El claustro y el greco de la catedral de Sigüenza

Cuarto y último recorrido detallado sobre la catedral de Sigüenza, abierta las visitas culturales todos los días de 11 a 14 horas y de 17 a 20 horas, excepto el descanso del personal laboral del lunes completo y del martes por la mañana

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Hace tres semanas, al hilo del 852 aniversario de la consagración de la catedral de Sigüenza, ofrecí una visita general, un recorrido panorámico sobre ella. Hace dos viernes nos adentramos en el templo para recorrer sus quizás siete principales lugares: el crismón de consagración de 1169, el Doncel y capilla, la Sacristía de las Cabezas, el sepulcro del obispo Bernardo de Agén, santa Librada y la Virgen de la Mayor

Y el viernes pasado, esta página de NUEVA ALCARRIA recorrió el coro y los órganos de tubos, en el corazón de la catedral, la girola, las dos espléndidas capillas de la nave del Evangelio e hizo un ya más somero recorrido de las capillas de la nave de la Epístola. Hoy toca el claustro, donde se halla un espléndido cuadro de El Greco.

 

Bóvedas, estructura arquitectónica y jardín

 

El claustro de la catedral de Sigüenza es una magnífica obra gótica, de principios del XVI. De planta cuadrada, se adosa al costado norte de la catedral. En cada una de sus cuatro alas o pandas (se las conoce por su orientación según los cuatro puntos cardinales), se abren siete altos ventanales ojivales, cerrados por altas columnillas y calados con celosías de trazo gótico. Estos siete ventanales aluden a la presencia de Dios: a las siete lámparas del Apocalipsis que arden en la presencia divina.

La obra, concebida con un renovado sentido de espacialidad y monumentalismo, de acuerdo con la nueva estética del momento, fue realizada bajo la dirección de Alonso Vozmediano por cuadrillas de canteros encabezadas por Fernando y Pedro de las Quejigas, Juan de Gureña y Juan de las Pozas. Posteriormente, entre 1515 y 1537, para reforzar los grandes arcos ojivales, situaron contrafuertes entre los ventanales, unidos por arcos escarzanos que sostienen la cornisa del tejado.

El claustro presenta bóveda de crucería. En las repisas de las nervaduras y en las claves de las bóvedas alternan el escudo del cardenal don Bernardino López de Carvajal y el emblema del Cabildo, promotores de la obra. En el centro de los muros interiores se disponen las armas heráldicas del obispo don Francisco Santos Bullón (del siglo XVIII), como obsequio de la corporación capitular por haber sufragado el enlosado del pavimento.

En el centro del jardín, un elegante y bellísimo brocal renacentista de un aljibe de piedra y sillería sirvió antiguamente para surtir de agua potable a los capitulares, beneficiados y vecinos de la ciudad. En los lados este y oeste encontramos dos puertas hechas con arcos semicirculares y decoración plateresca, cerradas por rejas del maestro Usón, que dan acceso al jardín o vergel central.

Cada panda o lado del claustro mide casi cuarenta metros de longitud, que se relacionan con los cuarenta años que necesitó el pueblo de Israel para pasar de la esclavitud a la libertad o los cuarenta días y cuarenta noches que pasó Jesús en el desierto siendo tentado por el diablo. De esta manera, el claustro simboliza un espacio de libertad, abierto a la presencia divina, apropiado para el encuentro con Dios, donde es posible el triunfo del bien.

 

Capilla de la Concepción y El Greco

 

Al este de la panda norte del claustro, se encuentra en la capilla de la Concepción. Es la más interesante de cuantas contiene el claustro. Fue fundada por don Diego Serrano, abad de Santa Coloma, en 1509. Es de estilo de transición del gótico al plateresco. La portada muestra un amplio arco escarzano decorado delicadamente con elementos vegetales. Flanquean la puerta dos pilastras con los entrepaños cubiertos de grutescos, y se corona por un friso decorado con una escultura de la Virgen. El vano está cerrado por una reja forjada por el maestro Usón, que pone en el remate unas Sirenas.

