No a la esclavitud

El día 8 de febrero la Iglesia hace memoria de Santa Josefina Bakhita, nacida en Sudán hacia el año 1869. Cuando solamente tenía nueve años de edad fue secuestrada por unos traficantes de esclavos. Vendida posteriormente por estos, tuvo que soportar golpes y latigazos diarios, hasta el derramamiento de sangre, por parte de sus nuevos dueños. Comprada finalmente, en 1882, por un mercader italiano, tuvo la dicha de conocer a Dios, descubrir su bondad, experimentar su amor y, de este modo, vivió cada día con la esperanza de participar a su lado de la vida eterna.

 

Si hasta este momento sólo había conocido dueños que la maltrataban, la despreciaban y la utilizaban como esclava, ahora descubre al Dueño de los dueños, al Señor de los señores, y experimenta su infinito amor. Este descubrimiento interior abre su vida a la gran esperanza, le lleva a recibir los Sacramentos de la iniciación cristiana y a profesar posteriormente como religiosa en la congregación de las hermanas Canosianas. Una vez consagrada al Señor, además de los trabajos del convento, dedicó su vida a mostrar la liberación que ella había experimentado a partir del encuentro con Dios para que otros pudiesen acercarse a Él, experimentar su liberación y participar de su amor.

 

Canonizada por el papa Juan Pablo II, Santa Josefina Bakita es testigo para todos los hombres y mujeres del mundo de la auténtica liberación y de la verdadera salvación que solamente Jesucristo puede ofrecernos. Asimismo, es un vivo testimonio de confianza en la santidad de Dios para quienes, como ella, puedan pasar también en nuestros días por las amargas experiencias del sufrimiento, del desprecio y de la esclavitud por parte de quienes se consideran sus señores.

 

Con ocasión de la celebración del año de la vida consagrada, la Unión Internacional de Superiores y Superioras Generales quiere presentarla ante el mundo, no sólo como especial intercesora ante el Padre, sino como llamada de atención para creyentes y no creyentes sobre el doloroso e inadmisible fenómeno de la trata de personas, que por desgracia representa una de las plagas más dolorosas de nuestro tiempo.

 

El papa Francisco, al conocer la propuesta de los Superiores Mayores, se ha sumado con gusto a la iniciativa y espera que esta Jornada Mundial de oración, reflexión y acción contra la trata de seres humanos, provoque una reacción valiente y decidida a favor de la vida y de la dignidad de cada ser humano en todos los rincones del mundo.

 

En distintos momentos de su pontificado, el Santo Padre ya se ha pronunciado sobre las nuevas formas de esclavitud y ha mostrado su profundo dolor al conocer la incomprensible situación en la que se encuentran muchos niños que son utilizados para la mendicidad o traficados para la explotación sexual. Al mismo tiempo, el Papa se ha mostrado angustiado por la situación de las mujeres que, engañadas por las mafias con falsas promesas, se ven abocadas y sometidas a la explotación sexual.

 

Esta realidad nos obliga a no mirar para otro lado, nos invita a cuidar con amor generoso a nuestros hermanos y nos convoca a descubrir el amor de Dios a cada ser humano para mostrarle su compasión y su propósito de liberación integral.

 

Con mi bendición y afecto sincero, feliz día del Señor.

 

Atilano Rodríguez

Obispo de Sigüenza-Guadalajara