Cántico espiritual al modo de San Juan de la Cruz

Juan Pablo Mañueco

(Escritor y periodista)

 

 

 

I.

CÁNTICO ESPIRITUAL AL MODO DE SAN JUAN DE LA CRUZ PERO COMPUESTO POR JUAN PABLO MAÑUECO en liras alcarreñas (búsquese por internet qué estrofa innovada es eso de las “liras alcarreñas”, estrofa métrica del llamado “realismo simbólico”).

 

 

¿Adónde te has ido, Cristo

que de vista de todos te marchaste,

sin ya habérsete visto,

después que te fugaste

de aquellos seres a quienes llamaste?

 

Dinos adónde entraste,

tras de tu éxodo súbito, imprevisto,

si en la Tierra dejaste

de amargura provisto

alma del rebaño que solo te ha entrevisto

 

¿Apenas fue tu luz

un raudo, alado, presto meteoro

que se clausuró en cruz,

nos privó del tesoro

que toda alma del rebaño y yo añoro?

 

Tu busca no demoro,

aun yendo en un oscuro contraluz,

con mi voz te rumoro

buscándote al trasluz

de quien tapado a ciegas busca en capuz.

 

Pregunto por los montes,

llanos, vegas, vergeles y riberas

ascendiendo horizontes,

ruego a ríos y fieras,

caminantes que cruzan las fronteras

 

con sus voces ligeras

pongan fin a mi subir los desmontes,

den fin a mis carreras,

me digan si somontes

o llanuras Le vieron en trasmontes.

 

¡Oh, arboleda y florestas

que Él mismo con certeza ha examinado

tan de belleza prestas     

luego las ha dejado

que aquí su paso noto enamorado!

 

Su aliento delicado

subió por estos valles y estas cuestas,

y de amor les ha hablado,

pasión que invita a gestas

de inquirir a Quien sabe las respuestas.

 

¿Quién a mí responderme

podrá si no fuese Él en su figura,

y quién podrá valerme

en medio de noche oscura

sin reposo hallar ni estancia segura?

 

Así mi voz procura

despertar el alma y vida que duerme

y ansía la ventura

de hacia ti ya volverme,

¡y en Ti vivir vida que jamás merme!

 

No quiero ya encontrarme

vicario, nuncio, enviado, mensajero,

sólo en Ti refugiarme

en tu albergue primero,

donde por estar ya viviendo… muero.

 

De modo que prefiero

salir por  montes y valles y entrarme

al divino sendero

donde podré llevarme,

y en la senda ya gloriosa en ti estarme.

 

Con nosotras retorna

insatisfechas mundanas criaturas,

nuestras dudas entorna.

Apórtanos venturas

que solo con tu presencia procuras.

 

De las dichas futuras

danos ya muestrario que nos contorna

a etéreas aventuras,

con tu luz nos adorna

y de tu paz serena nuestra alma orna.

 

Después que amor llenaste

en los ojos de quien tu gozo ha visto,

abajo nos dejaste,

dejaste el mundo, Cristo,

no nos llevaste al cielo en ti entrevisto

 

Si solo en ti existo

y el corazón al alma le robaste,

a ti en todo ya avisto.

¿Por qué no te llevaste

entero el robo dulce que robaste?

 

Véante ya mis ojos

pues anhelan estar en tu presencia,

que cesen los cerrojos

que cierran tu conciencia

y tienen a nosotros en tu ausencia.

 

Ninguna resistencia

hago a morir entre los rayos rojos

de tu amor, que es la esencia

de vivir sin rastrojos

una vida real libre de enojos.

 

La soledad que suena

por bosques y por ríos sonorosos,

con un sonido llena

trayendo los hermosos

sones que siento yo más poderosos.

 

-Con la esperanza, briosos

sones de vida y dicha y suerte plena

escucha en los preciosos

acuerdos en que atruena

mi voz de Amado al Alma que aún pena

 

Reina con la esperanza

ya la Esposa en el goce del Amado

y en su sabor alcanza,

el cuello reclinado,

los dones que el Esposo había hablado.

 

-Gocémonos, Amado,

el Uno y la otra ya en plena confianza

pues al fin te he hallado

por la senda que avanza

en eterno camino a la ESPERANZA.

 

(NOTA: El poema titulado “Cántico espiritual de Juan Pablo Mañueco” se lo dedico a José Ramón Díaz Torremocha, como expresión de mi sumo afecto por él, tanto a lo galaico como a lo madrileño y castellano)

 

 

II.

