Francisco Javier, el divino impaciente, el aventurero de Dios

Este viernes 3 de diciembre es san Francisco Javier, jesuita de primerísima hora, patrono universal de las misiones, otro santo que no pasa de moda

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

El 7 de abril de 1506, en el castillo de Javier (Navarra), entre Sangüesa y el monasterio de Leyre, en el seno de una familia noble nació uno de los personajes más universales de toda la historia y cultura de la humanidad. Su padre, Juan de Jasso, era presidente del Real Consejo del Rey de Navarra, Juan III de Albret. Su madre fue María de Azpilicueta, que pertenecía a una aristocrática familia de la que formó parte Martín de Azpilicueta y Jaureguízar, sacerdote, teólogo, filósofo y economista español, llamado doctor navarrus.

Era el benjamín de cinco hermanos: Magdalena, Ana, Miguel, Juan. Fue bautizado con el nombre de Francisco, pero ha pasado a los anales de la historia como Francisco Javier o Francisco o de Javier.

Su niñez estuvo marcada por la conquista del Reino de Navarra por parte del Reino de Castilla. Su familia estuvo muy involucrada en la defensa de la independencia de la primera.

¿En qué medida estas circunstancias marcaron la vocación de Francisco? Todavía le quedaba en el camino una ciudad, una persona y una misión que marcaron y cambiaron su vida e hicieron de él el apasionado por Jesucristo, el plusmarquista de Dios, el divino impaciente, el misionero encarnado desde el más acá en el más allá y más lejos, en el aventuro del Evangelio.

 

 

En la Sorbona de París

Tras estudiar en distintas ciudades navarras y debido a sus aptísimas cualidades intelectuales y también físicas, Francisco decide marchar a París para estudiar en la Universidad de la Sorbona.

En París, en 1528, se instaló a vivir en el barrio de Montmartre. Y en esta ciudad y en este barrio, en 1529, conoció a la persona clave para el cambio radical de su vida: Íñigo de Loyola (san Ignacio de Loyola). También comenzó su amistad con el saboyano Pedro Fabro.

En el proceso de conversión de Francisco Javier fue decisiva la continua apelación que Ignacio le dirigía, con estas palabras del evangelio: “¿De qué te sirve ganare el mundo, si pierdas tu alma?” (Mateo 16, 26).

Y fue allí, en París, donde, junto a Íñigo de Loyola y Pedro Fabro, y cuatro compañeros, más que llegaron a la capital gala, los españoles Diego Laínez, Alfonso Salmerón y Nicolás de Bobadilla y el portugués Simón Rodrigues, constituyeron, bajo el liderazgo de Ignacio, el embrión de la Compañía de Jesús.

 

Nace la Compañía de Jesús

 Fue el 15 de agosto de 1534, en la cripta de los Mártires de Montmartre  donde emitieron los tres votos tradicionales de la vida religiosa (pobreza, castidad y obediencia), a la vez que añadieron un cuarto voto: peregrinar a Tierra Santa, tal y como previamente, en 1523, había hecho san Ignacio, en peregrinación que resultó decisiva en su proceso definitivo de conversión, comenzado en la primavera de 1521 en Pamplona  y proseguido, durante más de un año, en Loyola, Montserrat, Manresa y Barcelona.

Con todo, decidieron esperar antes viajar al País de Jesús hasta que las condiciones políticas (Tierra Santa era territorio musulmán) lo permitieran.  Francisco permaneció en París.

En 1537, los siete compañeros, los siete primeros jesuitas, se reencontraron en París y viajaron a Italia, para ser ordenados sacerdotes y viajar desde Venecia a Tierra Santa. Llegaron primero a Roma, donde fueron recibidos por el Papa Paulo III. Marcharon a Venecia, donde fueron ordenados sacerdotes el 24 de junio de 1937. Pero la “nave peregrina” (la embarcación que les habría llevado a Tierra Santa) no pudo partir porque Venecia había entrado en guerra con Venecia.

