Ya, 2.128 mártires del siglo XX en España en los altares

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

El próximo martes 6 de noviembre es la memoria litúrgica de los mártires de España del siglo XX, a los que se añadirán 20 nuevos beatos el 18 de noviembre

 

 

 

 

Este próximo martes, día 6 de noviembre, es la memoria litúrgica de los Mártires de España del siglo XX, con especial recuerdo en nuestra diócesis al sacerdote Saturnino Ortega, de Brihuega,  y a los franciscanos Julián Navío, de Mazarete, y Ángel Remigio Hernández, de Pastrana, los tres beatificados en 2007, y a los nueve beatificados en Tarragona, el 13 de octubre de 2013:  Gumersindo Sanz Sanz, Manuel Sanz Domínguez, Victoriano Calvo Lozano, José María Ruiz Cano, Ireneo Rodríguez González, Gregorio Cermeño Barceló, Vicente Vilumbrales Fuente, Narciso Pascual Pascual y Gabriel Barriopedro Tejedor.

Son ya algo más dos mil los mártires de este periodo histórico reciente en los altares (2.108 exactamente, más 20 que serán beatificados en Sevilla el próximo 18 de noviembre). Entre 1931 y 1939 hubo en España unos diez mil mártires. El número de mártires diocesanos en los altares es de 20, más otros cinco, que sirvieron ministerialmente en ella poco antes de recibir el martirio.

 

11 santos y 2.117 beatos

Tras la beatificación de Sevilla del sábado 18 de noviembre, que constituye el tema central de este artículo, los 2.128 mártires del siglo XX en España en los altares se desglosan de este modo: 9 son obispos, 390 sacerdotes seculares o diocesanos, 1.557 religiosos (incluidos religiosos sacerdotes, religiosos no sacerdotes y religiosas), 1 diácono y 1 subdiácono seculares y 173 seglares, incluidos 20 seminaristas y 21 mujeres.

         Con san Pedro Poveda, canonizado por Juan Pablo II en Madrid el 4 de mayo de 2003, el último canonizado hasta ahora, son once los mártires españoles de este período histórico ya canonizados. Uno, el ya citado, es sacerdote diocesano, otro sacerdote religioso y los nueve restantes hermanos religiosos, todos ellos de La Salle, entre ellos, san Marciano José, natural de El Pedregal.

 

Ahora, 20 mártires andaluces

El sábado 18 de noviembre la catedral de Sevilla, desde las 11 horas, acogerá la solemne celebración del martirio de veinte mártires más. Son diez sacerdotes diocesanos y diez laicos (incluidos un seminarista y una laica). En nombre del Papa Francisco, presidirá la celebración el cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. La eucaristía será transmitida en directo por TRECE TV.

Habrá tres actos previos preparatorios. Dos el viernes 10 de noviembre: a las 7 de la tarde, en el palacio arzobispo, una conferencia a cargo de monseñor Teodoro

León, obispo auxiliar de Sevilla, y de José Leonardo Ruiz, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla. A continuación, en la catedral hispalense, habrá una vigilia de oración. Y en la víspera de las beatificaciones, una nueva vigilia de oración en la capilla del seminario metropolitano de Sevilla, a las 20 horas. Posteriormente, entre los días 19 y 26 de noviembre, serán las misas de acción de gracias en las parroquias de los nuevos beatos.

 

Lema y cartel

Ofrecí mi vida al Señor y Él la ha aceptado” es la frase elegida como lema. Y el cartel es una preciosa pintura, en la que la patrona de la diócesis de Sevilla, la Virgen de los Reyes aparece en el centro arropando y acogiendo a los nuevos veinte beatos mártires rodeados de la palma del martirio, que parte de las manos de un sacerdote y de un laico, y, en el fondo superior derecha, la Giralda de Sevilla. En el fondo superior izquierda, aparece el logo de la celebración, que es el logo común de las causas de los mártires del siglo XX en España con el añadido específico de esta beatificación, su lugar y su fecha, datos estos que también aparece al pie del cartel en horizontal.

El cartel quiere expresar el triunfo sobre el mal y la muerte. Los mártires, al aceptar perder la vida por amor y fidelidad a Jesucristo, perdonando a sus verdugos, como el mismo Señor hizo en la cruz, son testigos de que la muerte ha sido vencida y que esta vida es la preparación para la vida eterna en el cielo, como queda manifestado en el lema del cartel: “Ofrecí mi vida al Señor y Él la ha aceptado”.

Su testimonio martirial alienta a los cristianos de hoy a que seamos fieles a la llamada que recibimos en nuestro bautismo, a mantener la esperanza y a vivir en la confianza en un Dios padre providente que nos ha creado y nos ama personalmente.

Cromáticamente, predominan los tonos ocres y amarillos, que sugieren el color dorado, símbolo de la luz de Dios. El color rojo, que aparece en la casulla del sacerdote, la beca del seminarista y la silueta de la Giralda, es el color propio de los mártires y simboliza su sangre derramada por seguir a Jesucristo el Señor.

El autor del cartel y de dos tapices que descubrirán en la beatificación, Juan Palomo Reina, es un pintor nacido en Cantillana (Sevilla), en 1965.

 

Entre los 19 años de un seminarista y los 68 años una viuda sacristana

Estos veinte nuevos beatos proceden de las provincias de Sevilla, Granada, Cádiz y Huelva, aunque todos recibieron el martirio en tierras sevillanas. El más joven, Enrique Palacios Monrabá, tenía 19 años y era seminarista. Fue fusilado junto a su padre, Manuel Palacios Rodríguez. Ambos fueron martirizados en la cárcel de Cazalla de la Sierra, el epicentro principal de estos martirios.