 

DÉCIMAS SONRIENTES A UN DIAMANTINO DIAMANTE

 

 

De la Puente hasta la Iglesia

y de la Iglesia a la Puente,

no es sólo hontanar, que es fuente

de recuerdo y no de amnesia.

Con Dios tan a gusto siente

que es una más de su gente,

que pasa junto al sagrario

cual diligente rosario

con la señal en la frente

del Amparo, a ella afluente…

 

Conductora que al volante

es diamantino diamante.

Desde la Iglesia a la Puente,

reza y labora… sonriente.

Ore por mí, de la Puente,

cada vez que ante la Amparo,

Virgen que ampara clemente,

vea el su hábito tan claro;

como un relámpago albo,

que aspira a hallarnos a salvo.

 

 

 

Juan Pablo Mañueco.

Premio CERVANTES de Castilla-La Mancha, 2016

 

Ecos del Jubileo de los Jovenes de Roma. Álvaro Espejo

 

 

Testimonio de Álvaro Espejo

 

 

 

 

Si esto no es del Señor, no puede ser de nadie

  

Me llamo Álvaro Espejo Moya, tengo 22 años y soy de la parroquia de San Juan de Ávila, perteneciente a la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara.

He acudido al Jubileo de jóvenes en Roma, que se ha llevado a cabo del día 28 de julio al 3 de agosto. Hace ya 2 años que fui a la JMJ de Lisboa y fue una experiencia única. Es por ello por lo que, en parte, decidí participar de este gran acontecimiento que se vive cada 25 años. Además, después de un año en el que, a nivel personal, no ha sido de los mejores, quería volver a recuperar esa esperanza por las cosas, y creo que vengo renovado y con ganas de seguir luchando por todo lo que me proponga.

A lo largo del Jubileo he vivido muchas situaciones que me han sorprendido mucho y con las que me quedo para toda la vida: personas disfrutando por un mismo bien, gente ayudando a los pobres tanto a nivel físico como de espíritu, tantos jóvenes teniendo claro que el Señor nos quiere y que, si estamos cerca de Él, todo va a ir bien.

Pero, si tuviera que quedarme con un momento, sin duda sería el encuentro de españoles. Ver cómo tantos jóvenes compartimos juntos la Eucaristía, cómo tantos curas de las diversas parroquias de España podían vivir momentos únicos, que probablemente muchos de ellos no podrán volver a sentir, fue algo que me hizo pensar mucho y decir: “Si esto no es del Señor, no puede ser de nadie”. La plaza de San Pedro se abarrotó de gente con sed, sed de Dios.

Cuando vives este tipo de experiencias es muy fácil despistarte. Ir a un país nuevo, vivir diariamente rodeado de personas ajenas a ti y que conoces simplemente por tener en común a Dios te hace replantearte muchas cosas y, a la vez, ver lo agradecido que eres por ser cristiano. Si alguien me preguntara qué es lo que el Señor me ha regalado en este Jubileo, diría eso, además de dejármelo vivir en un momento en el que soy joven, pero tengo la madurez suficiente para no “despistarme”, permitirme conocer gente que profesa mi fe, que sepa que el Señor nos quiere siempre y que siempre va a estar a nuestro lado.

El Papa León XIV, el día de la vigilia, decía:

“Amaros los unos a los otros. Amaros en Cristo. Sabed ver a Jesús en los demás”

Y es que el Papa tiene tanta razón… Sobre todo a nosotros, los jóvenes, el Señor nos pide que salgamos a la calle, que enseñemos el amor de Cristo a tantas personas que no lo conocen y que sufren, que en ellas y en todas sepamos ver a Jesús.

Como he dicho antes, desde el principio del Jubileo fui con la intención de recuperar esa esperanza, esas ganas por las cosas en general, y lo he hecho. Aunque, estando aquí y recapacitando acerca de toda la semana, me quiero proponer un compromiso, y sería el de no dejar que la vida pasara a mi lado. En muchos momentos estamos en piloto automático y no nos damos cuenta de que la vida es muy corta para regalarla. Como decía Carlo Acutis:

“Podemos vivir como originales o morir como fotocopias”

Y yo de este Jubileo quiero sacar eso: vivir la vida, disfrutarla, no quedarse en los malos momentos, en el qué pasará, tratar de dejar todas esas cosas que nos hacen pensar demasiado, esos pensamientos que no nos dejan ver que la vida es mucho más que eso.

