Todos los días han de ser días de la Palabra de Dios

Nuevas reflexiones y aportaciones, tras el Domingo de la Palabra de Dios, para que, como María, escuchemos la Palabra de Dios y la vivamos y cumplamos

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

El pasado viernes esta página de NUEVA ALCARRIA estuvo dedicada a la Palabra de Dios ante la jornada instituida por el Papa Francisco del Domingo de la Palabra de Dios, que fue el 24 de enero. La riqueza de la Palabra de Dios no se agota nunca y los cristianos y la Iglesia hemos de ser cristianos e Iglesia de la Palabra Dios, como María, bienaventurada Ella porque escuchó y vivió la Palabra de Dios.  Por ello, hoy ofrezco nuevas consideraciones sobre la Biblia.

 

Quince rasgos esenciales de la Palabra de Dios

 

Y, en primer lugar, a la luz del Sínodo de los Obispos de 2008 dedicado a la Palabra de Dios, he aquí  quince claves, quince rasgos esenciales de la Palabra de Dios.

(1) Redescubrir la Palabra de Dios en su totalidad, en su grandeza y en su riqueza inagotables.

(2) Buscar la Palabra de Dios –como al cierva que busca las corrientes del agua pura- como alimento primero y  manantial de la vida cristiana.

(3) Promover una pastoral bíblica integral, transversal, robusta y creíble, aunar en la exégesis la realidad histórica y filológica de los textos sagrados con su verdad teológica, espiritual y existencial desde la analogía de la fe y desde la Tradición de la Iglesia, superando posibles dualismo entre exégesis y teología y superando actitudes extremas como las interpretaciones fundamentalistas o historicistas desmitologizadoras.

(4) Acercar la Escritura a todo el Pueblo Santo de Dios: la Biblia es un libro de un pueblo y para un pueblo.

(5) Promover en todos los miembros de la Iglesia una correcta, constante y permanente formación bíblica.

(6) Divulgar las Escrituras a través de los modernos medios de comunicación, asumiendo su lenguaje y sus técnicas.

(7) Integrar adecuadamente la Palabra de Dios en la liturgia y en la oración pública y privada. Es el reto de la potenciación de la liturgia de las horas y de hacer de la Palabra de Dios oración.

(8) Cuidar y potenciar la homilía como eco de la predicación de Jesús, sensible a los signos de los tiempos y a las necesidades de la comunidad y pensando para remover los corazones y actuar la conversión. Cuando la Palabra de Dios es proclamada debo preguntar lo qué me dice, que le dice a la comunidad y lo qué interpela para hacer más cristiana nuestra vida.

(9) Centrar la catequesis en las raíces de la revelación cristiana, tomando como modelo la pedagogía de Jesús en el camino de Emaús.

(10) Llevar la Palabra de Dios a las escuelas, colegios y centros educativos, enseñando ya desde ellos la Historia Sagrada y nutriendo de ella los contenidos y las programaciones de las clases de Religión.

(11) Leer, rezar, custodiar y amar la Palabra de Dios en y desde la familia, que ha de ser uno de sus ámbitos y espacios fundamentales.

(12) Aprovechar sus potencialidades ecuménicas y de diálogo interreligioso,

(13) Recordar y reactualizar  la capacidad de la Palabra de Dios como savia impregnadora y sazonadora de la cultura y para un cultura –como la actual- necesitada de fermento verdadero.

(14) Servir la misión “ad gentes” desde ella. La Palabra de Dios es un bien para todos los hombres, que todos los hombres deben conocer porque es la Palabra de la salvación. El “oro” y la “plata” del misionero es la Palabra de Dios, avalada y aquilatada por su vida coherente, entregada y fiel.

(15) Traducir a gestos y actitudes de amor la Palabra escuchada, contemplada, rezada, celebrada porque solo así se hace creíble el anuncio del Evangelio, compartiéndola con los pobres, los enfermos, los sufrientes y los oprimidos por cualquier causa. Es Palabra de Amor. Es Palabra de Salud. Es Palabra de Libertad. Es Palabra de Vida.

