Nota del Departamento de Pastoral Obrera sobre la IX Jornada de Pastoral Obrera

A finales de febrero, concretamente el sábado 28, la Pastoral Obrera diocesana tuvo la jornada anual, que en este caso llegaba al décimo año de funcionamiento de este departamento dentro de la Delegación de Apostolado Seglar. Por ello, el encuentro discurrió según un clima excepcional. Y como consecuencia de ello, el equipo responsable ha sacado una nota en que resume la jornada y los principales puntos y llamadas de atención que se trataron en la ponencia, en los grupos de trabajo y en las propuestas que en la clausura ofreció el obispo, mons. Atilano Rodríguez

 

 

 RESUMEN DE LA IX JORNADA DE PASTORAL OBRERA

El pasado 28 de Febrero celebramos en la parroquia de San Antonio de Padua la IX Jornada diocesana de Pastoral Obrera, bajo el título: “Dignidad y esperanza en el mundo del trabajo”.

Comenzamos la jornada con una oración y luego tuvimos dos comunicaciones: una sobre la Pastoral Obrera en la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara hablando sobre los 10 años que llevamos recorridos y otra de la Delegación de Pastoral Obrera de la Diócesis de Burgos donde mediante un vídeo nos mostraban el trabajo que vienen realizando y sus diversas actividades.

Tras un breve descanso escuchamos la ponencia: “La Pastoral Obrera de toda la Iglesia. A los 20 años: Balance y perspectivas” a cargo de Fernando-Carlos Díaz Abajo, director del Departamento de Pastoral Obrera de la CEE). Nos habló de la nueva situación que estamos viviendo, del cambio del modelo social y la nueva situación del trabajo humano. Vivimos todo desde la clave individualista, de competición, donde todo es elegible, prescindible…pero como estamos creados por Dios que es comunión estamos llamados a la comunión. Nos expuso como la economía actual no responde a las necesidades humanas y en la sociedad actual el consumismo nos hace sentirnos integrados, esta función integradora antes la realizaba el trabajo. Como vivimos como normales situaciones que en ningún caso se podrían aceptar como normales, vivimos la “globalización de la indiferencia”. Nos transmitió la necesidad de una nueva comprensión de la evangelización y una nueva comprensión de nuestro ser Iglesia, de una Pastoral Obrera encarnada, de escucha, compasiva, portadora de misericordia, transformadora y profética. Y nos animó a ser suscitadores de esperanza, en medio de esta nueva situación.

Por la tarde, tuvimos un diálogo abierto contestando a las preguntas que nos había planteado el ponente:

1ª - ¿Cómo afecta toda esta nueva configuración del trabajo humano a las personas? ¿Qué consecuencias tiene para las familias? Miremos la vida de los parados, de los trabajadores precarios, de los empobrecidos.

- La persona no llega a realizarse en su trabajo como hijo de Dios por: rotación de compañeros en la misma empresa, rotación del trabajador por varias empresas y  actividades diferentes. Se ha pasado del trabajo vocacional que duraba una vida laboral al trabajo mercenario para sobrevivir (contando que se tenga, claro).

- En aquellas personas, y por tanto en aquellas familias, que su identidad social está basada en el consumo (gastar y comprar) se quiebran al no poder mantener el tren de vida ante el desempleo y la precariedad laboral. Otras, donde el ejemplo generacional de la solidaridad transmitido por los abuelos ha corregido errores en los hábitos de consumo de sus miembros, no sólo ha conexionado física (viven todos juntos en casa del abuelo) sino espiritualmente, incrementándose su solidaridad con personas ajenas a su círculo.

- En demasiadas ocasiones se mira al parado, al que duerme en la calle como responsable de su situación y no como víctima de una economía que fomenta la competencia de exclusión, el individualismo y la ceguera social (las víctimas, vecinos y familiares muchas veces, son invisibles para la mayoría de nosotros).

2ª – Si nos acercamos a las víctimas y escuchamos, ¿qué piden y necesitan hoy de nuestra Iglesia, de nosotros, como Iglesia? ¿Cómo tendríamos que estar presentes hoy junto a ellos?

3ª - ¿Qué tenemos que hacer? ¿Qué podemos hacer? En concreto, en nuestra comunidades, en nuestra diócesis, ¿Qué pasos podemos ir dando?

- Promover en las parroquias espacios abiertos donde se puedan reunir para: desahogarse, reflexionar, elaborar alternativas laborales y actuar.

- Concienciar al clero, seminaristas, religiosos y laicos que el conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia y más concretamente la Pastoral Obrera de Toda la Iglesia es indispensable para la creación de estructuras económicas y laborales afines a Dios.

- Plasmar con gestos públicos y proféticos las injusticias (círculo del Silencio, desahucios, regulaciones laborales, deslocalizaciones de empresas,…)

- Seguir invitando a que los diferentes movimientos integrados en Apostolado Seglar se impliquen en una Pastoral que afecta a todos (todos somos obreros) dejando de lado prejuicios religiosos, políticos y sociales.

Tras esta puesta en común, Don Atilano señaló unas orientaciones:

Nos invitaba a mantener lo que tenemos, a continuar y a revisar, para ver si responde a lo que queremos. Nos decía que en Evangelii Gaudium: el tema social está muy marcado, pero también el de la alegría del Evangelio. Nos invitaba a cuidar la oración, para no perder la perspectiva, cuidar la espiritualidad y darnos cuenta del momento que vivimos: hemos pasado de una Iglesia de cristiandad a una Iglesia misionera.

También nos expuso que en Evangelii Gaudium dice que a los pobres y excluidos, lo primero es darles de comer y lo segundo, buscar nuevas estructuras de tipo económico-social, para que vuelvan a ser incluidos en la sociedad y que otros no caigan en esta exclusión (desde el compartir con el que tiene menos, planteamiento cooperativo, precio justo de las cosas).

Don Atilano nos recordó la pérdida del sentido de Dios y la pérdida de planteamientos éticos: la persona no cuenta, y cuenta solo para utilizarla en una determinada actividad. Nos decía que estos criterios éticos han de marcarse desde el respeto a los Derechos Humanos, desde el respeto a la persona y que si faltan esos valores donde tienen que estar sustentados los principios de la sociedad, podemos salir de la crisis pero volveremos a caer.

También nos indicó que hay que ir por pasos, llegar donde es posible, ir con paciencia, valorar lo que estamos haciendo, y que el estar coordinados es importante, porque nos ayuda a conocernos y dar apoyo en determinadas acciones, teniendo en cuenta la comunión.

Nos indicaba la necesidad de volver a ser pueblo, para llegar a ser Pueblo de Dios, según Evangelii Gaudium, “gusto espiritual de ser pueblo”. Nos invitaba a ser pueblo con el pueblo, acercarnos a nuestros vecinos, no quedarnos en ser “gueto”, no quedarnos en la especialización aislada y llegar a todos, sabiendo que la realidad ha cambiado, revisarnos y no anclarnos en el pasado. Y nos animaba a continuar con la invitación y a hacer alguna actividad unidos todos: Apostolado Seglar, Vicaría social, etc.

Para finalizar la Jornada tuvimos una oración donde le pedíamos al Padre valentía, humildad e imaginación para continuar la tarea de llevar la alegría del Evangelio al mundo del trabajo.

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