Para terminar, quería que este pequeño testimonio que he escrito les sirva a otros jóvenes para preguntarse qué es lo que quieren, jóvenes que estén con miles de preguntas que salgan a buscar respuestas, jóvenes que no estén del todo conformes con sus grupos de amigos, que no compartan su fe, que incluso se les juzgue… que vean que hay mucha gente fuera de esos círculos, que sí creen en Dios y que estarían encantados de hablar y de compartir aquello que viven.

El Jubileo ha sido un viaje único, y ojalá muchos jóvenes puedan llegar a vivir algo así. A los que lo hayan hecho, decirles que no se queden solo en esto, que salgan y proclamen al Señor; a los que no lo han podido hacer, explicarles que el Señor tiene un camino para cada uno, que abran su corazón y traten de escuchar al verdadero AMOR y que, como decía la Madre Teresa, tengan claro que:

“Donde hay amor, hay paz, alegría y unidad”.

 

Ecos del Jubileo de los Jovenes de Roma. Lucía Somolinos

 

 

Testimonio de Lucía Somolinos

 

 

 

 

“Nunca me había ocurrido esto, y es algo que repetiría mil veces.”

 

Mi nombre es Lucía Somolinos Cortés, tengo 20 años, soy universitaria y pertenezco a la Parroquia Santa Eulalia de Mérida de Chiloeches en Guadalajara.

Mi motivación para ir al Jubileo surgió cuando participaba en la Misa de clausura de la JMJ de Lisboa y al final, el Papa Francisco anunció el Jubileo de los Jóvenes en Roma en 2025. Tuve claro entonces que tenía que venir, que algo grande iba a pasar. Y así, ha sido. Con el apoyo de nuestro párroco y la Diócesis de Sigüenza - Guadalajara he podido llevarlo a cabo, encontrándome  con miles de jóvenes de muchos países, todos movidos por el Espíritu Santo.

Me esperaba un ambiente muy juvenil con muchas ganas de vivir la fe igual que yo, y con entusiasmo por poder vivir esta experiencia al máximo. Pero sinceramente, este Jubileo ha superado mis expectativas en todo. Iba pensando que iba a ser parecido a la Jornada Mundial de la Juventud pero esta vez ha sido algo diferente, porque me he sentido más unida a los que más quiero, he  compartido vivencias con gente que conocía anteriormente pero no de esta forma, he podido abrirme mucho más en la fe y sentirme libre, viviéndolo con todos los demás, porque al cielo se llega en equipo, y además, he podido encontrarme con el Señor a solas, estar en paz y no tener miedo de ello.

Este Jubileo ha tenido momentos inolvidables para mí, por todo lo que he podido llegar a sentir, pero me quedo con uno de ellos, cuando una mañana antes de ganar las indulgencias del Jubileo fuimos -los peregrinos de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara junto a la parroquia de San Juan de Ávila- a una parroquia de Roma, a adorar al Señor, a abrirnos por completo a Dios, y a estar simplemente con él. Permanecimos toda una mañana, y para mí se me pasó como un suspiro, no me di cuenta, cuando de repente una amiga me comentó la hora que era, y estaba tan a gusto cantándole y rezándole que no había pensado en otra cosa, nunca me había ocurrido esto, y es algo que repetiría mil veces.

Otro de los momentos que más me marcó fue en el Encuentro de Españoles, cuando en uno de los instantes en los que estábamos animando y bailando con todos, me paré a pensar que todos ellos estaban por el mismo motivo: Dios. Toda la Plaza de San Pedro en el Vaticano llena de españoles, de personas que van a lo mismo que yo -me decía- a entregar su vida y ponerla por completo en sus manos.

También ha sido un regalazo poder compartir todo esto con mi familia y amigos, porque cuanto menos tenemos, más felices somos, y eso puedo confirmarlo. A veces no valoramos en el día a día todo lo que recibimos, y aquí he podido admirar cada detalle y  cada situación, que aun con muy pocas cosas materiales, si la fe y el amor van por delante lo tenemos todo. Como una frase que dijo el Papa León XIV: “Nosotros hemos sido elegidos, somos fruto de un amor que nos ha querido”.

De esta experiencia me llevo el amor en cada momento: en cada acción, cada palabra y hacia cada persona viendo el rostro de Jesús y confiando en Él, luchando para ser mejor cada día. Aunque solos no podemos -y muchas veces creamos que si- debemos tener más presente que los planes de Dios son perfectos y que tiene un plan para cada uno.