 

Entronización de la Palabra de Dios en San Pedro de Sigüenza

 

Así habla Dios en la Biblia, según Benedicto XVI

           

Un seminarista de la diócesis italiana de Oria preguntaba al Papa sobre cómo discernir la voz de Dios de entre las mil de voces que oímos cada día en nuestro mundo de sonidos, palabras y ruidos. "Dios habla con nosotros -comenzó afirmando el Santo Padre- de muy diferentes maneras. Habla por medio de otras personas, a través de amigos, de loa familia, de los sacerdotes... Habla a través de los acontecimientos de nuestra vida en los que podemos discernir un gesto de Dios; habla también a través de la naturaleza, de la creación, y habla, naturalmente y por encima de todo, en su Palabra, en la Sagrada Escritura, leída en la comunión de la Iglesia y leída personalmente en diálogo con El, con Dios, en la oración".

Para escuchar la Palabra de Dios, en su fuerza, en su gracia, en su don, es preciso, en primer lugar, ser asiduos a la lectura de la Sagrada Escritura. La Biblia no puede el gran desconocido de los cristianos, en particular, de los católicos.

En segundo lugar, debemos leer y contemplar la Sagrada Escritura no como la palabra de un hombre o como un documento del pasado, sino como Palabra de Dios que es siempre actual y que me habla a mí

Decía San Agustín: "He llamado varias veces a la puerta de esta Palabra hasta que he podido percibir lo que el propio Dios me decía". Necesitamos, pues, estar en contacto permanente con la Palabra de Dios mediante su lectura y oración personal y comunitaria en y desde la comunión la comunión de la Iglesia, es decir, junto a todos los grandes testigos de la Palabra, empezando por los primeros Padres y hasta los santos de hoy, hasta el Magisterio de Dios".

Dios nos abre la puerta del hontanar de vida y de su Palabra gradualmente y lo hace en el "nosotros" de la Iglesia, en el "nosotros" vivido y celebrado en la liturgia. Así crece el discernimiento y crece la amistad personal con Dios, la capacidad de percibir, en las mil voces de hoy, la voz de Dios, que está siempre presente y que habla siempre con nosotros. Se trata de sintonizarla bien, escucharla y seguirla, como María.

 

Mensajes de Twitter de Francisco este año sobre la Palabra

 

Para celebrar el Domingo de la Palabra de Dios, el Papa Francisco dejó escritas en su cuenta en Twitter seis mensajes, los días 23 y 24 de enero. Son estos:

1.-La #PalabradeDios se hizo Rostro, el Dios invisible se dejó ver, oír y tocar (Jn 1, 1-3). La palabra es eficaz solamente si se “ve”, si te involucra en una experiencia, en un diálogo. Por este motivo el “ven y lo verás” era y es esencial. #JMCS (23-1-2021)

2.-La #PalabradeDios nos consuela y nos anima. Al mismo tiempo, provoca la conversión, nos sacude, nos libera de la parálisis del egoísmo. Porque tiene el poder de cambiar la vida, hace pasar de la oscuridad a la luz. (23-1-2021)

3.-Jesús hablaba de Dios a todos, allí donde estuvieran: hablaba «mientras caminaba por la orilla del lago» a los pescadores que «echaban las redes» (Mc 1,16). Se dirigía a las personas en los lugares y tiempos más ordinarios. Esta es la fuerza universal de la Palabra de Dios. (24-1-2021)

4-Antes de cualquier palabra nuestra sobre Dios, está su Palabra para nosotros, que continúa diciéndonos: “No temas, estoy contigo. Estoy y estaré cerca de ti”. #DomingodelaPalabra (24-1-2021)