 

Ante la tardanza e imposibilidad del viaje, vuelven a Roma y se ofrecen al Papa para ser enviados a cualquier otro lado. Reformularon el cuarto voto jesuítico, que pasa a ser un voto de obediencia especial al Papa; y aquellos primeros siete jesuitas decidieron, aunque en comunión y comunicación, partir cada uno de ellos a evangelizar a distintas partes del mundo. Ignacio se quedó en Roma e institucionalizó la fundación de la Compañía de Jesús, que fue aprobada por el Papa Paulo III el 27 de septiembre de 1540, mediante la bula “Regimini militantis ecclesiae” (“Por el gobierno de la iglesia militante”). ¿Y que fue entonces de Francisco Javier?

 

Destino previo: Portugal

De Roma, en 1540, Francisco Javier partió hacia Lisboa en 1540. El jesuita del alba, que quería ganar el mundo ya no para él, sino para Jesucristo y para la misión evangelizadora, comenzará a ser, de hecho y de derecho, contemplativo en la acción, una célebre máxima ignaciana que Francisco Javier encarnó de modo tan excelente.

El viaje a Portugal se debió a la solicitud del embajador portugués en Roma, Pedro de Mascarenhas, que pidió en nombre del Rey Juan III de Portugal a Ignacio de Loyola algunos hombres suyos para enviarlos a las Indias Orientales. Para ese viaje, Francisco Javier fue nombrado por el Papa legado Paulo III legado apostólico para las tierras del Mar Rojo, del Golfo Pérsico y de Oceanía, a uno y otro lado del Ganges.

El viaje a Lisboa fue por tierra y paró en Azpeitia (Guipúzcoa), para entregar cartas de Ignacio de Loyola a su familia. En Lisboa, permaneció un tiempo hasta que pudo embarcarse hacia las Indias orientales y mientras tanto no paró ya de predicar el Evangelio y servir a los pobres de la ciudad.

 

Primer destino: Mozambique e India

El 7 de abril de 1541, día en Francisco Javier que cumplía 35 años, salía la expedición, que le llevó, el 22 de septiembre, a Mozambique, y donde permaneció hasta febrero de 1542. En esa estancia en Mozambique, ayudó en el hospital y percibió la realidad del trato inhumano que recibían las personas de color negro, lo cual le lleva a tener los primeros enfrentamientos.

Después de efectuar escalas en Melinde y Socotora, llegó a Goa (ciudad que luego sería capital de la India Portuguesa) el 6 de mayo de 1542. Preparó un texto divulgativo basado en el catecismo de Juan Barros y comenzó a predicar el Evangelio, a la vez que asistía a moribundos, visitaba a presos y socorría a pobres. Asimismo, aprendió la lengua nativa del país.

Tras rechazar el puesto de director del seminario de San Pablo, se embarcó, en octubre de 1542, para las islas de la Pesquería, en la costa de Goa, donde permaneció más de un año. Evangelizó a los indios Paravas y recorrió las ciudades de Tuticorrín, Trichendur, Manapar y Combuture. Además, aprendió tamil y tradujo a esa lengua parte de los textos cristianos y una plática sobre el cielo y el infierno.

En noviembre de 1543, se encontró con sus compañeros Micer Paulo y Mansilla en Goa y se entrevistó con el obispo de la ciudad, Juan de Alburquerque, para pedirle misioneros. El obispo destinó a 6 sacerdotes para esa labor, y con todos ellos, regresó las islas de Pesquería.

En la costa de Pesquería de Perlas, estableció un sistema de asignación de territorios a un responsable, quien debía mantenerle informado del devenir de la misión. Una vez organizado ese territorio, partió hacia Manapar y el distrito sur, donde permaneció un mes con los makuas, bautizando a más de 10.000 personas. Durante 1544, realizó más de veinte viajes de evangelización.

 

Segundo destino: Islas Molucas (Indonesia)

En 1545, partió a las Islas Molucas en compañía de Juan Eiro. Tras aprender lo más básico del idioma y de la cultura locales, tradujo, ayudado por nativos, los principales textos del cristianismo.