Espero que el Jubileo de la Esperanza tenga grandes frutos, estoy segura de que sí, porque tantos jóvenes reunidos por una misma razón no es casualidad. Y aunque no existe el amor sin sacrificio y nada sea fácil, Dios sale a nuestro encuentro, para que con su gracia  luchemos y hagamos ver a todos que su amor es lo mejor que existe. Y ha quedado más que claro en este Jubileo, que somos jóvenes con ganas de cambiar el mundo.

Gloria a Dios.

 

El Obispo Don Eustaquio y compañeros mártires

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

La Causa de beatificación, concluida su fase diocesana, es trasladada a la Santa Sede, al Dicasterio para las Causas de los Santos, para que determine los siguientes pasos

 

 

 

 

 

El sábado 26 de julio fue la clausura diocesana de la Causa de canonización del obispo don Eustaquio Nieto Martín y 45 compañeros mártires de 1936-1939, asesinados en la diócesis también por odio a la fe. La misa correspondiente fue en la capilla mayor de la catedral, a las 11 horas. Presidió el obispo don Julián Ruiz Martorell. Concelebraron el obispo emérito de nuestra diócesis, don Atilano Rodríguez Martínez; y el obispo de Cuenca, don José María Yanguas Sanz; y algo más de 40 sacerdotes. Participaron en la eucaristía más de doscientos fieles.

Concluida la santa misa, que duró hora y cuarto, procesionalmente, precedidos de la cruz del Año Jubilar 2025 y cantando las letanías de los santos, obispos, sacerdotes, consagrados (había religiosas Ursulinas y Adoratrices) y fieles se trasladaron al trascoro de la catedral, ante el altar de la Virgen de la Mayor, patrona de Sigüenza, espacio próximo a la capilla de la Anunciación (también llamada de la Purísima o de la Inmaculada), donde está enterrado el obispo don Eustaquio.

Durante la siguiente hora y media (de 12:15 a 13:45 horas) discurrió el acto institucional y canónico de clausura de la fase diocesana de esta causa de canonización y beatificación y declaración de martirio.  En este tiempo, se presentaron las semblanzas biográficas esenciales de los integrantes en la Causa; se explicaron los pasos a dar a partir de ahora; se procedió al sellado y lacrado visible de los documentos; se hizo público al nombramiento por parte del obispo diocesano de los encargados de hacer llegar esta documentación a la Santa Sede, con el correspondiente juramento de las personas nombradas al efecto; etcétera, amén de momentos para la oración y algunos cánticos religiosos e intervenciones del obispo.

 

Mártires en España de 1931 a 1939

 Se estima que, en España, entre 1931 y 1939, fueron martirizados unos diez mil cristianos. De ellos, 2.128 mártires españoles ya han sido beatificados, de los cuales once han sido también canonizados.

Nueve son obispos, 391 sacerdotes seculares o diocesanos, 1.557 religiosos (incluidos religiosos sacerdotes, religiosos no sacerdotes y religiosas), 1 diácono y 1 subdiácono seculares y 174 seglares, incluidos 20 seminaristas

 

Semblanza del obispo don Eustaquio

Eustaquio Nieto Martín (Zamora, 12 de marzo de 1866-Estriégana, 27 de julio de 1936) fue de obispo de Sigüenza desde 1917 hasta 1936. Fue el primero de los trece obispos asesinados durante la Guerra civil española, víctima de la persecución religiosa.

Estudió en Zamora y en Toledo, obteniendo los grados de doctor en Teología y licenciado en Derecho Canónico. Fue sacerdote diocesano de Madrid, cuya parroquia de Nuestra Señora de la Concepción de Goya erigió y sirvió. Había sido ordenado sacerdote el 23 de mayo de 1891, en Arévalo (Ávila), y consagrado obispo, en Madrid, el 27 de diciembre de 1916.

Atrozmente martirizado en la noche del 26 al 27 de julio de 1936, sus restos mortales fueron sepultados en la ermita de San Roque en Alcolea del Pinar, y trasladados, tras la Guerra Civil, a la catedral de Sigüenza en 1946, en la capilla de la Inmaculada o de la Anunciación.