5-La Palabra de Dios, sembrada en el terreno de nuestro corazón, nos lleva a sembrar esperanza a través de la cercanía a los demás. Precisamente como hace Dios con nosotros. #DomingodelaPalabra (24-1-2021)

6.-¡No renunciemos a la Palabra de Dios! Es la carta de amor escrita para nosotros por Aquel que nos conoce como nadie más. Leyéndola, sentimos nuevamente su voz, vislumbramos su rostro, recibimos su Espíritu. #DomingodelaPalabra (24-1-2021)

 

Santa María de la Palabra de Dios

 

Si a lo largo de la historia, tantos y tantos cristianos han sobresalido en su vivencia de la Palabra de Dios, sin duda alguna, que entre todos ellos sobresale María de Nazaret, la Santísima Virgen María, la Madre de la Palabra hecha carne.

Parafraseando a su Hijo Jesús, bien podemos decir "dichosos quienes, como María, escuchan la Palabra de Dios y la cumple". Ella es la Madre de la Palabra, la Virgen de la escucha, el Modelo de la fidelidad a las Sagradas Escrituras. En ellas todas las palabras y profecías de Dios se cumplieron en plenitud y fueron reasumidas y vividas por Ella desde y para el amor.

Inmaculada desde su concepción, María vivió completamente absorta e inserta en la Palabra Dios, en su escucha y en su acogida. Conversaba y meditaba en su corazón todo lo que había visto y oído. Y María permaneció siempre fiel porque creyó en la Palabra: "Dichosa, tú, María, que has creído porque lo que se te ha dicho se cumplirá".

Desde la escucha orante y atenta de la Palabra de Dios fue posible su "sí" en la Encarnación y posterior visita de caridad a su prima Santa Isabel. Solo porque se fio de esta Palabra, la misma Palabra floreció en sus entrañas y germinó en el Hijo de Dios e Hijo suyo, Jesucristo nuestro Señor. Solo desde la confianza y la espera en el Dios de la Palabra, María recorrió los valles oscuros de su vida como la huida a Egipto, las palabras del anciano Simeón, que le anunciaba que un espada de dolor atravesaría su alma, y la escena de la perdida y hallazgo de su Hijo, todavía Niño, en el templo.

Y María siguió en la escuela de la Palabra durante los largos, cotidianos y anodinos años de la vida oculta de Jesús, recreando en su corazón aquellas palabras de la Anunciación, de la Visitación, de la Natividad y de la Presentación. En el silencio de aquellos interminables años, María siguió sintiendo y experimentado que Dios habla en soledad sonora y fecunda en el silencio, en la cotidianeidad y en la prueba.

María se convirtió, desde el tamiz de la Palabra, en la primera anunciadora e intercesora de su Hijo en las bodas de Caná cuando, por su mediación, se obró el milagro de la transformación del agua vino mediante aquel su "Haced lo que Él diga".

María fue presentada por Jesús como modelo de aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen y que, por ello, se convierten también en su nueva y definitiva familia.

Fiel a la Palabra, María acompañó a su Hijo en las horas más amargas del Vía Crucis y del Calvario, donde fue entregada al apóstol san Juan como Madre de la Iglesia, la nueva humanidad. Y a pie de la cruz y del descendimiento más doloroso permaneció María con el cuerpo muerto de su Hijo entre sus manos en plegaria viva y lacerada de esperanza. Y en una nueva escucha de la Palabra, tras la Resurrección de Cristo, María guio y acompañó a los apóstoles en Pentecostés. Y sin duda, antes, cuando todo comenzó, meditando todas estas cosas en su corazón, María fue hallada en el crespúsculo por el arcángel Gabriel que, en aquella hora de la tarde y de fin de labores, reclamaba, de nuevo, el "sí" ya definitivo para su Asunción.

Por ello, por todo ello, Santa María de la Palabra, Virgen de la Escucha y de la Plegaria, ruega por nosotros.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 29 de enero de 2021

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