Para la oración durante el tiempo de la epidemia

Ante la imposibilidad de participar en la celebración eucarística es posible para cualquier cristiano individualmente o en familia celebrar la Liturgia de las Horas, sobre todo los Laudes y las Vísperas.

 

A las invocaciones de Laudes o a las intercesiones de Vísperas es posible añadir una oración especial de entre las que se sugieren en este subsidio:

 

INVOCACIONES PARA LOS LAUDES DE LA MAÑANA

 

Jesús, médico de los cuerpos y de las almas, cura las heridas profundas de nuestra humanidad,

- para que podamos gozar plenamente de los dones de tu redención.

 

Haz que nuestros hermanos enfermos se sientan partícipes de tu pasión,

- y de ella obtengan la gracia y el consuelo.

 

Te ofrecemos, Señor Jesús, las acciones de este día y de este tiempo,

- prometemos servirte siempre con un corazón puro y leal.

 

Dirige tu mirada de bondad sobre los enfermos y los que sufren, que has asociado a tu cruz,

- para que sientan en consuelo de tu presencia.

 

INTERCESIONES PARA LAS VÍSPERAS

 

Esta oración se incluye como penúltima, antes de la de los difuntos.

 

Tú, que has tenido compasión por todos los sufrimientos humanos, reanima la esperanza de los enfermos y dales serenidad y salud,

- pero haznos también a nosotros solícitos para aliviar sus sufrimientos.

 

Enséñanos a llevar nuestra cruz unidos a tus sufrimientos,

- para que se manifieste en nosotros la luz de tu gloria.

 

Haz que en medio de las luchas y las pruebas de la vida nos sintamos partícipes de tu pasión,

- para experimentar en nosotros la fuerza de tu redención.

 

Cristo, que en la Eucaristía nos das la medicina de la inmortalidad y la prenda de la resurrección,

- concede la salud a los enfermos y el perdón a los pecadores.

 

 

 

ORAR CON LOS SALMOS

 

Salmo 33 (32). Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme

 

Aclamad, justos, al Señor,

que merece la alabanza de los buenos. 

Dad gracias al Señor con la cítara,

tocad en su honor el arpa de diez cuerdas; 

 

cantadle un cántico nuevo,

acompañando los vítores con bordones. 

Que la palabra del Señor es sincera,

y todas sus acciones son leales; 

él ama la justicia y el derecho,

y su misericordia llena la tierra. 

 

La palabra del Señor hizo el cielo;

el aliento de su boca, sus ejércitos; 

encierra en un odre las aguas marinas,

mete en un depósito el océano. 

 

Tema al Señor la tierra entera,

tiemblen ante él los habitantes del orbe: 

porque él lo dijo, y existió;

él lo mandó y todo fue creado.

 

El Señor deshace los planes de las naciones,

frustra los proyectos de los pueblos; 

pero el plan del Señor subsiste por siempre;

los proyectos de su corazón, de edad en edad.

 

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,

el pueblo que él se escogió como heredad. 

 

El Señor mira desde el cielo,

se fija en todos los hombres.

Desde su morada observa

a todos los habitantes de la tierra: 

 

él modeló cada corazón,

y comprende todas sus acciones.

No vence el rey por su gran ejército,

no escapa el soldado por su mucha fuerza; 

nada valen sus caballos para la victoria,

ni por su gran ejército se salvan. 

 

Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,

en los que esperan su misericordia, 

para librar sus vidas de la muerte

y reanimarlos en tiempo de hambre.

 

Nosotros aguardamos al Señor:

él es nuestro auxilio y escudo; 

con él se alegra nuestro corazón,

en su santo nombre confiamos. 

 

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,

como lo esperamos de ti.

 

 

Salmo 34 (32). EL Señor salva a los abatidos.

 

Bendigo al Señor en todo momento,

su alabanza está siempre en mi boca; 

mi alma se gloría en el Señor:

que los humildes lo escuchen y se alegren. 

 

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,

ensalcemos juntos su nombre. 

Yo consulté al Señor, y me respondió,

me libró de todas mis ansias.

 

Contempladlo, y quedaréis radiantes,

vuestro rostro no se avergonzará. 

El afligido invocó al Señor,

él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. 

 

El ángel del Señor acampa en torno a quienes lo temen

y los protege. 

Gustad y ved qué bueno es el Señor,

dichoso el que se acoge a él. 

 

Todos sus santos, temed al Señor,

porque nada les falta a los que lo temen; 

 

los ricos empobrecen y pasan hambre,

los que buscan al Señor no carecen de nada. 

Venid, hijos, escuchadme:

os instruiré en el temor del Señor. 

 

¿Hay alguien que ame la vida

y desee días de prosperidad?

Guarda tu lengua del mal,

tus labios de la falsedad; 

 

apártate del mal, obra el bien,

busca la paz y corre tras ella. 

Los ojos del Señor miran a los justos,

sus oídos escuchan sus gritos; 

 

pero el Señor se enfrenta con los malhechores,

para borrar de la tierra su memoria

Cuando uno grita, el Señor lo escucha

y lo libra de sus angustias; 

 

el Señor está cerca de los atribulados,

salva a los abatidos.

 

Aunque el justo sufra muchos males,

de todos lo libra el Señor; 

 

él cuida de todos sus huesos,

y ni uno solo se quebrará. 

La maldad da muerte al malvado,

los que odian al justo serán castigados.

 

El Señor redime a sus siervos,

no será castigado quien se acoge a él.

 

 

Salmo 85 (84). EL Señor salva a los abatidos.

 

Señor, has sido bueno con tu tierra,

has restaurado la suerte de Jacob, 

has perdonado la culpa de tu pueblo,

has sepultado todos sus pecados,

 

has reprimido tu cólera,

has frenado el incendio de tu ira.

Restáuranos, Dios Salvador nuestro;

cesa en tu rencor contra nosotros. 

 

¿Vas a estar siempre enojado,

o a prolongar tu ira de edad en edad? 

 

No vas a devolvernos la vida,

para que tu pueblo se alegre contigo? 

 

Muéstranos, Señor, tu misericordia

y danos tu salvación. 

Voy a escuchar lo que dice el Señor:

«Dios anuncia la paz

a su pueblo y a sus amigos

y a los que se convierten de corazón». 

 

La salvación está cerca de los que lo temen,

y la gloria habitará en nuestra tierra;

la misericordia y la fidelidad se encuentran,

la justicia y la paz se besan;

 

La fidelidad brota de la tierra,

y la justicia mira desde el cielo. 

El Señor nos dará la lluvia,

y nuestra tierra dará su fruto. 

La justicia marchará ante él,

y sus pasos señalarán el camino.

 

 

 

 

INVOCACIONES A CRISTO

 

Se puede sugerir también para la oración personal o en familia las siguientes invocaciones cristológicas de la tercera forma del acto penitencial de la misa inspiradas en el Ritual para la Unción y la pastoral de los enfermos.

 

Tú, que has cargado sobre ti nuestros sufrimientos y has llevado nuestros dolores: Señor, ten piedad.

 

Tú, que en tu bondad hacia todos has pasado haciendo el bien y sanando a los enfermos: Cristo, ten piedad.

 

Tú, que has dicho a tus apóstoles que impongan las manos sobre los enfermos: Señor, ten piedad.