En enero de 1959 y fruto de una suscripción popular, don Eustaquio fue, finamente, enterrado en un magnífico mausoleo neogótico esculpido al efecto por el reputado escultor zaragozano Ángel Bayod Usón (1899-1979). Fue el mismo don Eustaquio quien había expresado su voluntad de ser enterrado en la capilla catedralicia de la Anunciación, también llamada de la Purísima o de la Inmaculada, en razón de su gran devoción y amor a la Inmaculada Concepción de María.

 

 

Lema y escudo episcopal de don Eustaquio

 La frase latina “Misericordias Domini in aeternum cantabo ("Las misericordias del Señor cantaré eternamente", salmo 89:2) fue el lema episcopal de don Eustaquio, lema que, además, como es habitual, insertó dentro de su escudo episcopal.

Las armas heráldicas del escudo de don Eustaquio estaban compuestas por cuatro cuarteles, verticales y del mismo tamaño cada uno. Arriba a la izquierda, según miramos, aparece una imagen del Buen Pastor, con un cordero en los brazos y otro en los pies. El cuartel superior de la derecha muestra a la Inmaculada Concepción de María, titular de la parroquia madrileña que erigió y regentó en Madrid antes de ser nombrado obispo de Sigüenza. Los cuarteles inferiores aluden a su Zamora natal: el tercero, un brazo cubierto de armadura de plata, que evoca a Viriato (180-139, antes de Cristo), zamorano; y el cuarto, un castillo sobre un puente, que hace memoria de la batalla de Alange, del año 1230, con la victoria de los cristianos de León y de Zamora frente a las fuerzas musulmanas, en este lugar de Badajoz, a las orillas del río Guadiana.

        

Los otros 45 integrantes de la Causa 

La Causa está integrada por 46 personas: el obispo don Eustaquio, 31 sacerdotes diocesanos, 1 fraile agustino, 4 religiosas adoratrices, un padre jesuita, seis laicos y dos laicas.   

Julio Eugenio Flores Molina nació en Villapalacios (Albacete) y era párroco de Romancos y Archilla, en la hora del martirio. Natural de Pastrana y párroco de Trijueque, era Pedro Fraile Fraile. Nacido en Las Inviernas y párroco de Mohernando en la hora del martirio era Sebastián García Cortijo. Nacido en Mandayona y párroco de Mirabueno, era Prudencio Marcial Gil Ayuso.

De Hiendelaencina, Santa Olalla (Toledo), Yunquera de Henares y Campillo de Dueñas eran Lorenzo Gismera Cortezón, Juan Bautista Gómez Bajo, Julián González Herrera y Casimiro Herranz Martínez, párrocos y mártires en Jirueque, Valdepeñas de la Sierra, Casa de Uceda y Garganta de los Montes (Madrid), respectivamente.

Joaquín Epifanio López Muñoz era natural de Cuenca y era el párroco de Salmerón en la hora del martirio. Otro sacerdote en la Causa, en 1936 párroco de Santiago de Guadalajara y arcipreste de la ciudad, fue Francisco Silvano Mariño Ortega, natural de Benavente (Zamora). Párroco de Torija era Julián Muñoz Gamo, nacido en Ciruelas.  Párroco de Yunquera de Henares y natural de Trijueque era Mariano Navalpotro Cerrada. Oriundo de Trillo, aunque nacido en Madrid y párroco de Valdemoro fue Salvador Ochaíta Batanero. Nacido en Vitoria y párroco de Brihuega era Ángel Andrés Ríos Ravanera.

En Maranchón, Romanones, Solanillos del Extremo, Argecilla, Fuentelviejo y Valfermoso de las Monjas, respectivamente, nacieron Pedro Rubiales Aragonés, Feliciano Sánchez Pérez, Pablo Santos Díaz, Alejandro Valentín Barahona, Nicolás Vaquero Moreno y Valentín Yusta Encabo, a su vez, párrocos, también respectivos, de Mandayona, Marchamalo, Solanillos del Extremo, Gárgoles de Abajo, coadjutor de Santa María de Guadalajara y capellán de monjas en Madrid.

 

Chiloeches y Cañizar

Dos de los sacerdotes que integran la Causa nacieron en Chiloeches: los hermanos Eulogio y Julio Cascajero Sánchez, ambos destinados en Guadalajara al ser martirizados en la saca de la cárcel de Guadalajara del 6 de diciembre de 1936. Por su parte, Deogracias García Fernández, natural de El Casar de Escalona (Toledo), era el párroco de Chiloeches, en 1936.