En su interior, destaca la bóveda estrellada, con nervaduras múltiples policromadas, la más bella bóveda de nuestra catedral, remata en su clave o piedra angular por una preciosa escultura policromada con el escudo del cabildo seguntino, el jarrón de azucenas, símbolo mariano ya que la catedral seguntina está dedicada a la Virgen María en su misterio de la Asunción.

Podrá apreciar una hermosa decoración de dragones sobre sus nervios. El dragón o la serpiente, asociada al demonio, eran la representaban del Mal en la iconografía cristiana. En el renacimiento ese aspecto negativo empieza a desaparecer y se retoma la concepción clásica del dragón como símbolo protector. Estaríamos bajo una representación del triunfo del Bien sobre el Mal.

Destaca además el frontal plateresco y las pinturas ejecutadas sobre los muros, que recrean un mundo repleto de símbolos y alegorías, como la ciudad simbólica de la Jerusalén Celeste. Su autor fue Francisco de Pelegrina (entre 1531 y 1532).

Como culmen para esta excepcional capilla, cierra, desde 2014 (Año Greco), el espacio el cuadro de “La Anunciación” (es propiamente una Encarnación) de Doménicos Theotocópoulos, conocido mundialmente como El Greco. Este lienzo supone una de las últimas obras realizadas por el artista, posiblemente ayudado por su hijo Jorge Manuel. Aunque se ha considerado una “obra de taller”, como muchos de los grandes cuadros de El Greco, su firma se descubrió bajo el jarrón de azucenas, en su última restauración en el IPCE (Instituto del Patrimonio cultural de España).

 

        

Ocho tapices flamencos en el refectorio del claustro

 

La catedral de Sigüenza posee dos series de tapices sobre temas clásicos, realizados en Bélgica durante el siglo XVII. De ahí que se aprecie la marca B-B (Bruselas-Brabante) en cada uno de ellos. Para la creación de un tapiz, se elabora en primer lugar un pequeño patrón.

Fueron diseñados por un pintor flamenco al estilo del francés, Charles Poerson, y realizados en los talleres de Jean Le Clerc y Daniel II Eggermans. Se colgaron por primera vez en la capilla mayor de la catedral en el año 1664, como regalo a su obispo don Andrés Bravo de Salamanca. Son un total de 16 tapices, ocho dedicados a las Alegorías de Palas Atenea y ocho a la Fundación de Roma.

Los paños, el mayor de cuatro metros de altura por seis de anchura, están tejidos con hilos de seda y lana teñidos pigmentos naturales. Han sido restaurados de forma excepcional por la Real Fábrica de Tapices de Madrid.

En la gran sala central de la panda norte del claustro, de estilo cisterciense, y con total seguridad, el refectorio de los monjes canónigos regulares de San Agustín que sirvieron la catedral durante los siglos XII al XIV, se encuentran los tapices pertenecientes a la serie de las Alegorías de Palas Atenea, diosa civilizadora según la mitología griega. El hilo argumental de esta serie corresponde a las virtudes del buen gobernante, que debe buscar la paz, premiar a los que colaboran para conseguirla y mantenerla, porque trae bienestar y progreso, no tolerar a quienes no colaboran al bien común, proteger a quienes trabajan, fomentar las ciencias y las artes y favorecer la religión, la concordia y el comercio.

Desde julio de 2014, estos ocho tapices se hallan en la gran sala de la panda norte del claustro de la catedral, la sala del antiguo refectorio, que evoca el refectorio de la Abadía de Santa María de Muerta.

