Por la Comunidad de la Madre de Dios
(Monasterio de Buenafuente)
Queridos hermanos: ¡Qué paralización mundial! ¿Quién podía pensar, ni siquiera imaginar algo semejante?
Tal vez nuestro silencio sería más elocuente, ya que desde la declaración del estado de alarma, el pasado 14 de marzo, se ha escrito mucho. Sin embargo, nos aventuramos a comunicaros nuestra vivencia de la situación, y así, de esta forma, mantenemos algo del calendario de actividades.
El decreto del gobierno que limita la libre circulación de las personas, en poco o nada modifica el estilo de vida de quienes, por responder a la llamada del Señor, hemos renunciado a ella. No obstante ¡qué cambio! Todo el planeta sometido por el covid-19. Para nosotras está siendo una fuerte llamada del Señor a profundizar en nuestra vida orante, a levantar las manos como Moisés en el Sinaí, en nombre de tantos y tantos, de toda la humanidad.
El Papa Francisco confesaba al periodista español Jordi Évole: “Quizá «rescatar la convivencia» sea «uno de los logros de esta tragedia»”. Dios quiera que esto sea así para todos: familias, comunidades religiosas, incluso para quienes viven solos. Porque convivir con uno mismo, acaso sea la primera dificultad personal para la convivencia con los otros. Ahondando en las palabras del Santo Padre, nos damos cuenta de que Dios es Comunidad, es familia, es convivencia: Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Así, la convivencia en nuestra familia o comunidad es participar de la vida divina, es un don de Dios para cada uno de nosotros.
Viviendo la Semana Santa, en la que ya estamos, la semana más grande para nuestra fe, cabe la posibilidad de participar de los Oficios en familia, en una liturgia doméstica, en la que escuchemos la Palabra de Dios y haya un espacio para compartir en intimidad el eco de la Palabra en nuestra vida. Es un lujo que hay que aprovechar. Además del culto a través de los medios de comunicación, hagamos un hueco, como nos suscite el Espíritu, para escucharnos.
Es un buen momento para poner en práctica la recomendación del Papa Francisco: “Nos urge la necesidad de tener familiaridad e intimidad con la Sagrada Escritura y con el Resucitado” (Aperuit Illis 8). Y todo esto porque lo valemos, porque somos Hijos de Dios. “Os rescataron a precio de la sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha” (1ª Pe 18 s).
Como nos ha dicho a propósito de esta situación el Abad General de la Orden Cisterciense con el salmo 45: “Deteneos y reconoced que yo soy Dios, más alto que los pueblos, más alto que la tierra.” Aprovechemos este momento histórico porque pasará. Lo mismo que el tiempo de Jesús en la Cruz. Él no permanece crucificado para siempre, sino que al tercer día resucitó de entre los muertos. Esta es “la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central” (Catecismo de la Iglesia Católica 638).
Antes de despedirnos, queremos agradecer a todos vuestro interés por nosotras y por todos los que vivimos en Buenafuente del Sistal, tanto si lo habéis hecho de forma explícita, a través de otros, o lo que es más importante en comunión en la oración.