Otros dos eran naturales de Cañizar. Se trata de Bernardo Blas Sevilla y Germán Llorente García, el primero era coadjutor de San Nicolás el Real de Guadalajara al recibir el martirio y el segundo, coadjutor de Brihuega.

 

Sigüenza con un sacerdote y un laico

 Aunque nacido en Mochales, también se le puede considerar seguntino a Florentino Laureano García Andrea, canónigo de la catedral y secretario del Obispado. Era tío de la beata mártir carmelita descalza sor Teresa del Niño Jesús. Fue martirizado en Sigüenza.

También en Sigüenza, su ciudad natal, fue el lugar del martirio del laico Eulogio Fausto Coterón Martínez, terciario franciscano, miembro de las Conferencias de San Vicente de Paúl y de la Adoración Nocturna, comerciante y esposo y padre de cuatro hijos.

 

Dos hermanos de Guadalajara y la santera de la Antigua

 

Hijos de Hermenegildo y de Jorja, propietarios de una fábrica de jabón, padres de familia numerosa, dos de sus hijos fueron martirizados: el sacerdote Alejandro y Ángel Martínez Somolinos, este, junto a otros de sus hermanos, fundador de la Acción Católica en Guadalajara.

Y también era de Guadalajara la santera de Nuestra Señora de la Antigua, patrona de Guadalajara, Luisa Megina Zopico.

 

Notable presencia de Budia

Los sacerdotes Antonio Mayor Bermejo nació en Budia y fue párroco del vecino Durón durante 35 años; y Guillermo Mayor García, también de Budia y párroco de Gárgoles de Arriba.

El laico Juan Martínez Bermejo también era de natural de Budia. Era agricultor. Padeció el martirio en la saca de la cárcel de Guadalajara. Y era, asimismo de Budia Felicitas Bermejo Henche, martirizada, cerca de Brihuega, el 15 de agosto de 1936.

Y también el párroco de Budia fue martirizado y su causa está incluida en este proceso. Nacido en Sagides (Soria), se trata de Braulio Lozano Tomás. Igualmente, está incluido en la Causa el coadjutor de Budia y catedrático de instituto Domingo Molina Alcalde, nacido en Pavones (Soria).

 

Un agustino, un jesuita y cuatro adoratrices

En Anguita, nació el fraile agustino Tomás Bermejo Valenciano, mártir en tierras vizcaínas el 26 de abril de 1937.

El padre jesuita era José Pedrodomingo Cotayna, natural de Guadalajara, asimismo víctima martirial de la saca de la cárcel de Guadalajara.

Las adoratrices son las hermanas Pilar Brissa Gurmendi, Felisa González Gómez, Petronila Hornedo Huidobro y María del Rosario Marcos Alcocer, naturales, respectivamente, de Madrid, Santa María de Nieva (Segovia), Santander y Covarrubias (Burgos).

 

Tres laicos más

 Son los militares José Augusto Córdoba Aguirregabiría, natural de Madrid; y Alberto Albiñana Zaldividar, nacido en Lérida. Y, por último, Enrique Alberto del Amo del Amo, nacido en Auñón, mártir en Guadalajara.

Con ellos se completa la relación, arriba ya indicada, de las 46 personas de la Causa: el obispo don Eustaquio, 31 sacerdotes diocesanos, 1 fraile agustino, 4 religiosas adoratrices, un padre jesuita, seis laicos y dos laicas.

 

Publicado en Nueva Alcarria el 22 de agosto de 2025

La fiesta de la Asuncion nos enseña el camino del cielo

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

El viernes 15 de agosto es la solemnidad de la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos, fiesta patronal de nuestra diócesis, de la catedral y de numerosos pueblos 

 

 

 

 

 

En el año 1818, un sacerdote de la diócesis de Lyon es destinado a una pequeña aldea, llamada Ars. El sacerdote había sido hasta entonces coadjutor de la parroquia de Ecully y se llama Juan María Bautista Vianney. La aldea de Ars, a la que era destinado, distaba 35 kilómetros de Lyon.

El padre Vianney se encaminaba hacia Ars. Al acercarse a la aldea de su destino, era tanta la niebla que el buen cura perdió la orientación. Estando extraviado por aquellos campos, tuvo la fortuna de encontrarse con unos niños pastores que están cuidando sus ovejas. Se acercó a ellos para preguntarles el camino de Ars. Uno de los chavales, llamado Antonio Grive, se lo indicó. “Amiguito, dijo el sacerdote Vianney, tú me has mostrado el camino de Ars; yo te mostraré el camino del cielo”. Después el joven pastor le dijo al sacerdote que el lugar donde se hallaba era justo el límite de la parroquia, e inmediatamente el joven sacerdote se puso de rodillas para rezar.