En enero de 1546, viajó las Islas de Amborio y Ternate. Recorrió diferentes islas de la región y en Baranula (Ceran), según cuenta la tradición, un cangrejo le devolvió el crucifijo que había perdido durante una tempestad.    

En junio del mismo año, arribó a Ternate, permaneciendo en ella tres meses. De allí partió a las Islas del Moro, donde pasa otros tres meses. De las Islas del Moro regresó a Goa en 1548.

 

Tercer destino: Japón

El Domingo de Ramos de 1549 puso rumbo hacia Japón, junto a sus compañeros Cosme de Torres y Juan Fernández y el traductor Anjirō. Llegó a tierras niponas el 15 de agosto. Desembarcaron en Kagoshima, entonces capital del reino sur del Japón. Permaneció en esta ciudad durante un año y por tierras japonesas durante dos años y tres meses.

En colaboración de su compañero Pablo de Santa Fe, evangelizó por tierras niponas e hizo traducir los artículos de la fe, que se aprendió de memoria y solía recitar por doquier y en cualquier lugar y ante cualquier auditorio y, ante las preguntas de los interlocutores, se valía de un intérprete.

Fundó una pequeña comunidad cristiana en Hirado y evangelizó en Saka, Meaco y Yamaguchi, obteniendo del príncipe la garantía de respeto a los conversos al cristianismo. Muchos de los convertidos eran samuráis. La oposición del clero local, los bonzos, fue siempre fuerte.

En septiembre de 1551, predicó en Bungo, pero pronto hubo de regresar a India, territorio que ha sido erigido en provincia jesuítica independiente de Portugal con él como superior provincial. Pero, divino impaciente, siempre más lejos y más allá, quería seguir evangelizando el continente asiático y se fijó la meta de la llegar a China.

 

Cuarto destino: el sueño de China

El 14 de abril de 1552 se embarca hacia la soñada y hasta imposible misión en China. Le acompañaron en la aventura el sacerdote Gago, los hermanos Álvaro de Ferreira y Antonio de Santa Fe (que era de origen chino) y un servidor indio llamado Cristóbal.

A finales de agosto de 1552, llegó a la isla de Shangchuan (en castellano, Sanchón o Sancián, provincia de Cantón, en aguas del mar de la China Meridional, frente a la costa del sur de China).  Y mientras esperaba la llegada de un barco chino, que debería introducirles, clandestinamente, en el continente, le llegó la muerte.

 

Cinco y último viaje: la gloria de la eternidad

Fue, al alba, del sábado 3 de diciembre de 1552 cuando Francisco Javier fallecía, a los 46 años. "Madre de Dios, ten misericordia de mí... Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí" fueron sus últimas palabras. Concluía así la vida de quien había recorrido 120.000 kilómetros, como tres veces la tierra entera, para predicar y servir el Evangelio.

Su cuerpo fue trasladado a Goa (India), donde llegó en la primavera de 1554, siendo enterrado, en olor de multitudes y de santidad, en esa ciudad. Posteriormente, un brazo con la mano incorruptos del santo fue trasladado a Roma, a la iglesia jesuítica del “Gesu” y desde donde, periódicamente, peregrina por todo el mundo.

El 25 de octubre de 1619 fue beatificado por el Papa Paulo V y dos años y medio después, el 12 de marzo de 1622, fue canonizado por el papa Gregorio XVI, junto a san Ignacio de Loyola, santa Teresa de Jesús, san Isidro Labrador y san Felipe Neri.

En 1748 fue declarado patrono de todas las tierras al este del cabo de Buena Esperanza. En 1904, el Papa san Pío X lo nombró patrono de la Obra de la Propagación de la Fe (el DOMUND). En 1927, el Papa Pío XI le designó patrono de las Misiones, junto a santa Teresita del Niño Jesús. En 1952, el Papa Pío XII lo proclamó patrono del turismo. Es también patrono de la Rama Caminantes dentro del Movimiento Scout católico y patrono de Navarra. Su festividad litúrgica se celebra el 3 de diciembre, en coincidencia con el día de su muerte.

 

 

 

 

PUBLICADO EN NUEVA ALCARRIA 3 DICIEMBRE 2021

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