La persona de mayor edad es María Dolores Sobrino Cabrera, con 68 años. Era la sacristana de la parroquia de Constantina. Unos días antes fue asesinado su esposo.

 

Diez sacerdotes

 El grupo de los nuevos beatos mártires es encabezado por Manuel González-Serna Rodríguez, de 56 años, que fue martirizado en la sacristía de la parroquia de Constantina, de la que era titular.

Francisco de Asís Arias Rivas, de 61 años, y Juan María Coca Saavedra, de 51 años, fueron martirizados juntos el 1 de agosto de 1936. Eran el párroco y el coadjutor de Lora del Río. Otros tres sacerdotes con servicio de coadjutores parroquiales martirizados fueron Rafael Machuca Juárez de Negrón, de 55 años, Miguel Borrero Picón, de 62 años, y Manuel Caballero Rubio, de 40 años, con destinos respectivos en Estepa, Utrera y Huelva.

Pablo Carballo Corrales, de 49 años, era párroco de Guadalcanal; Antonio Jesús Díaz Ramos, de 39 años, párroco en Cazalla de la Sierra; Salvador Lobato Pérez, de 34 años, párroco de El Saucejo (también fue martirizado y ahora será canonizado su hermano Rafael, carpintero, de 31 años); y el más joven de los sacerdotes nuevos mártires y el primero en ser martirizado, el 17 de julio de 1936, José Vigil Cabrerizo, de 29 años, era capellán de San Jerónimo de Sevilla.

 

Abogados, recadero de monjas, farmacéutico, carpintero

 En este grupo hay dos abogados: Agustín Alcalá Henke, de 44 años, fallecido en Alcalá de Guadaira, el 18 de julio de 1936, tras un día de agonía, después de ser tiroteado; y José María Rojas Lobo, de 25 años, martirizado en Marchena, lugar del martirio también de Manuel Luque Ramos, de 43 años, el recadero y sacristán de las monjas Clarisas de esta localidad sevillana, en cuya iglesia, mientras se celebraba la misa, fue asesinado.

En la cárcel de Cazalla de la Sierra padeció el martirio el farmacéutico de esta localidad Cristóbal Pérez Pascual. Tenía 48 años. Asimismo, naturales de Cazalla de la Sierra y martirizados en esta villa fueron los hermanos Mariano y Gabriel López-Cepero Muru. El primero tenía 53, estaba casado y dejó nueve hijos, y el segundo, 61 años, casado y con seis hijos.

 

Tres significativas singularidades

 

Al mártir Agustín Alcalá Henke, por su quehacer en las Conferencias de San Vicente de Paúl de Alcalá de Guadaira, se le conocía como el padre de los pobres. Su muerte fue muy sentida en todos los sectores sociales de su ciudad, en particular por los obreros. La Hermandad Sacramental de San Sebastián, de la que era hermano mayor, le concedió sepultura en la Capilla del Sagrario. El recuerdo de su figura quedó plasmado en actos públicos celebrados en el aniversario de su muerte; se rotuló con su nombre una vía céntrica; en su casa natal fue colocada una lápida a su memoria; se consagró una parroquia a San Agustín y se dio el mismo nombre a todo el barrio; la Hermandad de Nuestro Padre Jesús colocó una imagen de San Agustín en el Sagrario de Santiago.

También sobresalió por la caridad, incluso estando encarcelado (su celda fue llamada “la botica”), el farmacéutico de Cazalla, de origen granadino, Cristóbal Pérez Pascual.

E igualmente en Cazalla de la Sierra, llamaban “La Capilla” a la celda en la que estaban los dos hermanos López-Cepero y Muru pues en ella, junto al sacerdote coadjutor Antonio Jesús Díaz Ramos y otros reclusos, se rezaba diariamente el Rosario

 

Rasgos comunes de los nuevos beatos mártires

Entre los rasgos comunes de estos martirios, todos carecieron de un juicio regular y en su mayoría fueron encarcelados antes de su muerte violenta por odio a la fe cristina. Muchos de ellos oraron, se animaron, se confesaron y expresaron palabras de perdón para los verdugos. La mayoría de los lacios pertenecían a la Adoración Nocturna, Conferencias de San Vicente de Paúl, Acción Católica.

Consta que todos ellos invocaron filialmente a la Virgen con el rezo del Santo Rosario y que, en la cárcel confortaron a sus compañeros, al tiempo que nunca renegaron de su condición de sacerdotes o laicos fervientes. Sufrieron con fortaleza vejaciones y torturas sin cuento y murieron perdonando a sus verdugos y orando por ellos. Vivieron los instantes finales de su vida con serenidad y alegría admirables, alabando a Dios y proclamando que Jesucristo era el único Rey y Señor de sus vidas.

Por todo ello, cuando la Iglesia reconoce el martirio y procede a la beatificación de los mártires no juzga a sus verdugos, sino que reconoce y ensalza el valor y el mérito de quienes dieron su vida por mantener y defender su fe. Las beatificaciones de los mártires no reabren heridas, sino que las cierra mediante el testimonio de fidelidad, amor y perdón de quienes fueron asesinados por odio a la fe. Los mártires cristianos son, de este modo, servidores de reconciliación y de paz.

 

 

Publicado en Nueva Alcarria el 3 de noviembre de 2023