Gestos y obras de misericordia

Por Agustín Bugeda Sanz

(vicario general)

 

Estamos en el centro del Jubileo del Año de la Misericordia, y me pregunto si estamos respondiendo generosamente a todas las gracias que el Señor nos está concediendo, siendo nosotros cada día más “misericordiosos como el Padre”.

Ciertamente está siendo un año para revalorizar y vivir más profundamente el gran regalo del sacramento del perdón, del sacramento de la misericordia. Tengo experiencia personal y de hermanos sacerdotes que este Jubileo está sirviendo para que caigamos más en la cuenta de que tenemos que estar disponibles de todas las maneras como sea posible para que los fieles se acerquen a celebrar el amor misericordioso de Dios. El horario más continuado de confesores en la Concatedral de Guadalajara, como en otros lugares de la diócesis, está siendo un momento de gracia tanto para confesores como para penitentes. El testimonio de unos y otros me lo confirma. La semana pasada, por ejemplo, una persona me decía como está sintiendo en este año la necesidad de celebrar más frecuentemente dicho sacramento y cómo ello está siendo una fuente de alegría personal y comunitaria, ayudándole mucho el saber que en algunos confesionarios siempre hay sacerdote en diversos momentos.

Por otro lado, el Papa quiere que tengamos gestos sencillos y concretos de misericordia, que las obras de misericordia las hagamos operativas cada día. A él le salen del corazón esos gestos que realiza cotidianamente con tanta naturalidad sin despistarle del gobierno de la Iglesia Universal. Todos nos hemos emocionada cuando el pasado sábado no sólo visitó y llevó paz y ternura a los refugiados en la isla de Lesbos, sino que a 12 de esos refugiados, como gesto bien concreto, montó en su avión para acogerlos en el Vaticano.

Las obras de misericordia nos piden esos gestos humildes y valientes a la vez, poniendo nombre y apellidos a cada situación y ofreciendo y ofreciéndonos en todo lo que somos y tenemos. Están muy bien todas las palabras, pero no podemos excusarnos en que no podemos cambiar el mundo, ni siquiera nuestro pueblo o ciudad, para no hacer nada. Podemos suscitar una sonrisa , quitar el hambre y la sed de una persona, visitar al que tenemos al lado, …. y así iremos cambiando el mundo, y dejaremos que el Señor nos vaya cambiando y convirtiendo.

Bien decía D. Quijote, en este año cervantino, que todo caballero debería avergonzarse de que sus palabras fueran mejor que sus hechos, mucho más diría yo si es un caballero cristiano.

Ojalá cada día de este año y ya toda la vida nos propongamos con la gracia divina, ir ejercitando alguna obra de misericordia. Que no se pase ni un solo día sin practicar al menos una obra de misericordia, y será así como nuestra vida será enteramente misericordiosa desde el corazón del Padre.

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