Pasados los años, aquel humilde cura transformará la parroquia de Ars -"Ars ya no es Ars"- y las vidas de sus habitantes y las de cientos de miles de personas. Aquel cura, aquel humilde cura francés, sabía que el sacerdote era el amor del Corazón de Cristo y durante el cerca de medio siglo que atendió aquella pequeña parroquia se esforzó en repartir, a manos llenas, el amor, a través de una vida heroica de oración y de penitencia y mediante un admirable ejercicio de caridad y de fidelidad al ministerio, singularmente el ministerio del sacramento de la confesión, que le había sido confiado.

 

 

La misión del sacerdote es enseñar el camino del cielo

¿Qué es ser sacerdote, cuáles son su identidad y su misión? ¿Cómo ser sacerdote hoy día en medio de un mundo magnífico y atormentado, convulso y fragmentado, donde tantas veces las sociedades tradicionalmente creyentes y religiosas se han instalado en la llamada apostasía religiosa y viven -o quieren vivir- como si Dios no existiera?

El sacerdote, amor del Corazón de Cristo, es quien debe mostrar el camino del cielo. Pero como nadie da lo que no tiene, el sacerdote ha de estar primero repleto de razones y de esperanzas "del cielo", esto es, ha de ser él en primer lugar testigo del Dios al que sirve y al que anuncia y quien "habita" en el cielo que es nuestra heredad y vocación, en el cielo que no puede esperar.

Y aquel humilde y humanamente insignificante cura rural francés mostró el camino del cielo, mostró el camino de Dios, porque Dios habitaba en él y en sus esfuerzos y virtudes.

 

La fiesta de la Asunción es la fiesta del cielo

La liturgia de la Iglesia, en este luminosísimo día de la Asunción de María, es también eco en sus oraciones, en sus lecturas bíblicas y en el conjunto de ambiente vital y celebrativo, de que el cielo es, como dije antes, es la vocación, la heredad y el destino de todos y cada uno de los hombres y mujeres, de todos y cada uno de nosotros.

Porque, en la fiesta grande de la Asunción, lo que celebramos es precisamente esto: el triunfo definitivo de María, quien de este modo se convierte en figura y primicia de toda la Iglesia que un día será también glorificada. Porque María, en y con su Asunción, es consuelo y esperanza del pueblo de Dios todavía peregrino.

La Asunción, la fiesta que hoy florece y estalla en todos los rincones de nuestros pueblos y ciudades, en todos los rincones de nuestras propias vidas, es la fiesta del cielo, de un cielo que no puede esperar tampoco para nosotros, pero de un cielo que solo se gana en la tierra y para él necesitamos hombres como los sacerdotes y testigos e intercesores como María que nos muestren su camino, el camino de cielo.

 

Etapas del camino del cielo

Y a la luz de la liturgia de esta fiesta de la Asunción de María y a través, entonces, del ministerio de la Palabra confiado como un tesoro y como un servicio sagrado a los sacerdotes, he aquí algunas de las etapas de este camino del cielo.

La primera de ellas surge fácilmente reconocible en la lectura del Evangelio de la víspera de la fiesta de la Asunción: "Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen". En la Palabra de Dios está contenido el camino del cielo. Sin embargo, ¿cuántas veces nuestros oídos y nuestros corazones se endurecen mientras esta es proclamada, cuántas veces acudimos a ella, rezamos con ella, nos nutrimos de ella? ¿Cuántas veces la Palabra de Dios viene a nuestros corazones para hallar respuesta y luz a los distintos envites y circunstancias de la vida? Palabras no faltan en nuestras vidas. Todo lo contrario: hasta sobran y además a través de todos los medios. No sabemos estar callados, no sabemos valorar ni escuchar el silencio. Hacemos de la palabra hasta ruido atronador e imágenes que no cesan, pero nos negamos a escuchar la Palabra con mayúscula.

 

María, testigo, maestra e intercesora del camino del cielo

El primer camino del cielo, la primera misión del sacerdote, es servir, testimoniar y vivir en, de y para la Palabra de Dios. El primer servicio de María y por ello su primer mérito para ser asunta en cuerpo y alma a los cielos fue escuchar y cumplir la Palabra de Dios. Y solo así fue posible que Palabra tomara carne y habitara y floreciera en sus mismísimas y virginales entrañas maternas.

