Aquí estoy, para acompañarte

Jesús Francisco Andrés Andrés

Delegado de Pastoral de la Salud

 

 

Poco a poco vamos llegando al final del tiempo pascual. A lo largo de estas semanas Jesús nos ha ido acompañando y nos ha enseñado a vivir el lema del próximo domingo Sexto de Pascua en el que celebraremos la Pascua del Enfermo con el lema de “Acompañar en el sufrimiento”.

Desde el Domingo de Pascua – y siempre-  Jesús acompaña a los que sufren: a María Magdalena que llora junto a la entrada del sepulcro de Jesús “porque se han llevado a su Señor y no sabe dónde lo han puesto”.

A los discípulos que están encerrados en el Cenáculo por miedo a los judíos porque si al Maestro lo han crucificado... ellos pueden correr una suerte parecida.

A los discípulos de Emaús que abandonan Jerusalén porque ellos esperaban que Jesús iba a liberar a Israel... pero las cosas no han salido como ellos pensaban.

A los discípulos en el lago de Tiberiades que se pasan toda una noche trabajando y desanimados vuelven a la orilla con las manos vacias.

Jesús nos enseña cómo acompañar al que sufre llamando por su nombre al que llora, llevando la paz con su presencia a los que tienen miedo, caminando junto al que sufre y dejando que “suelte” todo lo que le atenaza en el corazón, ofreciendo un “detalle” a los que cansados se acercan a Él.

También nosotros tenemos la oportunidad, cada día, de acompañar al que sufre porque lo tenemos a nuestro lado: En nuestro bloque, en nuestro barrio, en nuestra parroquia, en nuestro trabajo, en nuestro grupo de amigos... Todos podemos ser acompañantes en el sufrimiento y dejar que otros nos acompañen cuando somos nosotros los que pasamos por un momento de sufrimiento.

Jesús nos ofrece las herramientas para poder hacerlo: nuestra persona, la Palabra de Dios, la escucha atenta, el caminar al paso del que sufre, el buscar medios para que el otro salga de esa situación de sufrimiento, sin juzgar, sin utilizar frases hechas ni “recetas mágicas” que no dicen nada.

En el mes de mayo, mes de María, no podemos olvidarnos de ella porque ella es también maestra que nos enseña a acompañar en el sufrimiento: con su presencia, con su saber estar en silencio, con su mirada atenta y su oración.