Unos vienen y otros van

Por José Ramón Díaz-Torremocha

(de las Conferencias de San Vicente de Paúl en Guadalajara)

 

 

 

Hace años, un día cuando las canas aún no se habían enseñoreado de mi cabeza, Jacinto me decía viéndome un poco triste, que no debíamos pensar que todo el que llega, el nuevo consocio que se une a nuestra Conferencia, lo es para siempre y que nunca la abandonará. Lo habitual la mayoría de las veces, es que el que llega a una Conferencia, ya no la deja hasta que sea llamado al abrazo del Padre misericordioso. He conocido y todavía mantengo contacto con alguno de ellos, a consocios que después de toda una vida ofrecida en el esfuerzo de ayudar al que sufre, cuando ya no pueden salir de casa donde la enfermedad o simplemente la vejez les retiene, se convierten en consocios orantes por aquellos que siguen sirviendo como lo hicieron ellos años atrás. Pero no siempre es así, ni debe serlo decía en su sabiduría nuestro consocio Jacinto.

A cada uno, le tiene reservado el Buen Dios un camino que no es el mismo para el que corre a su lado, aunque hagan unos cuantos kilómetros juntos y aportando cada uno lo mejor que puede para enriquecer al otro. Esa disponibilidad, sí debe ser común en ambos, pero el camino de cada uno, ese sólo lo marca el Buen Dios si aprendemos a saber escucharle. Si aprendemos a conocerle en las diferentes maneras en las que nos regala a diario Su Amor y su consuelo. También sus “sugerencias”.

El paso de una temporada en la pequeña comunidad que forma cada Conferencia, debe tener de reto para el resto de los consocios, el deseo de servirle espiritualmente y para el consocio nuevo un modo de aprender y conocer la rica espiritualidad a la que es capaz de llegar un pobre grupo de laicos. Que saben que no lo saben todo y así lo aceptan sin más pretensiones y que son capaces, cuando surge la duda, de recurrir al sacerdote para que los ilumine allá donde se encuentren sombras. No van de “pesca” para aumentar el número de los consocios de la Conferencia y sí con el mayor espíritu de servirse unos a otros para crecer espiritualmente. Esa es la filosofía de cada Conferencia o al menos……… así debiera ser.

El amable lector, comprenderá que la tristeza que me embargaba y que sagazmente supo detectar e incluso dar explicación el amigo Jacinto, venía provocada por el abandono de algún consocio que había encontrado su camino al margen de la Conferencia. Tristeza, pues todos creemos que nuestro camino, el carisma que nos une, siempre “es el mejor”.

A partir de la llamada de atención de Jacinto, cambié. Ya no había preocupación o tristeza por la marcha del consocio. Bendito él si había encontrado su senda, su trayecto espiritual. Ahora me preguntaba y ese era mi pequeño tormento en aquella hora, si realmente mi Conferencia, le había ayudado a encontrarlo. ¡Ojala hubiera sido así! ¡Ojalá no le demostráramos, no le diéramos la impresión, que no era más que una cifra que deseábamos para engrosar una estadística! ¿Habríamos dado la respuesta y el ejemplo que el Buen Dios deseaba de nosotros cuando nos lo envió? ¿La habría recibido él así?

Confío mucho en que lo hubiéramos logrado. Era una Conferencia muy mariana y María, nunca, nunca, abandona a sus hijos cuando la necesitamos.

 

José Ramón Díaz-Torremocha, de la Sociedad de San Vicente de PaúlConferencia de la Santa Cruz de Marchamalo Guadalajara (España)