Dadles de comer

Laura Lara y María Lara

(Profesoras universitarias, escritoras y académicas de la Televisión) (*)

 

 

 

En el primer Día de la Madre en confinamiento, dedicamos este artículo a nuestra madre, Mª Isabel?, y a nuestra abuela Pilar, quien el 29 de mayo celebrará su cumpleaños?.

 

Desde millares de años antes de que apareciera la escritura, el devenir del hombre sobre nuestro planeta ha estado marcado por el duelo entre la naturaleza y la creatividad, entre el carácter silvestre de los frutos y la domesticación, entre el impulso del instinto y la calma del artificio.

De la organización de los recursos saben bastante las madres y, por ello, traemos esta historia pictórica a colación en este mes de mayo, dedicado a la Virgen María.

Hace unos años, paseando por Francia durante una de nuestras estancias docentes e investigadoras, una instantánea captaba poderosamente nuestra atención. Se trataba de una obra de Jean-Francois Millet pintada hacia 1860, justo después de que la tercera oleada de revoluciones liberales sembrara en Europa el concepto de “primavera de los pueblos”.

Conservada en el Palacio de Bellas Artes de Lille, el título de la obra, “Dando de comer”, ya hace pensar. Pero cuando uno mueve las pupilas por cada uno de los personajes comprueba la destreza con la que este exponente del realismo supo transmitir la inocencia del campesino en contraste con la desolación que acompañaba al individuo abocado al anonimato en la sociedad industrial.

"Me gustaría que, en la mujer que preparaba el desayuno de sus hijas, imaginemos una cría de pájaros... El hombre trabaja para alimentar a estos seres”. Así de conmovedor se expresaba Millet tras componer este lienzo en la campiña de Barbizon, donde la luz que inunda el jardín  hace palpable el abanico de actitudes.

La narración sentimental de una anécdota se convierte en lazo del mundo y, así, sentadas en el umbral de la casa, tres niñas con el mismo babero azul se disponen a tomar el almuerzo. La mayor de ellas acuna a una muñeca. La mediana sostiene la mano de la hermana pequeña para que coma sin poner excusas. La madre inclina la banqueta para acercarle a la boca la cuchara de madera. El perro duerme. Las gallinas curiosean la escena. El padre trabaja al fondo, en los quehaceres agrícolas de la granja. Y la yedra sigue creciendo adherida a las paredes de piedra.

Sin duda, que en la iglesia cercana se habrían escuchado multitud de veces las palabras de Jesús a los discípulos: “dadles vosotros de comer”. Las pronunció Cristo al poco de enterarse de la muerte de Juan el Bautista, cuando se marchó en barca a un sitio tranquilo y apartado, y al saberlo las multitudes se desplazaron por tierra desde los pueblos (Mt. 14, 13-21). Y también se habría leído en misa el pasaje de las bodas de Caná, cuando es la Madre quien pide la intercesión del Hijo: “No tienen vino” (Jn. 2, 1-12).

En lo relativo al cuadro de Millet, no sabemos los nombres de los intervinientes. El artista no dejó constancia ni del municipio ni del apellido de esta familia. Aunque más que por este requisito, su universalidad deriva del carácter cotidiano del contexto y de la espontaneidad de los gestos.

Como la Historia que, en sí misma, es recipiente y alimento, coraje y entrega, musa y libro, madre e hija, hermana y amiga…, por los corredores del tiempo y los laberintos de la memoria.

 

(*) Las Doctoras Laura Lara y María Lara son Profesoras de la UDIMA, Primer Premio Nacional de Fin de Carrera en Historia del Gobierno de España, académicas de la Televisión, historiadoras del Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire y Escritoras, con el Premio Algaba entre otros galardones.