 

La historia de Rómulo y Remo en otros ocho tapices

 

La segunda colección de tapices de la catedral es de también ocho tapices, de las mismas dimensiones, características, autoría, datación y donación. En esta segunda sala de tapices el tema principal gira en torno a la fundación de Roma y la historia de Rómulo y Remo. El pastor Faústulo recoge y lleva a casa a los niños, donde su esposa los cuida como hijos propios. Pasado el tiempo crecen y los lleva ante el rey Munitor que los reconoce como nietos por la canastilla en la que habían sido arrojados al río Tíber.

Posteriormente, Rómulo construirá la ciudad de Roma, que gobierna como rey. Para asegurar el futuro de la ciudad. los soldados romanos raptan a las mujeres sabinas, con las que se casan. Después de derrotar al rey sabino Acrón y a su ejército, las mujeres sabinas raptadas lograrán la paz impidiendo la guerra entre los romanos y los sabinos. Esta última escena la puede contemplar en el tapiz que ocupa el fondo de la sala.

Estos ocho tapices se hallan en la sala llamada de la Fragua, en el este-norte del claustro. A ella, se accede por la sala que a continuación describimos.

 

Pintura, escultura y ropa litúrgica

 

La Sala Capitular de Verano, también conocida como capilla de la Virgen de la Paz por la imagen sedente de la Virgen con el Niño que la preside, sirvió como sala de grados de la histórica universidad de Sigüenza Al comienzo el siglo XVII, el maestro Juan de Orihuela realizó la cancela y una sencilla sillería de nogal de banco corrido, el techo nos muestra un artesonado plano con decoración mudéjar.

Sobre la sillería de nogal están situados unos retratos femeninos, de medio cuerpo, que corresponden a nueve sibilas. Las sibilas son personajes de la mitología grecorromana a los que se adjudicaban poderes adivinatorios y que fueron adoptados por el pensamiento cristiano al considerar que habían anticipado la llegada de Cristo. En 1795, el canónigo de la catedral seguntina Antonio de la Peña regaló al cabildo doce cuadros (tres de ellos, se perdieron) representando a las sibilas, lienzos que pueden datarse en la primera mitad del siglo XVII como obra de un pintor de la escuela madrileña y de estilo clásico. Sostienen una pintura o imagen de misterios centrales de la vida de Cristo y podemos leer sus nombres en la cartela situada a sus pies.

Centran esta misma sala varios textiles (una docena), ornamentos litúrgicos de los siglos XVIII y XIX, de los que destacan dos: casulla real: en terciopelo rojo y bordados en oro, con el escudo del rey Alfonso XII, en la espalda (y la fecha de su boda con María Cristina de Austria, 19 de noviembre de 1889), donación de quien fuera obispo de Sigüenza, el cardenal Francisco de Paula Benavides y Navarrete; y la casulla de los pajaritos: es el ornamento más hermoso y valioso. Está tejido en raso de seda y bordados en seda, oro y plata, con flores, pájaros y en la espalda el Pelícano (signo eucarístico) y el Cordero del Apocalipsis, todo ello con vivos y variados colores. Es una casulla de origen filipino, donada a la catedral por el obispo de Sigüenza a comienzos del siglo XX e historiador de la diócesis, fray Toribio de Minguella y Arnedo, quien, como agustino recoleto, fue misionero en Filipinas.

En el centro del comienzo esta misma sala, una vitrina contiene una escultura policromada, san Mateo, magnífica obra barroca (siglo XVII), que procede del hospital seguntino del siglo XV, puesto bajo el patrocinio de este apóstol.

Finalmente, en la hornacina que hay sobre la sede episcopal de la sillería, podemos admirar la escultura sedente de la Virgen María que sostiene a su Hijo sobre las rodillas, conocida con el título de Nuestra Señora de la Paz, talla gótica del siglo XIV, que está punto de ser restaurada.

Tanto la Fragua como esta capilla y sus elementos ornamentales fueron restaurados recientemente y se muestran, como se ha contado, desde hace tres años, en el alba del Año Jubilar de la Catedral.

 

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 9 de julio de 2021

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