Algunas notas sobre la evangelización, con motivo de la fiesta de San Marcos y el mes de mayo

Por Juan José Plaza

(Delegado diocesano de Misiones)

 

 

EL 25 de Abril celebra la Iglesia  la fiesta de S. Marcos, evangelista. Su nombre aparece con frecuencia en los Santos Evangelios y en las cartas de S. Pablo y S. Pedro, al cual le llama, este último: “Mi querido hijo” (I Pedro 5, 13).

San Marcos fue un activo colaborador en la predicación del Evangelio, fue un buen evangelizador o misionero. Posteriormente escribe uno de los Evangelios sinópticos, que lleva su nombre, recogiendo, según los entendidos, la predicación de San Pedro y, me figuro que la suya propia.

 

San Marcos con su vida y en su Evangelio nos recuerda la misión que Jesucristo da a sus apóstoles y a todo cristianos, en el momento de  su Ascensión a los cielos, con estas palabras: “Id por el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado se salvará, más el que no creyeres se condenará” (Marcos 16, 16-17).

De esas palabras de Jesús, dirigidas a sus apóstoles,  brota la exigencia misionera de la Iglesia:

a/ Así lo reconoció de forma solemne el Concilio Vat. II, en el Decreto ad Gentes con estas palabras: “La Iglesia peregrinante es misionera por naturaleza, pues toma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio de Dios” (Ad Gentes 2.).

b/ También el beato papa Pablo VI, en su memorable Exhortación apostólica ” Evangelii Nuntiandi”,  destaca esta  realidad de la cual he querido extraer estas frases . Dice la E.N:

  • “La Iglesia existe para Evangelizar, es decir, para predicar, enseñar y ser canal del don de la gracia “(E.N 14).
  • “La Iglesia es ni más ni menos que el contenido del Evangelio y, por consecuencia, de la Evangelización que ella conserva como un depósito viviente y precioso, no para tenerlo escondido, sino para comunicarlo” (E.N: 15).

c/ En la Evangelii Guadium, del papa Francisco, vemos cómo recorre transversalmente toda su Exhortación Apostólica un viento impetuoso, el viento del Espíritu que impulsa a la Iglesia a la acción misionera.

  • En el nº 119 nos dice el papa: “En todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu, que impulsa a Evangelizar”.
  • En el nº 120 afirma: “En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo-misionero (Mat. 28,19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la iglesia y el grado de ilustración en la fe, es un agente evangelizador”.

 Y puesto que todos los cristianos somos discípulos-misioneros y tenemos la gravísima  obligación de evangelizar (¡“Ay de mí si no evangelizare “ ¡ – I Cor. 9,16 – decía San Pablo), creo que, desde lo más profundo de nuestro ser, brotan  unas interrogantes.

Por ejemplo, el primero:

a/ ¿Qué es Evangelizar?

A este interrogante  nos responde, de nuevo, la E. N: “Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva del Evangelio a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar, desde dentro, renovar a la misma humanidad.” He aquí que hago nuevas todas las cosas” (E.N. 18).

Si esto es así, tarea nos resta a los cristianos todavía, según el panorama que nos rodea ¿Verdad? 

Y de aquí brota una segunda pregunta:

 

 

b/ ¿ A quién evangelizar?

Jesucristo nos decía en el Evangelio de la festividad de San Marcos: “Id al mundo entero, a  predicar el Evangelio a toda criatura”. Entonces queda claro: todo el mundo, toda la humanidad es el campo a evangelizar:

  • Hemos de evangelizar a los de lejos, a los que nunca han oído hablar del Evangelio y no conoce a Jesús, el Salvador (Misión Ad Gentes).
  • Pero hemos de Evangelizar también a los de cerca, muchos de los cuales ya no han oído tampoco hablar del Evangelio y no conocen a Jesús o se han olvidado o alejado de Él (“Nueva Evangelización”).
  • Nuestra diócesis recoge todos estos retos evangelizadores en el nuevo Plan Pastoral diocesano.

Pero para ser evangelizadores no nos olvidemos que primero hemos de evangelizarnos a nosotros mismos, desprendiéndonos en nuestra vida de todas las adherencias de mundanidad, que no se corresponden con el evangelio.

Al elegir Jesús a sus primeros apóstoles y evangelizadores: “Estos, dejándolo todo lo siguieron” (Luc. 5, 11). Y no creamos que ese dejarlo todo se refiere sólo a las cosas materiales, la familia, etc.  También tuvieron que dejar sus criterios, su antigua forma de pensar y ver la vida, para adecuarla a al evangelio, y tuvieron que dejar también  sus costumbres, sus pecados, etc.

No pensemos nunca en  evangelizar a los demás, si antes nuestra vida no es un evangelio viviente, es decir, si antes no nos hemos convertido o evangelizado a nosotros mismos, hasta poder decir con Pablo:” Ya no soy yo el que vive es Cristo quien vive en mi” (Gal 2,20).

Y otro interrogante que nos llena de zozobra a los evangelizadores es el siguiente:

c/ ¿Cómo evangelizar?

Antes parece que todo era más fácil. Ahora hay veces que salen de nuestras bocas palabras como estas: ¡“No sabemos cómo llegar a la gente”!. ¿Cómo hemos de evangelizar en el momento actual a los niños a los jóvenes, a las familias…?

Yo creo que eso del “Nuevo ardor”, de los ”nuevos métodos” y de la “nuevas expresiones” para llevar adelante la Nueva Evangelización, tienen un referente ejemplar: ese referente

  • Es Jesucristo.
  • Y son los santos.

Sí,  hemos de  evangelizar imitando a Jesucristo y a los santos  y no nos preocupemos demasiado de todo lo demás.

En E. N. leemos: “Se ha de evangelizar, ante todo, dando testimonio de una manera sencilla y directa de Dios, revelado por Jesucristo, mediante el Espíritu Santo” (E.N. 26).

Aunque en ciertos momentos el ser evangelizadores puede exigirnos más que dar un testimonio de una manera sencilla. A veces la evangelización puede exigirnos incluso el dar la propia vida.

Y, por fin,  nos fijamos en un último interrogante:

d/ ¿Cuándo evangelizar?

Este interrogante se contesta con una sola palabra: SIEMPRE.

Así nos declara el gran apóstol y misionero, San Pablo, dirigiéndose a su discípulo Timoteo, diciéndole: “ Te conjuro en presencia de Dios vivo y de Cristo…proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta con toda paciencia y doctrina” ( II Timoteo. 4, 2).

Que la Virgen María, en la que tenemos puestos los ojos de manera especial en este mes de Mayo, ella que fue la Madre del primer evangelizador y es la Estrella de la Evangelización, nos guíe a todos los cristianos en la misión de predicar el Evangelio, que nos confió su Hijo.

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