Por Juan José Plaza
(Delegación de Misiones)
El papa Francisco nos propone vivir este año con mayor profundidad las obras de misericordia. “Enseñar al que no sabe” es la primera de las obras de misericordia espirituales.
El hombre, a diferencia de los animales, guía o debiera guiar su vida no por el instinto, sino por su razón o entendimiento y éste iluminado por la fe; pues nuestra razón quedó debilitada e inclinada al error a consecuencia del pecado original.
Efectivamente, no basta conocer la realidad o las cosas con nuestras facultades o potencias humanas, sino verlas a la luz de Dios y esto muy especialmente respecto a cuanto cae dentro del campo de la ética y la moral, pues, de ello depende que obremos según el bien y la verdad o según el error y el mal.
Para sacarnos de la incapacidad de descubrir sólo con nuestras propias fuerzas la verdad y el bien de las cosas, envió Dios a su Hijo Unigénito, al Verbo, a la Sabiduría divina, que nos dice en el evangelio a los hombres: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, (Jn. 14, 6). Y también: “ Yo soy la luz del mundo el que me sigue no camina en la tiniebla, sino que tendrá la luz de la vida” ( Jn 8,12).
En ese mismo sentido de ayudarnos a descubrir la verdad y el bien y a vivirlos hay que entender el mandato del Jesús a sus apóstoles: ”Id, pues, enseñad a todas las gentes , bautizándolas en el nombre de Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándolas a observar todo cuanto yo os he mandado”( Mat 28, 19-20).
En nuestro peregrinar por la tierra el “padre de la mentira” (Jn 8,44), como hiciera con Adán y Eva”, nos estará acechando constantemente para apartarnos del camino de la verdad y llevarnos por sus caminos, caminos de perdición. Ejemplo preclaro de ello tenemos en el hijo pródigo de la parábola evangélica (Luc. 15, 11-32).
Pero Dios Padre, que siempre se muestra “rico en Misericordia” (Efesios 2, 4), nos ha brindado y nos seguirá brindando hasta el fin de los tiempos su luz para poder evitar el error y el mal o su misericordia, para salir de él y llevarnos, de nuevo, al camino de la verdad y del bien.
Hoy, como siempre y más que nunca, el hombre está expuesto a la tentación de dejarse guiar por caminos equivocados…; sobre todo, porque “el enemigo” utiliza los poderosísimos instrumentos de la propaganda (como antaño hiciese con la famosa manzana), que se nos ofrece a través de los medios de comunicación…; en la actualidad, casi totalmente, en sus garras y puestos a su servicio.
Es urgente sacar al hombre de esa contaminación gnosológica, moral y espiritual, que se ha extendido a toda la humanidad y tiene confundidas las mentes y las conciencias del hombre actual y le ha hecho caer en la dictadura del relativismo y del nihilismo…
La evangelización tiene como fin poner en práctica el mandato que Cristo ha dado a la Iglesia y a todos los Cristianos de predicar el evangelio, de predicar la verdad que Cristo nos ha revelado sobre el hombre, y que magistralmente recoge el Vat. II con estas palabras:” En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor. Cristo, pues, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” (GS 22).
En el laberinto vital y mental, en la confusión moral y espiritual en que hoy está sumergida la humanidad es urgente practicar, más que ninguna otra, la obra de misericordia: “Enseñar al que no sabe”; es decir, ser misioneros de la Verdad con mayúsculas.
El papa Benedicto XVI, con la proverbial sabiduría que le caracteriza, ha dicho: “Es importante recordar que la mayor obra de caridad (de misericordia podríamos decir aquí) es la Evangelización, es decir, el servicio de la palabra. Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio, introduciéndole en la relación con Dios. Evangelizar es la promoción más alta e integral de la persona humana”. (Mensaje para la Cuaresma de 2013).
En este Año de la Misericordia abrámonos todos al Espíritu Santo y, ungidos por El, colaboremos los cristianos en llevar a nuestra humanidad hasta la verdad plena (Jn 16, 1-15).