendas obras anónimas del siglo XIV, realizadas en piedra caliza tallada y policromada, de 92x30x25 centímetros y bajo unas bases de 16x30x25 centímetros.       

Son dos figuras masculinas de piedra caliza y policromada, de un tamaño inferior a las imágenes del crucero que podríamos considerar dentro de este grupo de figuras relacionadas con el obispo Simón Girón de Cisneros tanto por su estilo como por su disposición sobre peanas decoradas con el escudo del obispo.

 La primera figura masculina presenta facciones delicadas y vestido con una amplia túnica azul y manto rojo con gruesa cenefa dorada y con decoración de piñas tejidas en oro a modo de brocado. Con su mano izquierda recoge su manto de abundantes plegados a la vez que sujeta un libro de rica encuadernación en cuero. Coloca la mano derecha sobre el libro evidenciando la importancia de éste.

Es difícil asegurar de quién se trata, pero, por la disposición y la relevancia que se concede al libro, podríamos aventurar que se trata de la representación de alguno de los apóstoles. La segunda figura masculina, muy mal conservada, presenta características similares a la anterior. En esta ocasión la figura tiene una disposición más frontal y va cubierta con amplio y abultado ropaje, muy deteriorado, y presenta en su mano, como la figura anterior, un libro. Por este motivo podría tratarse también de un apóstol.

 

Virtudes de la fe y de la prudencia

Obras de autor anónimo seguntino, de los años 1560-1565, están realizadas en piedra caliza, tallada y policromada y miden 60x25 centímetros

Su emplazamiento original fue en la capilla de las Reliquias de la catedral, fundada por Fernando Niño de Guevara, obispo de Sigüenza entre 1546 y 1552. La virtud de la Fe es identificada por un cáliz y un libro, y virtud de la Prudencia, con una serpiente enroscada en el brazo. Debieron formar parte de un grupo iconográfico más amplio que no se ha conservado y que contendría la totalidad de las siete virtudes (las tres teologales: fe, esperanza, caridad; y las cuatro cardinales: templanza, prudencia, justicia y fortaleza).

Sabemos que hasta 1696 esta capilla –cuya restauración está siendo llevada a cabo por el IPCE–, estuvo consagrada al Espíritu Santo por voluntad testamentaria del citado obispo. Según los teólogos y moralistas cristianos, a través del Espíritu Santo se infunden en el ser humano las virtudes y la gracia mediante el bautismo, lo que explica la presencia de ambas figuras en este espacio catedralicio. Además, en la maravillosa reja que cierra la capilla también se representaron las cuatro virtudes cardinales.

La Prudencia como virtud designa la capacidad de valorar racionalmente todas las posibilidades antes de realizar un acto. La serpiente que identifica en este caso a la Prudencia procede de una tradición que se remonta a las representaciones antiguas de Serapis. Este animal se relacionaba desde antiguo con el tiempo, aludiendo en esta personificación a la reflexión sobre el pasado el presente y el futuro que debe guiar a las decisiones prudentes: «Sed prudentes como las serpientes» (Mateo 10:16). En su mano izquierda -rota y sustituida por un apéndice de madera– podría llevar un espejo, elemento habitual en numerosas representaciones de la Prudencia.

En el caso de la Fe, es una virtud teologal y se reconoce por el cáliz, la forma y por el fragmento roto de lo que podría ser una cruz.

En cuanto al estilo, hay que decir que se inscribe en el modo general de los escultores que trabajaron en Sigüenza en el tercer cuarto del siglo XVI, particularmente semejante a lo que se conoce del entallador Juan de la Sierra.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 21 de julio de 2023

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