La alegría pascual, la alegría de San José

Agustín Bugeda

(vicario general)

 

 

Parece un contrasentido hablar de alegría en una situación tan compleja como la que estamos viviendo. Puede ser un atrevimiento insistir en el gozo a tantas personas que directa o indirectamente sufren las consecuencias de esta pandemia: enfermedad, soledad, perdida de seres queridos, situación precaria, falta de trabajo… Y claramente desde el aspecto solamente humano, aunque en el horizonte esté la vacuna, sigue el dolor y muchas lágrimas en los ojos.

Ahora bien, desde la fe siempre podemos vivir felices. La fe no nos aleja de la realidad, no nos ciega, sino que la fe nos hace vivir la realidad con otro corazón, con otros ojos y por eso sí que podemos vivir alegres y hablar del gozo y la esperanza.

San José vuelve a ser un ejemplo para todos nosotros. El supo vivir en paz, contento, feliz… en medio de muchas dificultades, luchando contra innumerables circunstancias adversas como el no entender humanamente lo que pasaba, la huida a Egipto, las incomprensiones de alrededor, la normalidad de Jesús, la enfermedad…

Y él, José, vivió alegre porque sabía vivir y disfrutar del momento presente. Al saberse en las manos de Dios comprendía y hacía suyo cada acontecimiento que le pasaba, sabiendo que con ello cumplía la voluntad de Dios y por ello podía estar tranquilo y orgulloso. Todo lo hacía cuidando el mínimo detalle para que resultara lo mejor posible, porque todo es importante y de todo se puede disfrutar. Así nos enseña a vivir el momento presente como momento de gracia y, por lo tanto, dar gracias a Dios por toda circunstancia viviéndola en paz y alegres. Es esta una profunda razón para no perder nunca la alegría y la paz.

Pero además San José se sabía acompañado en todo momento por Jesús y la Virgen, y esa compañía le infundía un gozo que nada ni nadie le podía quitar. Una compañía cercana, física, histórica, pero también en fe. Es la misma compañía que experimentamos nosotros continuamente por el Espíritu Santo, una compañía mística, sacramental, en fe… pero tan real como la que tuvo José, por ello podemos decir ¿quién nos separará del amor de Cristo? ¿quién nos podrá arrebatar la alegría de su amor? Nada ni nadie.

Podemos pues vivir en esperanza, también en este tiempo. Podemos vivir alegres y confiados, luchando con paz contra toda inclemencia, pero sabiendo como San José que vivimos la hora de Dios, el momento de Dios para nosotros. Esa es la alegría de San José, la alegría pascual que os deseo de todo corazón y que nunca falte en nuestras vidas y en nuestras casas, en nuestras comunidades y en nuestro mundo.