La escucha de la Palabra de Dios -y, por supuesto, la gracia del Altísimo- hizo de María Santísima mujer de oración y de acción, bien acompasadas ambas realidades capitales para la existencia cristiana, capitales para seguir el camino del cielo.

En el Evangelio del día de la fiesta de Asunción -el conocido relato lucano de la Visitación a su prima Santa Isabel- nos muestra, al menos, otras tres virtudes esenciales, otros tres medios seguros para proseguir en el camino del cielo. "¡Dichosa tú que has creído!”, le dijo su anciana y gestante prima Isabel- porque te ha dicho el Señor se cumplirá!". La fe es la brújula del camino del cielo, es su luz en medio de las nieblas y de las oscuridades: no permite verlo todo, pero sí nos alumbra según avanzamos, según seguimos recorriendo el camino.

El sacerdote es una de esas brújulas necesarias para orientarnos en el camino del cielo. Como nos recuerdan las dos epístolas de las dos Liturgias de la Palabra de la fiesta de la Asunción -la de la misa de la víspera y la de la misa de la fiesta- el hombre de todas las épocas y de todas las culturas se hallan y se enfrenta a lo largo al dilema y la drama de su desaparición física, de su corruptibilidad. Y ninguna respuesta humana ha sido, es y será jamás capaz de responder a este enigma, a este misterio, a este desgarro, a esta tragedia. ¿Vivir para morir? ¡No! La muerte ha sido absorbida en la victoria de Jesucristo, el Hijo de María. Nuestro destino no es la corrupción. No es la materia. Ni procedemos de la nada ni nos encaminamos a la nada. Procedemos de Dios y a Él nos encaminamos. Y la muerte -el gran enemigo, el gran dragón rojo de siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas- es vencido en Jesucristo, que se hizo muerte y resurrección por nosotros. Y es que el amor es siempre más fuerte y más fecundo y definitivo que la muerte. Ese amor, que, en el relato evangélico de la Visitación, se convierte también en ejercicio de servicialidad y caridad, otro de los infalibles caminos de cielo.

Por pura gracia y privilegio y en razón de la Encarnación y de su papel en la Redención, Dios no quiso que sufriera la corrupción del sepulcro la mujer que por obra del Espíritu Santo concibió en su seno al autor de la vida, Jesucristo, Hijo suyo e Hijo de Dios y Señor nuestro. Pero sí la desaparición física, al igual que en otros momentos el dolor y la pena.

No hemos sido creados ni de la nada ni para la nada: somos ciudadanos del cielo, somos herederos de la eternidad, somos moradores de la casa del Padre. Llevamos en el alma, impreso a fuego, el anhelo irrefrenable de la felicidad y de la eternidad, que, en esta vida apenas intuimos, atisbamos y balbuceamos. Y tiene que haber un "lugar", un "tiempo", un estadio para saborear y ver cara a cara y para siempre esta felicidad. Esto es el cielo.

Un cielo que no puede esperar y que solo ganamos en la tierra. Con la escucha de la Palabra, con la fe, con el ejercicio de la caridad y con la práctica de las virtudes que, como en el caso de María, nos hacen merecedores de este cielo: el espíritu de oración y de alabanza, la humildad y la misericordia y la servicialidad y el amor.

María, en su vida y en su Asunción, nos enseña el camino del cielo. El sacerdote ha de enseñarnos el camino de cielo: Jesucristo, camino, verdad y vida, el hijo de María, el sacerdote por excelencia.

 

Publicado en Nueva Alcarria el 14 de agosto de 2025

Información

Obispado en Guadalajara
C/ Mártires Carmelitas, 2
19001 Guadalajara
Teléf. 949231370
Móvil. 620081816
Fax. 949235268

Obispado en Sigüenza
C/Villaviciosa, 7
19250 Sigüenza
Teléf. y Fax: 949391911

Oficina de Información
Alfonso Olmos Embid
Director
Obispado
C/ Mártires Carmelitas, 2
19001 Guadalajara
Tfno. 949 23 13 70
Fax: 949 23 52 68
info@siguenza-guadalajara.org

 

BIZUM: 07010

CANAL DE COMUNICACIÓN

Mapa de situación


Mapa de sede en Guadalajara


Mapa de sede en Sigüenza

Si pincha en los mapas, podrá encontrarnos con Google Maps